BIOGRAFÍAS








jueves 12 de octubre 2023

Vidas ejemplares (16) San Clemente Romano
Seamos una porción santa… practiquemos todo lo que exige la santidad”
(Carta a los Corintios, 30, 1)
 

Obispo de Roma en los últimos años del siglo I. San Clemente explica claramente la doctrina de la sucesión apostólica, subrayando que la Iglesia tiene una estructura sacramental, y no una estructura política, que garantiza que la Iglesia es don de Dios y no creación nuestra.

 

Según S. Ireneo, al que debemos la lista más antigua de obispos de Roma, y tal como se recogió mucho más tarde en el Canon Romano de la Misa, es el tercer sucesor de S. Pedro: Lino, Cleto, Clemente; quizás conoció a S. Pedro y a S. Pablo. Parece que era de origen judío.

 

Sólo nos ha llegado es escrito suyo, la Epístola a los Corintios. Por los datos que ella misma nos da referentes a una segunda persecución, que sería la de Domiciano, parece que fue escrita poco antes del año 96. Era tan apreciada que aún en los tiempos de Eusebio de Cesarea, según él nos dice, se seguía leyendo en las reuniones litúrgicas de algunas iglesias; de hecho, aunque la carta obedece a unas circunstancias determinadas, está escrita de manera que tenga un valor permanente y pueda ser leída ante la asamblea de los fieles.

 

El suceso que la motivó es muy interesante en sí mismo. En Corinto, la comunidad había depuesto a los presbíteros, y el obispo de Roma, al parecer sin ser solicitado, interviene para corregir el abuso, con unas expresiones que parecen ir más allá de  la normal solicitud de unas iglesias por otras y que se comprenden mejor desde la perspectiva del primado de la sede romana: Clemente casi pide perdón por no haber intervenido antes, como si éste fuera un deber suyo.

 

Además, la epístola presenta el testimonio más antiguo que poseemos sobre la doctrina de la sucesión apostólica: Jesucristo, enviado por Dios, envía a su vez a los Apóstoles, y éstos establecen a los obispos y diáconos. Los corintios han hecho mal al deponer la jerarquía y nombrar a otras personas; la raíz de estas discusiones es la envidia, de la que da muchos ejemplos, bíblicos en especial, y Clemente les exhorta a la armonía, de la que también da muchos ejemplos, sacados hasta del orden que se observa en la naturaleza. Incidentalmente, la epístola nos atestigua la estancia de S. Pedro en Roma, la muy probable de S. Pablo en España, el martirio de ambos, y la persecución de Nerón.

 

La resurrección de la carne ocupa también un lugar importante en la epístola. Se distingue además claramente entre laicado y jerarquía, a cuyos miembros llama obispos y diáconos y, a veces, presbíteros, nombre con el que parece englobar a unos y a otros; la función más importante de éstos es la liturgia. Recoge también una oración litúrgica, muy interesante, que termina con una petición en favor de los que detentan el poder civil.  

                            (Enrique Moliné, Los Padres de la Iglesia, tomo I, p. 54-55, Ediciones Palabra)

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lunes, 26 de junio 2023

LA PERSONALIDAD DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

Y SU RESPUESTA A LA MISIÓN QUE DIOS LE ENCOMENDÓ

 

1.      Personalidad de san Josemaría en lo humano.

2.      Perfil espiritual como cristiano y como sacerdote.

3.     Su conciencia de fundador.

1. Personalidad de san Josemaría en lo humano. “Dios nos quiere muy humanos. Que la cabeza toque el cielo, pero que las plantas pisen bien seguras en la tierra. El precio de vivir en cristiano no es dejar de ser hombres o abdicar del esfuerzo por adquirir esas virtudes que algunos tienen, aun sin conocer a Cristo. El precio de cada cristiano es la Sangre redentora de Nuestro Señor, que nos quiere -insisto- muy humanos y muy divi­nos, con el empeño diario de imitarle a Él, que es perfectus Deus, perfectus homo” (Amigos de Dios, n. 75). Así escribió en una de sus homilías, subrayando la importancia del elemento humano como base de la vida cristiana. “Si nuestra vida es deshumana -explicaba en otra ocasión- Dios no edificará nada en ella, porque ordinariamente no construye sobre el desorden, sobre la prepotencia” (Es Cristo que pasa, n. 182) (…)

      Ese desvelo corre peligro con un profundo sentido de la libertad. Precisamente por el clima de confianza del hogar, que luego trasladará a los ambientes donde habrá de moverse, afronta el cumplimiento de las propias obligaciones y consulta voluntariamente a quienes pueden aconsejarle. A la vez, descubre en ese ambiente la necesidad de la sinceridad verdadera, y adquiere el hábito de no dejarse llevar por la crítica o la murmuración, el resentimiento o el rencor. En la medida en que crece en libertad, sabe contagiarla a los demás, sin mostrarse jamás desconfiado.

2. Perfil espiritual como cristiano y como sacerdote. A las cualidades humanas de san Josemaría fueron potenciadas por la gracia, hasta hacer de él un cristiano ejemplar y un sacerdote santo.

      Entre las actitudes espirituales que se desvelan ya en su infancia y adolescencia, y que conservará y desarrollará a lo largo de los años, destaca un hondo sentido de la filiación divina, manifestado en una confianza inquebrantable en nuestro Padre Dios y en la atención llena de caridad a las necesidades espirituales y materiales del prójimo; una piedad encendida hacia Jesús en el sacramento de la Eucaristía; una devoción tierna a la Virgen nuestra Madre, a san José y a los Ángeles Custodios; una esperanza y un optimismo sobrenaturales, que le impulsaron siempre a descubrir el lado bueno de los sucesos y le empujaron a no desanimarse ante las contrariedades; siempre con un gran amor a la libertad personal de todas las criaturas y un ardiente celo por la salvación de las almas.

      Consideraba el sacerdocio como don excelso. Sus padres le habían educado en el respeto y veneración hacia los presbíteros, representantes de Cristo en la tierra. El joven Josemaría tenía el convencimiento de que ese camino requería una llamada expresa de Dios y reclamaba una correspondencia plena y total olvido de sí, para dedicarse por entero al ejercicio del ministerio. Pero no pensaba que ésa fuera su senda. Sin embargo, aunque no lo esperaba, no dudó en seguir esa llamada con prontitud y alegría, en cuanto comprendió que era lo que Dios quería de su persona. (…)

3.  Su conciencia de fundador. Desde el 2 de octubre de 1928, fecha de fundación del Opus Dei, la biografía de san Josemaría se identifica con la historia de la institución que ese día nació en el seno de la Iglesia. Si hasta entonces su oración había discurrido por los cauces marcados por dos jaculatorias -Domine, ¡ut videam!, Domina, ¡ut sit! -, una vez conocida la voluntad de Dios, sus ansias se resumen en otras frases: Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!, Regnare Christus volumus!, ¡Deo omnis gloria! A esas tres aspiraciones se refiere el papa Juan Pablo II en las Litterae Decretales para la canonización del fundador del Opus Dei, donde escribió: “Su ardiente celo por las almas iba unido a una firme voluntad de servicio a la Iglesia y una profunda devoción a la Virgen María. Regnare Christum volumus!: estas palabras resumen su constante preocupación pastoral por difundir, entre todos los hombres y mujeres, la llamada a participar, en Cristo, de la dignidad de los hijos de Dios. Hijos que viven sólo para servirle: ¡Deo omnis gloria! Y todo esto en el contexto de las ocupaciones normales de cada día, por lo que con razón se le puede definir como “el santo de la vida ordinaria”. (…) 

