domingo, 25 de julio de 2021

 

        SAN BENITO ABAD  (también de Nursia)
No anteponer nada al amor de Cristo   (Regla 4, 21)

“Patriarca de los monjes de Occidente. Pertenece a la nobleza provincial, sus padres cuidan su formación, tanto religiosa como profana. Una hermana gemela,, Escolástica, es también santa. 
Hacia los 20 años marcha a Roma, donde recibe una formación retórica. Son los tiempos de 
Teodorico, y la ciudad, con un cristianismo aún reciente, conserva bastantes vicios. Benito la 
abandona para hacerse eremita. Retirado en Subiaco, organiza su vida ascética y define su 
manera  de entender el apartamiento del mundo. Su fama se extiende, al tiempo que los patricios romanos le envían a sus hijos para que les forme. Con ellos funda 12 monasterios.

Posteriormente, se retira a Montecassino, en donde escribe su Regla, tras haberla vivido y probado personalmente. Contiene un código moral (abnegación de sí mismo, obediencia y trabajo), un código disciplinar (verdadero acierto, pues supone el monasterio como una familia, 
al tiempo que exhorta con sabia sencillez a evitar la gula y el exceso) y un código político, que define la figura del abad. La Regla es el fruto de una mente práctica y experimentada, que busca hacer más asequible la vida monástica a los hombres de su tiempo. Benito, según le describe S. Gregorio, era un hombre reflexivo, serio, de rostro sereno y apacible, amante del orden, metódico y práctico, que aconsejaba a sus discípulos “no anteponer nada al amor de Cristo”. Su Regla tiene aún plena vigencia en 225 monasterios de benedictinos, 80 abadías, 83 abadías trapenses (cistercienses reformados) y 227 conventos de benedictinas (1970).

Aunque Benito es considerado el fundador de la Orden de su nombre, nunca pretendió fundar una Orden religiosa, sino reglamentar un monasterio. Aun cuando previó que otros cenobios 
adoptarían su código de vida monástica, no establece lazo de unión entre ellos. Así, pues, la orden de S.B. no constituye una familia monástica perfectamente homogénea, unificada y centralizada. El nombre genérico de Orden de S.B. designa las corporaciones monásticas 
(excepto los cistercienses) que adoptan como norma de vida la regla atribuida a Benito. En 1893 
se constituye la Confederación de congregaciones benedictinas, bajo la presidencia de un abad primado, sin renunciar cada una de ellas a su independencia” 
                                                    (Ediciones Rialp, Biografías, quinta edición 1987, p. 48-49)

“San Benito califica la Regla como “mínima, escrita sólo para el inicio” (73,8: pero, en realidad,
ofrece indicaciones útiles no sólo para los monjes, sino también para todos los que buscan
orientación en su camino hacia Dios. Por su moderación, su humanidad y su sobrio 
discernimiento entre lo esencial y lo secundario en la vida espiritual, ha mantenido su fuerza iluminadora hasta hoy.

Para crear una unidad nueva y duradera, ciertamente son importantes los instrumentos políticos, económicos y jurídicos, pero es necesario también suscitar una renovación ética y espiritual
que se inspire en las raíces cristianas del continente. De lo contrario no se puede reconstruir
Europa. Sin esta savia vital, el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir a la antigua 
tentación de querer redimirse por sí mismo, utopía que de diferentes maneras, en la Europa 
del siglo XX, como puso de relieve el papa Juan Pablo II, provocó “una regresión sin 
precedentes en la atormentada historia de la humanidad” (Discurso a la asamblea plenaria del 
Consejo pontificio para la cultura, 12 de enero de 1990” 
                                     (Benedicto XVI, Grandes maestros de la Iglesia de los primeros siglos, p. 320)

San Benito Abad, patrón de Europa y Patriarca del monasticismo occidental. Su lema es: 
Ora et labora”, representado emblemáticamente por el arado y la cruz.

La Carta Apostólica Pacis nuntius (Mensajero de paz), del Papa Pablo VI, de fecha 
24 de octubre 1964, es proclamado patrono de Europa.
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Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
siguiendo el Año litúrgico. Del 25 al 31 de julio 2021
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Virtud de la fortaleza
      La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y 
la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las 
tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. 
                                               (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 1808)
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Día 25. DOMINGO. SANTIAGO APÓSTOL, patrono de España, siglo I. 
Domingo XVII del Tiempo Ordinario,   Ciclo B, año impar
Los obispos, sucesores de los apóstoles, nº 861-862

Día 26. Lunes. Santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María.
Lugares favorables para la oración, nº 2691

Día 27. Martes de la semana XVII del Tiempo Ordinario.
Santa Natalia, mártir, siglo IX
La vida de oración, nº 2697-2699

Día 28. Miércoles de la semana XVII del Tiempo Ordinario.
Santos Nazario y Celso, mártires, siglo I
La oración vocal, nº 2700-2704

Día 29. Jueves. Santa Marta, hermana de María y Lázaro.
La meditación, nº 2705-2708

Día 30. Viernes de la semana XVII del Tiempo Ordinario
San Pedro Crisólogo, obispo y doctor de la Iglesia, 380-450
La oración de contemplación, nº 2709-2719

Día 31. San Ignacio de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús, 1491-1556
El combate de la oración, nº 2725-2728
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miércoles, 21 de julio de 2021

 

                           LA  ESPERANZA  CRISTIANA, 1ª parte
Nos hiciste, ¡oh Señor!, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti.
 