(Extracto de la redacción de Javier Echevarría, en Instrucciones, Diccionario de san Josemaría Escrivá de Balaguer. 29.37, publicado por Editorial Monte Carmelo, Burgos 2013)

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miércoles, 21 de junio 2023

Vidas ejemplares (15) LA DIDAJÉ

      “Didajé es una palabra griega que significa “enseñanza y con la que se suele conocer abreviadamente la obra llamada “Instrucción del Señor a los gentiles por medio de los doce Apóstoles”. Es una colección de normas morales, litúrgicas y de organización eclesiástica que debían de estar en vigor ya desde algún tiempo, recopiladas ahora sin pretender ordenarlas ni hacer una síntesis. Tenía tal prestigio en la antigüedad, que Eusebio de Cesarea tuvo que hacer notar que no se trataba de un escrito canónico. Sin embargo, después de perdió y no fue recuperada hasta finales del siglo XIX, cuando se encontró en un códice griego del siglo XI del patriarcado de Jerusalén.

     La época de su composición no se conoce, aunque se ha investigado con mucha atención. En general, se puede resumir lo que sabemos diciendo que, si por su contenido, que parece reflejar una situación ya alejada de la era apostólica, se podría suponer que es el periodo que va del año 100 al 150, la ausencia de citas de los Evangelios sinópticos y otros argumentos hacen pensar que es muy anterior, quizás d ellos años 50 a 70; ahora se suele opinar que podría muy bien pertenecer ya al siglo I, al menos en algunas de sus partes.

      A lo largo de sus 16 capítulos, en general muy breves, se encuentra una profusión de consejos morales, presentados bajo el esquema del camino de la vida y el de la muerte, así como instrucciones litúrgicas y normas disciplinares.

      Respecto a la liturgia, son interesantes las normas que se dan para la administración del bautismo, que al parecer se solía hacer por inmersión en los ríos, aunque se admitía el bautismo por infusión, derramando agua sobre la cabeza; la prescripción del ayuno antes del bautismo, y de los ayunos en los días señalados, que son los miércoles y los viernes, distintos a los de los judíos; los ejemplos que se dan de plegarias eucarísticas; y la insistencia en la necesidad de purificación, tanto para la Comunión como para la oración en general; también se alude a la Eucaristía como sacrificio.

      Respecto a la jerarquía, no se describe con detalle su organización; se habla de obispos y diáconos, pero no de presbíteros; el papel que dentro de la jerarquía tienen los profetas itinerantes es aún considerable.

      Se regula la asistencia a los peregrinos, recordando la necesidad de trabajar para que nos gravosos a los hermanos.

      La palabra “iglesia” se utiliza con el sentido de asamblea, de reunión de los fieles para la oración; pero también con el otro sentido de Iglesia universal, el pueblo nuevo de los cristianos, subrayando especialmente que esta Iglesia es una y santa. Es de la Didajé de donde arranca la comparación de la unidad de la Iglesia con la del pan hecho de muchos granos de trigo que se hallaban antes dispersos por los montes”.

                                      (Enrique Moliné, Los Padres de la Iglesia, tomo I, p. 53-54)

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miércoles, 12 de octubre 2022

Vidas ejemplares (14) LOS PADRES APOSTÓLICOS

      “Bajo esta denominación, que es del siglo XVII, se comprende a una serie de escritores cristianos del siglo I o de principios del II y algún otro relacionado con ellos, caracterizados por una especial proximidad a los Apóstoles. Es una cercanía en el tiempo, hasta el punto de que algunos llegaron a conocer a los Apóstoles personalmente, o a través de alguno de sus discípulos inmediatos, lo que les hace testigos privilegiados de la primera tradición; si tenemos en cuenta que algunos de sus escritos son probablemente anteriores al evangelio de san Juan, advertiremos hasta qué punto parte de esta literatura es temprana. Pero es una cercanía también en el fondo y en la forma de sus escritos, que recuerdan los del Nuevo Testamento, además, igual que éstos, no suelen ser tratados sistemáticos, sino que obedecen a las necesidades concretas de unas determinadas comunidades, a unas situaciones específicas; quizás por eso nos dan informaciones aún más valiosas.

      Estos escritos proceden de áreas geográficamente alejadas, pertenecen a géneros diferentes y tratan de temas distintos. Siguiendo un orden que quiere ser cronológico, y aunque la relación podría ser algo distinta, son:

1, La Didajé. Es fundamentalmente un conjunto de normas morales y de organización interna, posiblemente es del siglo I, aunque tal vez se incluya materiales de la primera mitad del siglo II; quizá su origen es sirio o palestino. 

2, San Clemente de Roma, el tercer sucesor de San Pedro, escribió una Carta a los Corintios poco después del año 96, anterior por tanto al Evangelio de San Juan, y con un estilo que recuerda al de las cartas de los Apóstoles. 

3, De San Ignacio, obispo de Antioquía, se conservan siete cartas; las escribió en su camino hacia Roma, a donde era llevado hacia el año 110 para sufrir el martirio.

 4, De San Policarpo, obispo de Esmirna, tenemos también una carta, relacionada con las anteriores, y escrita hacia el año 130 o algo después.

 5, Papías, obispo de Hierápolis, oyó predicar a San Juan y escribió hacia el 130, sólo nos ha llegado algún pequeño fragmento de sus escritos.

 6, De antes del año 138 es también una llamada Epístola de Bernabé, de autor desconocido, quizás de Alejandría. 

7, De un tal Hermas se conserva el Pastor, una obra escrita bajo la forma de un apocalipsis (“revelación”) y que parece estar redactada en parte en tiempos de Clemente de Roma y en parte entre el 140 y el 150. 

8, De mediados del siglo es también un escrito, falsamente atribuido a San Clemente de Roma con el nombre de Segunda Carta a los Corintios. 

      El conjunto de todas estas obras cabe en un volumen de proporciones reducidas. Sin embargo, su importancia es grande, especialmente la de la Didajé, y la de las cartas de Clemente de Roma y de Ignacio de Antioquía”.


“La predicación apostólica se había dirigido en sun primer tiempo sobre todo a los judíos. Sólo 10 años después de la Ascensión de Jesucristo iniciaron S. Pedro y S. Pablo la misión entre los paganos de cultura griega. Resulta que el primer núcleo cristiano estaba formado en su mayoría por judeo-cristianos. 
     Nada tiene, pues, d extraño lo que los recientes estudios van poniendo cada vez más de manifiesto: que, si en los Padres Apostólicos apenas hay trazas de teorías de la filosofía helénica, hay en cambio elementos de la teología judeo-cristiana. Notables son también las semejanzas entre los escritos rabínicos y ciertas expresiones e imágenes del Pastor de Hermas. Como fuente de sus escritos emplean los Padres Apostólicos los “libros sagrados”, que consideran inspirados por Dios (respecto a la fijación del canon bíblico)".              
                                                                                       (Ignacio Ortiz de Urbina, Enciclopedia Ger, vol. 17 p. 591)

                           (Enrique Moliné, Los Padres de la Iglesia, tomo I, p. 51-52, Ediciones Palabra)

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viernes, 5 de agosto 2022

                                      VIDAS EJEMPLARES  (13) EL CURA DE ARS  

     “Cuando Juan Bautista M.ª Vianney iba a ser enviado a la pequeña parroquia de Ars (230 habitantes), el Vicario general de la diócesis le dijo: “No hay mucho amor de Dios en esta parroquia; usted procurará introducirlo”. Y eso fue lo que hizo encender en el amor al Señor que llevaba en el corazón a todos aquellos campesinos y a incontables almas más. No poseía gran ciencia, ni mucha salud, ni dinero… pero su santidad personal, su unión con Dios hizo el milagro. Pocos años más tarde una gran multitud de todas las regiones de Francia acude a Ars, y a veces han de esperar días para ver a su párroco y confesarse. Lo que atrae no es la curiosidad de unos milagros que el trata de ocultar. Era más bien el presentimiento de encontrar un sacerdote santo, “sorprende por su penitencia, tan familiar con Dios en la oración, sobresaliente por su paz y su humildad en medio de los éxitos populares, y sobre todo tan intuitivo para corresponder a las disposiciones interiores de las almas y librarlas de su carga particularmente en el confesionario”.

      En cierta ocasión, a un abogado de Lyon que volvía de Ars, le preguntaron qué había visto allí. Y contestó: “He visto a Dios en un hombre”. Esto mismo hemos de pedir hoy al Señor que se puede decir de cada sacerdote, por su santidad de vida, por su unión con Dios, por su preocupación por las almas. En el sacramento del Orden, el sacerdote es constituido ministro de Dios y dispensador de sus tesoros, como le llama san Pablo. Estos tesoros son: la Palabra divina en la predicación; el Cuerpo y Sangre de Cristo, que dispensa en la Santa Misa y en el Comunión; y la gracia de Dios en los sacramentos. Al sacerdote le es confiada la tarea divina por excelencia, “la más divina de las obras divinas”, según enseña un antiguo Padre de la Iglesia, como es la salvación de las almas” Es constituido embajador, mediador, entre Dios y los hombres.

      Con frecuencia el Cura de Ars solía decir: “¡Qué cosa tan grande es ser sacerdote! Si lo comprendiera del todo moriría. Dios llama a algunos hombres a esta gran dignidad para que sirvan a sus hermanos. Sin embargo, “la misión salvífica de la Iglesia en el mundo es llevada a cabo no solo por los ministros en virtud del sacramento del Orden, sino también los fieles laicos”, (Juan Pablo II, Christifideles laici, 23). Dios ha puesto al sacerdote cerca de la vida del hombre para ser dispensador de la misericordia divina:

Apenas nace el hombre a la vida, el sacerdote lo regenera en el bautismo, le confiere una vida noble, más preciosa, la vida sobrenatural, y lo hace hijo de Dios y de la Iglesia de Jesucristo.

 Para fortilicarlo y hacerlo más opto para combatir generosamente las luchas espirituales, también un sacerdote, revestido de especial dignidad, lo hace soldado de Cristo por medio de la Confirmación.

 Cuando apenas niño es capaz de discernir y apreciar el Pan de los Ángeles, don del Cielo, el sacerdote lo alimente y fortalece con el manjar divino y vivificante. Si ha tenido la desgracia de caer, el sacerdote lo levanta en nombre de Dios y lo reconcilia con Él por medio del sacramento de la Penitencia. Si lo llama a formar una familia y para cooperar con Él en la transmisión de la vida humana en el mundo y para aumentar el número de fieles sobre la tierra y después de los elegidos en el Cielo, el sacerdote está allí para bendecir sus bodas, y su amor noble. Cuando finalmente, el cristiano, próximo ya el desenlace de su vida mortal, necesita la fortaleza, necesita el auxilio para presentarse ante el Divino Juez, el ministro de Cristo, inclinándose sobre los miembros doloridos de los moribundos, los conforta y purifica con la unción del sagrado óleo. Así, después de haber acompañado a los cristianos a través de la peregrinación terrena de la vida hasta las mismas puertas de la eternidad. Por tanto, desde la cuna hasta la tumba, más aún, hasta el Cielo, el sacerdote es para los fieles guía, consuelo, ministro de salvación, distribuidor de gracia y bendiciones”.  (Papa S. Pío IX, Encíclica Ad catholici sacerdotii, 20 de diciembre 1935)

                             (Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, tomo IV, p. 559-565, selección)

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miércoles, 22 de junio 2022

                         VIDAS EJEMPLARES (12) SAN JUSTINO                  
                         “Donde está Jesucristo, allí está la Iglesia católica”
                                              (Carta a los cristianos de Esmirna, VIII, 2)

    “(Flavia Neápolis 100 - Roma 165)  El apologista griego más importante del siglo II y una de las personalidades más nobles de la literatura cristiana primitiva. Su ciudad natal es la actual Naplusa (Siquem). De padres paganos, intenta formase primero en una escuela estoica, luego en la de un peripatético y finalmente en la de un pitagórico. El platonismo le atrae también por un tiempo, hasta que un día, según relata, un anciano que se le acerca cuando camina al borde del mar logra convencerle que la filosofía platónica no puede satisfacer el corazón del hombre y le llama la atención sobre los “profetas, los únicos que han anunciado la verdad”. Las palabras de éste encienden su corazón de amor a los profetas y a los amigos de Cristo y considera que “ésta solo es la filosofía segura y provechosa”.         La sincera búsqueda de la verdad, la oración humilde y el ejemplo dado por los mártires le llevan finalmente a abrazar la fe de Cristo. Después de su conversión, que probablemente tiene lugar en Éfeso, dedica toda su vida a la defensa de la fe cristiana. Viste el pallium, manto usado por los filósofos griegos, y viaja como predicador. A Roma llega cuando reina Antonino Pío (138-161). Funda allí una escuela de la cual surge otro importante apologista, Taciano.
    Tres de sus escritos han llegado hasta nosotros: dos Apologías contra los paganos y Diálogo contra el judío Trifón. Su teología muestra una inclinación hacia la filosofía platónica. Justino es el primer autor cristiano que plantea el paralelismo María-Eva en contrapartida al desarrollado por san Pablo sobre Cristo-Adán. Es también uno de los primeros testigos del culto a los ángeles, enseñando que desde el cielo cuidan a todos los hombres: “Entregó la providencia de los hombres, así como las cosas bajo el cielo, a los ángeles que para esto señaló”. Existe un auténtico relato de la muerte de Justino en el Martyrium S. Iustini et sociorum, basado en las actas oficiales del tribunal que le condena a Justino y seis compañeros más son decapitados”. (Ediciones Rialp, Biografías, 5ª edición, p. 36)

    “La figura y la obra de san Justino marcan la decidida opción de la Iglesia antigua por la filosofía, por la razón, más bien que por la religión de los paganos. De hecho, los primeros cristianos no quisieron aceptar nada de la religión pagana. La consideraban idolatría, hasta el punto de que por eso fueron acusados de “impiedad” y de “ateísmo”. En particular, san Justino, especialmente en su primera Apología, hizo una crítica implacable de la religión pagana y de sus mitos, que consideraba como “desviaciones” diabólicas en el camino de la verdad. Sin embargo, la filosofía constituyó el área privilegiada del encuentro entre paganismo, judaísmo y cristianismo, precisamente en el ámbito de la crítica a la religión pagana y a sus falsos mitos.
    El realismo de san Ignacio invita a los fieles de ayer y de hoy, nos invita a todos a una síntesis progresiva entre configuración con Cristo (unión con él, vida en él) y entrega a su Iglesia (unidad con el obispo, servicio generoso a la comunidad y al mundo)