   Entre las virtudes que dejan más profunda huella en el ánimo humano, que de modo más manifiesto influyen sobre la vida y el obrar de los hombres, está la virtud cristiana, teologal, de la esperanza. Un mismo hombre, en efecto, según viva bajo el hálito de la esperanza o yazca bajo el peso de la desesperación, se nos presenta  -y es de verdad-  como  un gigante o como un pigmeo. En nuestra convivencia y en nuestro trato con los hombres somos cada día testigos  -no sin sorpresa ni pena-  de estas sorprendentes transformaciones; pues quizá más que ningún otro nuestro siglo adolece de la carencia de esta virtud.  ¡Cuántas filosofías, cuántas actitudes, cuántos estados anímicos de los hombres de nuestro tiempo ahondan sus raíces en almas sin esperanza, que se debaten entre la angustia y el miedo, una angustia que nada puede desatar, un miedo que nada puede alejar!

   La verdad, amigo mío, es que el hombre no puede vivir sin esperanza. La esperanza es la llamada del Creador, principio y fin de nuestra vida, al cual ninguna criatura humana puede escapar; es la voz del Redentor que desea ardientemente la salvación de todos los hombres (qui vult omnes homines salvos fiere, que quiere que todos los hombres se salven): nadie puede, sin perder la paz del alma, negarse a escucharla; es la profunda nostalgia de Dios, que El mismo dejó en  nosotros  -como don maravilloso-  tras haber llevado a cabo, para cada uno de nosotros, aquellas inefables “obras de sus manos” que, en el lenguaje de los teólogos, se llaman Creación, Elevación y Redención.

   Esta profunda nostalgia del corazón humano, pocos han sabido expresarla al través de los siglos cristianos con aquel suasorio tono de conocimiento adquirido, con aquellos conmovidos acentos de experiencia sufrida con los que la expresó San Agustín. Escritor de elevada intuición y de profundos estados de ánimo, supo definir en un grito de su gran espíritu toda la condición del hombre, transeúnte por esta tierra: Fecisti nos, Domine, ad Te, et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in Te, nos hiciste, ¡oh Señor!, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti.

   Detengámonos por un instante sobre esta frase para tratar de hacer luz sobre nuestro pesar y darnos una razón de nuestras ansiedades. La nostalgia que cada uno de nosotros lleva en sí no se puede eliminar, no se puede desarraigar: arraigada en nuestra misma persona humana, que está destinada a ver un día a Dios y a gozar para siempre de El, esta nostalgia será siempre nuestra compañera de viaje, la amiga de las horas alegres y tristes de nuestra jornada terrena. Sin embargo, puede  –y debe-  ser aliviada, y tal es el cometido de la virtud de la esperanza. En la segunda parte de la frase agustiniana se abre, en efecto, como un respiradero: “…donec requiescat in Te”.Si ese respiradero se cerrase, la inquietud y la nostalgia se volverían desesperación y angustia.

   Mientras estemos en camino, mientras seamos viandantes sobre esta tierra, llevaremos con nosotros, hermano mío, la nostalgia de Dios y una oscura inquietud, engendrada por la incertidumbre acerca de la  consecución de nuestro último fin (pues nadie puede, en efecto, salvo privada revelación de Dios, sentirse cierto se su propia salvación eterna): nostalgia e inquietud que pueden  -y deben, que ahora ya estamos convencidos de ello-  ser aliviadas por la esperanza cristiana.
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Del libro Ascética meditada, Salvador Canals, Colección Patmos, p. 50-53)
 

domingo, 18 de julio de 2021

 

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
siguiendo el Año litúrgico. Del 18 al 24 de julio 2021
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Virtud de la justicia
      La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de
dar a Dios y prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada
“virtud de la religión”. Para los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos
de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve
la equidad respeto a las personas y al bien común.

                                          (Catecismo de la Iglesia , 2ª edición, núm. 1807 (2095,2401)
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Día 18. DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B, año impar
La oración de acción de gracias, nº 2637-2638

Día 19. Lunes de la semana XVI del Tiempo Ordinario.
San Arsenio, anacoreta siglo VI
La oración de alabanza, nº 2639-2643

Día 20. Martes de la semana XVI del Tiempo Ordinario.
San Apolinar, obispo y mártir, siglo I
Las fuentes de la oración (I) nº 2650-2655

Día 21. Miércoles de la semana XVI del Tiempo Ordinario.
San Lorenzo de Brindis, religioso capuchino, doctor de la Iglesia, 1559-1619
Las fuentes de la oración (II) nº 2656-2660

Día 22. Jueves. Santa María Magdalena, fiesta, siglo I
El camino de la oración, nº 2663-2669