“Tú reza ante todo para que se te abran las puertas de la luz, pues nadie puede ver ni comprender, si Dios y su Cristo no le conceden comprender” (Diálogo con Trifón, VII, 3)

                    (Benedicto XVI, Grandes maestros de la Iglesia de los primeros siglos, p. 40)
    
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viernes 3 de septiembre 2021

                                        VIDAS EJEMPLARES  (10) San Ambrosio  

                  Uno de los grandes Padres de la Iglesia  en Occidente en el siglo IV     

“Nace en Tréveris y muere en Milán en el año 397. Obispo de Milán. Uno de  los grandes Padres de la Iglesia en Occidente. Su padre era prefecto  de Tréveris. Trasladada la familia a Roma, su formación se encamina hacia la policía: en 370 es gobernador de Liguria y Emilia, con sede en Milán. La ciudad está dividida en dos facciones: católicos nicenos y arrianos. El prestigio de Ambrosio es tal, que, sin estar todavía bautizado, es elegido obispo por ambos bandos. Una vez bautizado, es consagrado obispo ocho días después, el 7 de diciembre 374 (fecha en que la Iglesia celebra su festividad). Recibe una excelente formación eclesiástica de boca del presbítero Simplicio, que le sucede en la sede episcopal. La labor incansable que realiza dentro de su diócesis repercute en todo el Imperio. Una gran capacidad de trabajo le permite dedicarse a la predicación y a la Teología. Uno de sus frutos es la conversión de S. Agustín, al defender la fe contra paganos y arrianos. Amonesta al emperador Teodosio I a raíz de una durísima represión de una revuelta en Salónica, y le hace sujetarse a la doctrina de la Iglesia.

Se enfrenta a Valentino II, quien pretende entregar varias iglesias a los arrianos. Sus restos reposan en la catedral de Milán. Aporta a la Teología la doctrina sobre la Creación, desterrando definitivamente las teorías platónicas. Enriquece la interpretación de las Escrituras, devolviendo al Antiguo Testamento su sentido alegórico cristiano. Son importantes también sus tratados sobre la virginidad y la liturgia. Se puede afirmar que desde los tiempos de Ambrosio el Imperio es definitivamente cristiano.

Obra exegética. En diversos libros comenta Ambrosio casi todo el Génesis. De tales comentarios el más importante es el Hexaemeron (los seis días de la creación en seis respectivos libros,  presenta un grandioso retablo en el cual los conocimientos profanos de su tiempo están armoniosamente enlazados con la doctrina bíblica y cristiana) que desarrolla una verdadera teología de la creación en torno a Gen 1. Contrapone la doctrina cristiana de la creación a las de la filosofía griega, tan dispares

Su influencia es decisiva en la espiritualidad y en la liturgia de occidente. Sus cartas y discursos tienen gran interés para el conocimiento de la historia de su siglo. Tres de sus obras principales defiende y exponen la divinidad de Jesucristo y del Espíritu Santo. Los primeros himnos litúrgicos de la Iglesia latina son suyos. Ambrosio introduce el canto antifónico de los Salmos. La vida de Ambrosio, del diácono Paulino, que le conoce personalmente y recoge testimonios de su hermana Marcelina, es la principal fuente de conocimiento sobre su vida”.                                                                             (Ediciones Rialp, Biografías, 5º edición, p. 42 / 79)

 “Obispo de Milán en el siglo IV. Doctor de la Iglesia. San Ambrosio introdujo en el ambiente latino la meditación de las Escrituras iniciada por Orígenes, impulsando en Occidente la práctica de la lectio divina. La predicación y los escritos de san Ambrosio surgen precisamente de la escucha orante de la Palabra de Dios.

El método de la catequesis de san Ambrosio: La Escritura misma, íntimamente asimilada, sugiere los contenidos que hay que anunciar para llevar a los corazones a la conversión.  Al igual que el apóstol san Juan, el obispo san Ambrosio, nunca se cansaba de repetir: “Omnia Christus est nobis” Cristo lo es todo para nosotros, es un auténtico testigo del Señor. Con sus misma palabras, llenas de amor a Jesús: Si quieres curar una herida, él es el médico; si estás ardiendo de fiebre, él es la fuente; si estás oprimido por lo injusticia, él es la justicia; si tienes necesidad de ayuda, él es la fuerza, si tienes miedo a la muerte, él es la vida; si deseas el cielo, él es el camino; si estás en las tinieblas, él es la luz. […] Gustad y ved qué bueno es el Señor. Bienaventurado el hombre que espera en él  (De virginitate 16, 99)”  

                                      (Benedicto XVI, Grandes maestros de la Iglesia de los primeros siglos, p. 201)  

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Domingo, 25 de julio 2021

 VIDAS  EJEMPLARES  (9) San Benito Abad (también de Nursia)
No anteponer nada al amor de Cristo   (Regla 4, 21)

“Patriarca de los monjes de Occidente. Pertenece a la nobleza provincial, sus padres cuidan su formación, tanto religiosa como profana. Una hermana gemela,, Escolástica, es también santa. 
Hacia los 20 años marcha a Roma, donde recibe una formación retórica. Son los tiempos de 
Teodorico, y la ciudad, con un cristianismo aún reciente, conserva bastantes vicios. Benito la 
abandona para hacerse eremita. Retirado en Subiaco, organiza su vida ascética y define su 
manera  de entender el apartamiento del mundo. Su fama se extiende, al tiempo que los patricios romanos le envían a sus hijos para que les forme. Con ellos funda 12 monasterios.

Posteriormente, se retira a Montecassino, en donde escribe su Regla, tras haberla vivido y probado personalmente. Contiene un código moral (abnegación de sí mismo, obediencia y trabajo), un código disciplinar (verdadero acierto, pues supone el monasterio como una familia, 
al tiempo que exhorta con sabia sencillez a evitar la gula y el exceso) y un código político, que define la figura del abad. La Regla es el fruto de una mente práctica y experimentada, que busca hacer más asequible la vida monástica a los hombres de su tiempo. Benito, según le describe S. Gregorio, era un hombre reflexivo, serio, de rostro sereno y apacible, amante del orden, metódico y práctico, que aconsejaba a sus discípulos “no anteponer nada al amor de Cristo”. Su Regla tiene aún plena vigencia en 225 monasterios de benedictinos, 80 abadías, 83 abadías trapenses (cistercienses reformados) y 227 conventos de benedictinas (1970).

Aunque Benito es considerado el fundador de la Orden de su nombre, nunca pretendió fundar una Orden religiosa, sino reglamentar un monasterio. Aun cuando previó que otros cenobios 
adoptarían su código de vida monástica, no establece lazo de unión entre ellos. Así, pues, la orden de S.B. no constituye una familia monástica perfectamente homogénea, unificada y centralizada. El nombre genérico de Orden de S.B. designa las corporaciones monásticas 
(excepto los cistercienses) que adoptan como norma de vida la regla atribuida a Benito. En 1893 
se constituye la Confederación de congregaciones benedictinas, bajo la presidencia de un abad primado, sin renunciar cada una de ellas a su independencia”  (Ediciones Rialp, Biografías, quinta edición 1987, p. 48-49)

“San Benito califica la Regla como “mínima, escrita sólo para el inicio” (73,8: pero, en realidad,
ofrece indicaciones útiles no sólo para los monjes, sino también para todos los que buscan
orientación en su camino hacia Dios. Por su moderación, su humanidad y su sobrio 
discernimiento entre lo esencial y lo secundario en la vida espiritual, ha mantenido su fuerza iluminadora hasta hoy.

Para crear una unidad nueva y duradera, ciertamente son importantes los instrumentos políticos, económicos y jurídicos, pero es necesario también suscitar una renovación ética y espiritual
que se inspire en las raíces cristianas del continente. De lo contrario no se puede reconstruir
Europa. Sin esta savia vital, el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir a la antigua 
tentación de querer redimirse por sí mismo, utopía que de diferentes maneras, en la Europa del 
siglo XX, como puso de relieve el papa Juan Pablo II, provocó “una regresión sin precedentes en la
atormentada historia de la humanidad” (Discurso a la asamblea plenaria del Consejo pontificio
para la cultura, 12 de enero de 1990” 
                                     (Benedicto XVI, Grandes maestros de la Iglesia de los primeros siglos, p. 320)

San Benito Abad, patrón de Europa y Patriarca del monasticismo occidental. Su lema es: 
Ora et labora”, representado emblemáticamente por el arado y la cruz.

La Carta Apostólica Pacis nuntius (Mensajero de paz), del Papa Pablo VI, de fecha 
24 de octubre 1964, es proclamado patrono de Europa.
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martes, 25 de mayo de 2021


VIDAS EJEMPLARES (8)  San Ireneo de Lyon   

San Ireneo. ”Padre de la Iglesia y el más importante teólogo de su siglo. El hecho que fuera oyente en su adolescencia de S. Policarpo hace suponer su procedencia asiática, probablemente de Esmirna. Se desconoce el motivo por el que se encuentra en Roma a la muerte de S. Policarpo (155), como también por qué deja Asia Menor y se traslada a las Galias. Presbítero de la Iglesia de Lyon, una vez ordenado sacerdote es enviado al papa Eleuterio (174-189) por los confesores de esta diócesis para hacer de mediador en alguna cuestión referente al montanismo. La admiración que despierta su persona y su gran formación doctrinal explican que a la muerte del obispo Fontino sea nombrado su sucesor en la diócesis de Lyon.

Aparte de comentarios y noticias, dos de sus obras nos han llegado completas. La principal de ellas, Adversus haereses, es una demostración y refutación de la falsa gnosis. El gnosticismo constituyó el intento de absorber el cristianismo en diversas filosofías religiosas y mitos; de los primeros tiempos del cristianismo figuran entre sus principales impulsores Valentín Basílides, Cerinto, Marción, Taciano, etc.

Otra obra suya, Demostración de la enseñanza apostólica, es un libro apologético donde se exponen las pruebas de los dogmas divinos, precioso testimonio de la teología del siglo II, segura, sencilla y profunda. Escribe además: De scientia, De schismate y Sobre la monarquía o Que Dios no es el autor del mal.

El principio fundamental del que se sirve Ireneo para refutar los sistemas gnósticos es el de la unidad divina: Un solo Dios, un solo Señor, un solo Creador, un solo Padre, sólo Él contiene todas las cosas, dando el ser a todas ellas. Pone un interés especial es probar la realidad de la Encarnación, pues en ella radica la posibilidad de salvación para la carne, Cristo hecho carne, sufriente, muerto y redivivo, es el mediador entre Dios y los hombres, renovando mediante su obediencia las vínculos de amistad entre las dos partes alejadas. Señala también cómo el hombre, hecho de la tierra, es una obra de Dios y cómo las tres divinas Personas intervienen en su creación con su sello personal. (Biografías, 5ª edición. p. 37, Ediciones Rialp)

Dice Benedicto XVI: “San Ireneo es ante todo un hombre de fe un pastor. Tiene la prudencia, la riqueza de doctrina y el celo misionero del buen pastor. Como escritor, busca dos finalidades: defender de los asaltos de los herejes la verdadera doctrina y exponer con claridad las verdades de la fe. A estas dos finalidades responden exactamente las dos obras que quedan de él: los cinco libros Contra las herejías y La exposición de la predicación apostólica, que se puede considerar también como el más antiguo “catecismo de la doctrina cristiana”. En definitiva, san Ireneo es el campeón de la lucha contra las herejías”.

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23 de abril de 2021

                     VIDAS EJEMPLARES (7)  Orígenes, Teólogo siglo III 

“Es el mayor de los hijos de una familia cristiana. Martirizado su padre durante la persecución de Severo (202), se hace cargo de sus hermanos. Hombre de esmerada formación en ciencias profanas, se dedica entonces a la enseñanza. El obispo de Alejandría le pone al frente de la escuela catequética de la ciudad, arrastrando con su ejemplo y su vida limpia a numerosos alumnos. Una bienintencionada pero errónea interpretación de las palabras de Jesús en Mateo 12,12 le lleva a castrarse a sí mismo, lo cual acarrea irregularidades canónicas llegada la hora de su ordenación sacerdotal.

Su formación filosófica es neoplatónica. La recibe en Alejandría de manos de Ammonio Saccas. Viaja a Roma y a Palestina, donde predica a varios obispos, pese a su condición de seglar. Su obispo, Demetrio, le reprende y Orígenes se somete a él. En un viaje posterior, el obispo de Jerusalén le ordena sacerdote, en un intento de facilitarle la predicación. Demetrio le excomulga y Orígenes se establece en Cesarea, cuyo obispo no parece ver inconvenientes en ponerle al frente de una escuela teológica. Habiendo devuelto a la fe en Arabia al obispo monarquiano Berilo de Bostra,, muere a causa de una persecución de Decio. Se conservan referencias de 800 de sus libros, que contienen graves errores doctrinales, los cuales no son imputables a una falta de fidelidad, sino a la carencia de un aparato filosófico apropiado para expresar sus ideas. Nace en Alejandría 185, muere en Tiro”

“Orígenes de Alejandría es, en realidad, una de las personalidades determinantes para todo el desarrollo del pensamiento cristiano. Hacer teología era para él esencialmente explicar, comprender la Escritura; su teología es una perfecta simbiosis entre teología y exégesis.

Orígenes nos recuerda que en la lectura orante de la Escritura la Iglesia siempre se renueva. Para comprender las Escrituras no sólo hace falta estudio, sino también intimidad con Cristo y oración. El camino privilegiado para conocer a Dios es el amor y no se puede de verdad a Cristo sin enarmonarse de él”

“La doctrina de la Ley y de los Profetas, en la escuela de Cristo, es así: la letra, que es como la corteza, es amarga; luego, está la cáscara, que es la doctrina moral; en tercer lugar se encuentra el sentido de los misterios, del que se alimentas las alma de los santos en la vida presente y en la futura” (Orígenes, Homilía sobre el libro de los Números, IX, 7)

Referencias:Biografías, 5ª edición, p. 38 de Ediciones Rialp. Catequesis de Benedicto XVI, 
marzo 2009, Editorial Edice

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             VIDAS EJEMPLARES (6)  San Isidoro de Sevilla  

San Isidoro de Sevilla. (Cartagena 556 – Sevilla, 4 de abril 636) Obispo de Sevilla (599-636), considerado el último de los Padres cristianos de la antigüedad. Proclamado Doctor de la Iglesia
el 25 de abril, 1722 por el Papa Inocencio III. Hijo de Severiano, de una familia hispano romana,
de elevado rango social, su madre de origen visigodo, emparentada con la realeza. Hermano de
Leandro, al que sucede en el arzobispado de Sevilla, otro hermano Fulgencio, obispo de Cartagena
y su hermana Florentina, que dice la tradición que fue abadesa de cuarenta conventos. Los cuatro
hermanos fueron canonizados y se les conoce como los cuatro santos de Cartagena.

Se formó en las lecturas de Agustín de Hipona y Gregorio Magno, aprendió latín, griego y
hebreo, gran maestría en las dos últimas lenguas. Presidió el IV Concilio de Toledo (633)
que requirió que todos los obispos estableciesen seminarios y escuelas catedralicias. 
También impulsó la liturgia de la España visigoda y la formación cultural del clero

Muy conocida y vigente en la actualidad Las Etimologías, en la que define el concepto de historia,
la narración de los hechos acontecidos y que etimológicamente significa: ver o conocer. En
Las Etimologías, Isidoro de Sevilla explica que los antiguos dividieron la Filosofía en tres partes,
que según el formato de la Tabla de Tríadas se puede presentar así: Física, Lógica y Ética.

Cada una de ellas se puede subdividir a su vez:
- División de la Física: Geometría / Aritmética / Música
- División de la Lógica: Gramática / Dialéctica / Retórica
- División de la Ética: Justicia / Prudencia / Fortaleza / Templanza.

Luego, Isidoro habla de la utilidad de la Historia, que es para la enseñanza del momento
presente. Este autor y esta obra serán muy influyentes durante toda la Edad Media. En la
escalinata de acceso a la Biblioteca Nacional de Madrid, se muestra una representativa
estatua suya de José Alcoverro.

“El Salvador, Jesús, nos dio ejemplo de la vida activa cuando, durante el día, se dedicaba a
hacer signos y milagros en la ciudad, pero mostró la vida contemplativa cuando se retirada
a la montaña y pasaba la noche dedicado a la oración” (Differentiarum Liber II, 34.134)

Obras teológicas, Ortodoxia de San Isidoro. Inquietud ante la muerte

“El libro Del orden de las criaturas nos da una visión del conjunto del mundo natural y sobrenatural. Como en las demás obras isidorianas, el plan es admirable: primero Dios, uno y trino; después las naturalezas espirituales, a las cuales sigue el mundo material; y porque en la atmósfera tempestuosa
de este mundo viven desterrados los demonios, se habla de ellos a continuación, como en el
océano se junta el conocimiento de los peces que lo habitan, y con la Tierra el del hombre.
La obra termina con la doctrina del lugar de las penas, del purgatorio, del paraíso y de la esencia
de la vida bienaventurada. Es éste uno de los libros isidorianos más interesantes. En él las verdades
del dogma se juntas a las de la razón de una manera audaz, aunque sin esa íntima trabazón que
observamos en la Suma de Santo Tomás.

Todos los tratados escolásticos, que llevan el mismo título, tienen por patrón estas primeras
sentencias de San Isidoro, a quien, si hemos de ser justos, debemos dar el título de Maestro de
Las Sentencias. Su mérito no está en la originalidad, sino en la idea y en el método. El plan es
claro. Se ha propuesto exponer por medios dispuestos por Dios para salvar al hombre del
pecado y de sus consecuencias. Dios, el mundo y el hombre son las tres ideas madres en torno
a las cuales se desarrolla toda la exposición. El primero es un libro dogmático; el segundo y
el tercero se refieren a la ética individual y social. La fuente principal del primero son las obras
de San Agustín; la del segundo y tercero está en las de San Gregorio Magno, y de una manera
especial en Las morales.

La Biblia ocupaba un puesto de honor en la biblioteca de San Isidoro, y su estudio fue una de
las grandes preocupaciones de su vida. Una gran parte de las obras que escribió se refieren a las
Sagradas Escrituras. Algunas de esas obras son de carácter histórico, como el libro De ortu et obitu patrum, donde se encuentra una breve noticia de los principales personajes del Antiguo y Nuevo Testamento. A esta misma categoría corresponden los Proemios, que compuso para cada uno de
os libros bíblicos. Más voluminosas son sus obras exegéticas: en el Libro de los números desentrañó
el sentido místico de los que se mencionan con más frecuencia en los libros santos; en las Alegorías explica el sentido moral de las parábolas evangélicas y el simbolismo de las más conocidas figuras
de la Antigua Ley.

El texto que usa San Isidoro es el de la Vulgata, como el de los fragmentos contemporáneos del Palimpsesto de León, pero con numerosas mezclas de textos anteriores que dan una originalidad exclusiva a las Biblias española”. (Justo Pérez de Urbel, Letras en la época visigoda)

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                             VIDAS EJEMPLARES (5) Pablo de Tarso 

San Pablo (Tarso 5-Roma 67), nace en Cilicia-Tarso (actual Anatolia turca) de padres 
judíos nacionalizados romanos, educado en la tradición farisaica de Gamaliel, nieto del 
rabino Hillet. Llamado Saulo por pertenecer a la tribu del primer rey de Israel Saúl, judío fogoso en su actividad persecutoria a los cristianos antes de su conversión. Bautizado, 
recobra la vista, comienza a predicar en las sinagogas y tres años después es presentado a Pedro y Santiago en Jerusalén. Marchó a la ciudad de Tarso, donde recibe en encargo de evangelizar a los gentiles, colabora con Bernabé en Antioquía (actual Antakya turca) 
durante un año y a partir de entonces, inicia sus 12 años de viajes apostólicos. En el 
primero (45) va a Chipe. En Listra (actual Zoldera) son apedreados y finalizado el viaje, 
acude al concilio de Jerusalén. El segundo viaje (50) llega a Corinto y le acompañan Silas, Timoteo y tal vez Lucas. San Pablo optó por escribir directamente en griego las cartas 
dirigidas a las comunidades cristianas.

El escrito más antiguo del Nuevo Testamento es posiblemente una carta suya, 
la Primera 
a los Tesalonicenses, redactadas hacia el 51-52. La doctrina anunciada queda expuesta en 
sus 14 Epístolas. En Jerusalén está a punto a morir apedreado, apela al César y es llevado a Roma bajo custodia militar (60), probablemente decapitado. “El arresto de Pablo. Después de ser absuelto en Roma en 63, Pablo se dirigió probablemente a Hispania. Sólo una antigua tradición evoca un segundo cautiverio en Roma que acabó con su martirio en 64”.
                                                                                                            (Larousse, Historia del mundo, vol. 2)

“Apóstol de los gentiles, dotado de una inteligencia aguda y estructurada,y de un gran 
práctico, sabe animar y reprender con autoridad,sin perder la simpatía. Expone con 
claridad tanto los dogmas fundamentales como los pormenores de la moral cristiana, iluminando la doctrina con los datos entresacados del Antiguo Testamento. El núcleo de 
sus  predicaciones la llamada de todos los hombres a la santidad, fruto del sacrificio
voluntario del Redentor, y la comunión de vida de los hombres con Dios,que se realiza 
en el seno de la Iglesia, merced a la acción del Espíritu Santo. Pablo gana a los hombres 
para Dios con su perseverancia, su oración y su mortificación, y es precisamente en la debilidad y en la Cruz, que acentúan su sentido de filiación divina, donde encuentra la 
fuerza para realizar su apostolado. No pocos consideran la visión de Damasco básica 
en la teología paulina, explicando el fuerte relieve que tiene su enseñanza la doctrina 
de la Gracia, concedida por pura benevolencia de Dios al hombre pecador”
                                                             (Ediciones Rialp, Biografías, 5ª edición, p. 33-34)

                    
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sábado, 2 de enero de 2021

VIDAS EJEMPLARES (4) San Agustín  

San Agustin. Nace el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, inicia los estudios en Madura y continúa en Cartago, su padre quiere que se incline y sea abogado. A él le atrae la retórica, posee destreza didáctica y polemista. A los 19 años es maestro de retórica primero en su ciudad , después en Cartago. Durante 15 años permaneció fiel a su compañera sentimental de entonces. A los dieciocho años, como el mismo asegura, le da un hijo, Adeodato. Su madre Mónica, desde niño le enseña a rezar y le trasmite su sentido cristiano. Agustín deja de tomar en serio la fe de su infancia y las quejas y reproches de su madre.

Dentro del plan de estudios, le llevan a la lectura de Hortensio, en el que Cicerón invita a dejar la retórica política y encaminarse a la filosofía que da valor a la vida de aceptar con dulzura la muerte y de introducirse el alma en la inmortalidad. Esta obra produce en Agustin una impresión imborrable.

Mis vanas expectativas me parecieron de golpe despreciable y con inconcebible ardor del corazón deseé la sabiduría inmortal… hice un primer intento de levantarme y retornar a Ti. (Confesiones, III 4.7).

Queda sin embargo decepcionado al no encontrar en lo considerado ninguna referencia a Cristo. Convulsionado o confuso se acerca a la secta de los maniqueos. El mismo considera que su historia y su capacidad íntima no derivan de su constitución personal ni de sus propias acciones, sino que la entiende como efecto de la gracia divina. Agustín posiblemente como el más genial de los Padres de la Iglesia y figura clave de la historia de la teología cristiana.

La historia de su vida queda expuesta en el libro de las Confesiones, una joya de la literatura universal. Otra obra maestra de la apologética cristiana es La ciudad de Dios, en el que recoge y considera los turbadores acontecimientos de su época, con una clara exposición y respuesta, el sentido providencial y los misteriosos designios de Dios:

Dos amores hicieron dos ciudades. El amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios hizo la ciudad terrestre: el amor a Dios hasta el desprecio de sí mismo hizo la ciudad celeste (De civitate Dei XIV.28). y la tradicional afirmación: Nos hicisteis, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti (Confesiones I,1,1)

En Sermones.81, 8 No rechaces rejuvenecer con Cristo, incluso en un mundo envejecido;

y en Epistolario.1,1 A mí me parece que hay que conducir de nuevo a los hombres… a la esperanza de encontrar la verdad.

Su conversión al cristianismo, el 15 de agosto del 386. A los 32 años fue bautizado por san Ambrosio el 24 de abril de 387, durante la Vigilia pascual, en la catedral de Milán, fue ordenado presbítero el 391, en Hipona, cuatro años después, el año 395 fue consagrado obispo. En sus 35 años de obispo, influyó notablemente en la Iglesia Católica de África romana y en el cristianismo de su tiempo. Falleció el 28 de agosto del 430, a los 75 años.

En la producción literaria de san Agustín –por tanto, más de mil publicaciones subdivididas en escritos filosóficos, apologéticos, doctrinales, morales, monásticos, exegéticos y contra los herejes, además de las cartas y homilías- destacan algunas obras excepcionales, de gran importancia teológica y filosófica.

Ante todo, hay que recordar las Confesiones, antes mencionadas, escritas en trece libros entre los años 397 y 400… las Retractationes, redactadas en dos libros en torno al 427, en las que san Agustín, ya anciano, realiza una labor de “revisión” de toda su obra escrita, dejando así un documento literario singular y sumamente precioso, pero también una enseñanza de sinceridad y de humildad intelectual.

De civita Dei, obra importante y decisiva para el desarrollo del pensamiento político occidental y para la teología cristiana de la historia, fue escrita entre los años 413 y 426 en veintidós libros… Este libro sigue una fuente para definir bien la auténtica laicidad y la competencia de la Iglesia, la grande y verdadera esperanza que nos da la fe.

Igualmente importante es el De Trinitate, obra de quince libros sobre el núcleo principal de la fe cristiana, la fe en el Dios trino, escrita en dos tiempos: entre los años 399 y 412.

El libro De doctrina christiana es, en cambio, una auténtica introducción cultural a la interpretación de la Biblia y, en definitiva, al cristianismo mismo, y tuvo una importancia decisiva en la formación de la cultura occidental”. (Benedicto XVI, Catequesis: Grandes maestros de la Iglesia de los primeros siglos, p. 261)


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                               VIDAS EJEMPLARES (3) San Jerónimo  
 
San Jerónimo, “Teólogo, asceta y Padre de la Iglesia, nació hacia el 347 en Estridón, entre Dalmacia y Panomia, en una familia cristiana, de buena posición social. Recibió una esmerada educación y para mejorar sus estudios la familia lo envió a Roma, con la pretensión de que hiciese alguna profesión civil.      Se sabe que Jerónimo fue un lector incansable, poseía buena memoria y facilidad para recitar a Virgilio, a Horacio y otros poetas, también a Quintiliano, Séneca y sobre todo a Lactancio. A los 19 años, junto a unos amigos suyos recibe el bautismo y en el 367, a los 20 años viaja a las Galias. En Tréveris experimenta una primera conversión. Junto a su gran amigo Bonoso, parece que la vida política ha dejado de tener interés y optan por una cierta tranquilidad e independencia personal para sus estudios, unido a una vida contemplativa. 

En Aquileya encuentra el ambiente de la vida que buscaba en casa de Cromacio y de nuevo se encuentra con su viejo amigo Rufino. En el año 373 se decide a viajar a Oriente, Jerusalén y Tierra Santa, eran ya entonces la meta de muchos peregrinos de intentar encontrar una santidad, llegando a los desiertos de Siria o de Egipto. 

En el 386, se detuvo en Belén, donde se quedó hasta su muerte el 30 de septiembre del 419. Dominaba a la perfección el latín, el griego y hebreo, y en menor grado las lenguas caldea y aramaica, a él junto a otros colaboradores, se debe la traducción de la Biblia del hebreo o arameo al latín, la “Vulgata”, el texto oficial de la Iglesia latina, que fue reconocido como tal en el Concilio de Trento, hoy vigente en la Iglesia. Jerónimo un enamorado de la Palabra de Dios se preguntaba “¿Cómo es posible vivir sin la ciencia de las Escrituras, a través de las cuales se aprende a conocer a Cristo mismo, que es la vida de los creyentes?” (Ep. 30.7). 

En otro momento escribe a un joven de la nobleza de Roma: “Si orar hablar con el Esposo; si lees, es él quien te habla”. (Ep. 22,25) A la matrona romana Leta le daba estos consejos para la educación cristina de su hija: “Asegúrate de que estudie todos los días algún pasaje de la Escritura (…) Que acompañe la oración con la lectura, y la lectura con la oración (…) 

Que ame los Libros divinos en vez de las joyas y los vestidos de seda” (Ep. 107,9, 12) “Ama la sagrada Escritura, y la sabiduría te amará; ámala tiernamente, y te custodiará; Que sea para ti como tus collares y tus pendientes”. (Ep. 130.20) y recomendado al sacerdote Nepociano: “Que tus acciones no desmientan tus palabras, para que no suceda que, cuando prediques en la Iglesia, alguien en su interior comente: “¿por qué entonces tú no actúas así?”, ¡Qué curioso maestro el que, con el estómago lleno, diserta sobre el ayuno! Incluso un ladrón puede criticar la avaricia; pero en el sacerdote de Cristo la mente y la palabra deben ir de acuerdo” 

                           (Benedicto XVI, Catequesis, miércoles 14 de noviembre de 2007) 

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domingo, 2 de octubre 2022

                      VIDAS EJEMPLARES (2) Clemente de Alejandría  

Clemente de Alejandría. “Teólogo, nació probablemente en Atenas a mediados del 
siglo II. En su conjunto, la catequesis de Clemente acompaña paso a paso el camino 
del catecúmeno y del bautizado para que, con las “alas” de la fe y la razón, llegue a 
un conocimiento profundo de la verdad, que es Jesucristo, el Verbo de Dios.

Clemente sigue señalando con decisión el camino a quienes quieren “dar razón” 
de su fe en Jesucristo. Puede servir de ejemplo a los cristianos, a los catequistas 
y a los teólogos de nuestro tiempo.

Siendo todavía joven, llegó a Alejandría, la “ciudad símbolo” de la fecunda 
encrucijada entre diferentes culturas que caracterizó la edad helenista. Allí fue 
discípulo de Panteno, y le sucedió en la dirección de la escuela catequética. 
Numerosas fuentes atestiguan que fue ordenado presbítero. Durante la persecución 
de los años 202-203 abandonó Alejandría para refugiarse en Cesarea, en Capadocia, 
donde falleció hacia el años 215.

Las obras más importantes que nos quedan de él son tres: el Protréptico, el 
Pedagogo y los Stromata. Clemente distingue después dos niveles de la vida 
cristiana. El primero: los cristianos creyentes que viven la fe de una manera 
común, pero siempre abierta a los horizontes de la santidad. Y el segundo: l
os “gnósticos”, es decir, los que ya llevan una vida de perfección espiritual; 
en todo caso, el cristiano debe comenzar por la base común de la fe; a través 
de un camino de búsqueda debe dejarse guiar por Cristo, para llegar así al 
conocimiento de la Verdad y de las verdades que forman el contenido de la fe.(…)

Clemente de Alejandría propició la segunda gran ocasión de diálogo entre el 
anuncio cristiano y la filosofía griega. Sabemos que san Pablo en el Areópago 
de Atenas, donde nació Clemente, hizo el primer intento de diálogo con la 
filosofía griega –en gran parte fue un fracaso- , pero le dijeron: “Otra vez te 
escucharemos”. Ahora Clemente retoma este diálogo y lo ennoblece al máximo 
en la tradición filosófica griega”

(Benedicto XVI. Grandes maestros de la Iglesia de los primeros siglos, p. 60 y s.)

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6 de septiembre 2020

                           VIDAS EJEMPLARES (1)  San Juan Crisóstomo  

“Nacido en torno al año 349 en Antioquía de Siria (actualmente Antakya-Turquía), desempeñó allí su ministerio presbiteral durante cerca de once años, hasta el año 397, cuando, nombrado obispo de Constantinopla, ejerció en la capital del Imperio el 
ministerio episcopal antes de los dos destierros, que se sucedieron a breve distancia 
uno del otro, entre los años 403 y 407.

Huérfano de padre en tierna edad, vivió con su madre, Antusa, que le transmitió una exquisita sensibilidad humana y una profunda fe cristiana. Después de los estudios primarios y superiores, coronados por los cursos de filosofía y retórica, tuvo como 
maestro a Libanio, pagano, el más célebre retórico de su tiempo. En su escuela, 
san Juan se convirtió en el mayor orador de la antigüedad griega.

Bautizado en el año 368 y formado en la vida eclesiástica por el obispo Melecio, 
fue por él instituido lector en el año 371. Este hecho marcó la entrada oficial de 
Crisóstomo en la carrera eclesiástica. Del 367 al 372, frecuentó el Asceterio, 
una especie de seminario de Antioquía, junto a un grupo de jóvenes, algunos 
de los cuales fueron obispos, bajo la guía del famoso exegeta Diodoro de Tarso, 
que encaminó a san Juan a la exégesis histórico-literal, característica de la 
tradición antioquena.

Después se retiró durante cuatro años entre los eremitas del cercano monte Silpio. 
En ese período se dedicó totalmente a meditar “las leyes de Cristo”, los evangelios y especialmente las cartas de Pablo. Entre los años 378 y 379 regresó a la ciudad. 
Diácono en el 381 y presbítero en el 386, se convirtió en un célebre predicador en las iglesias de su ciudad. Pronunció homilías contra los arrianos, seguidas de las conmemorativas de los mártires antioquenos y de otras sobre las principales 
festividades litúrgicas: se trata de una gran enseñanza de la fe en Cristo, también 
a la luz de sus santos.

Al final de su vida, desde el destierro en las fronteras de Armenia, “el lugar más 
desierto del mundo”, san Juan, enlazando con su primera predicación del año 386, 
retomó un tema muy importante para él: Dios tiene un plan para la humanidad, un plan “inefable e incomprensible”, pero seguramente guiado por el amor (cf. Sobre la 
Providencia 2,6). Esta es nuestra certeza. Aunque no podamos descifrar los detalles 
de la historia personal y colectiva, sabemos que el plan de Dios se inspira siempre 
en el amor. Por su parte, el santo obispo cooperó a esta salvación con generosidad, 
sin escatimar esfuerzo, durante toda su vida. De hecho, consideraba como fin último 
de su existencia la gloria de Dios que, ya moribundo, dejó como último testamento: 
“¡Gloria a Dios por todo!”

(Catequesis de Benedicto XVI, Grandes maestros de la Iglesia de los primeros siglos, p. 159)

Una de sus obras más conocida, los seis libros Sobre el sacerdocio, 17 tratados, 
más de 700 homilías, comentarios a san Mateo y san Pablo, y 241 cartas. 
Algunas de sus enseñanzas o recomendaciones:

“No quiero dejar pasar un solo día sin alimentaros con los tesoros de la Sagrada Escritura”.
“También a ti el bautismo te hace rey, sacerdote y profeta”.
(Homilía 2ª Carta a los Corintios 3,5)
“Es de gran ayuda saber qué es la criatura y qué es el Creador”. (Comentario del Génesis)
“También a ti el bautismo te hace rey, sacerdote y profeta” (Homilía 2 Cor 3,5)

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