Día 23. Viernes. Santa Brígida, fundadora, patrona de Europa, fiesta, siglo XIV
Una pléyade de testigos, nº 2683-2684

Día 24. Sábado de la semana XVI del Tiempo Ordinario.
Santa Cristina, virgen y mártir, siglo III
Servidores de la oración, nº 2685-2690
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viernes, 16 de julio de 2021

 

              

LOS CREADORES DE EUROPA: Benito, Gregorio, Isidoro y Bonifacio
Los fundamentos de la politeía cristiana

Presentamos una valiosa publicación: Los creadores de Europa, su autor, Luis Suárez Fernández, editado por Ediciones Universidad de Navarra, y hacemos algunos breves 
comentarios, sobre el citado, primera reimpresión, marzo 2006, 286 p. ISBN, 84-313-2262-4
 
“Sobre este mensaje, formulado en tres etapas, aunque constituyen una sólida e íntima unidad, se impone a los historiadores un profundo acto de reflexión, comenzando por descubrir aquellos hombres que fueron capaces de realizar la primera síntesis de la que todo ha venido después. Pues la “europeidad” es resultado de una fusión que el Cristianismo fue capaz de realizar entre tres herencia que afectan a la naturaleza humana: Trascendencia absoluta, de acuerdo con la revelación a Israel, Antropocentrismo helénico, y Jurisprudencia romana que hizo del hombre persona. Europa es patrimonio cultural y no tan solo una estructura política o económica, como a veces nos sentimos tentados a creer. Estudio de cuatro protagonistas: Benito, Gregorio, Isidoro y Bonifacio. (…)


Verdad y libertad. El cristianismo ha aportado los elementos esenciales para conformación de la “europeidad”. A mediados del siglo XV Pío II (Eneas Silvio Piccolomini) restableció el término Europa al comprobar la existencia de otras Cristiandades distintas. Y entonces comenzó el “rapto de Europa” como recomendaba llamarlo Luis Díaz del Corral: las nuevas sociedades y algunas muy antiguas, se adueñaron de la “europeidad”. De ahí que podamos considerar a Estados Unidos, Argentina o Australia y a tantas otras naciones como esencialmente europeas.

Noción correcta de progreso. Los primeros grandes maestros cristianos que se enfrentaron a un mundo arruinado que pretendían reconstruir, sin descalificaciones ni aborrecimientos, afirmaron que una de las tareas esenciales asignadas al hombre, junto al trabajo –ut operaretur- consistía en descubrir el orden de la Naturaleza creada por Dios, reconociendo en ella un acto de amor. Añadieron que si el hombre había descubierto nuevos recursos para actuar en ella, como la herradura, el molino de agua o la polea, debían congratularse y no impedirlo, siempre y cuando se empleasen en el servicio del hombre y de acuerdo con la ley moral.

Un encuentro decisivo. En torno al año 580 de nuestra era coincidieron en Constantinopla dos hombres cuyo trabajo resultaría decisivo en la construcción de “europeidad”. Algunos coetáneos se dieron cuenta de la importancia que revestía dicho encuentro. El monje que pasó a limpio el que llamamos Códice Vigiliano incluyó una viñeta en la que los presenta sentados frente a frente moviéndonos a formular la pregunta: ¿de qué hablaron? Sin duda, por los textos que han llegado a conservarse, del final del Imperio romano y del mundo que empezaba a emerger entre las brumas. (…)

Nuevas dimensiones. Era entonces patriarca de Constantinopla, un personaje importante, Juan el Ayunador. Todos coincidían en la romanidad, que era fuerte nostalgia del pasado y también motivo de angustia porque parecía tocarse su fin: Leandro y Gregorio se expresaban correctamente en latín pero en cuanto al griego tropezaban con serias dificultades. Sin duda, Gregorio se refirió a su gran proyecto para llevar a los anglosajones la luz de la fe, abriendo puertas a un mundo nuevo. (…)

Al fin, Europa. Pues Europa, un nombre que emplea precisamente Beda para designar a las cinco diócesis germanizadas que formaban la Cristiandad latina, es una herencia del Imperio romano después de que las nuevas naciones la asumieran abrazando la fe católica y despojándose del arrianismo. El emperador Teodosio, en las postrimerías del siglo IV, había tenido que reconocer la existencia de dos ecúmenes distintos, latino y griego, con caracteres específicos que se evidenciaban también en la Cristiandad “(…)

viernes, 9 de julio de 2021

 

         DESCUBRIR  LA  VOCACIÓN  CRISTIANA: ILUSIONANTE  RETO
           Maestro bueno, ¿qué puedo hacer para heredar la vida eterna? (San  Lucas, 18, 18)
 
    Algunos –muchos-, desean vivir con seriedad y verdadera responsabilidad la vocación cristiana. Quizá nos puede ayudar la lectura de la misiva que se reseña a continuación. Tal vez, también puede ser de utilidad a nuestros amigos y  conocidos;  pues se nos recomienda, que la Doctrina cristiana, el dar a conocer a Jesucristo, son temas serios, profundos,  los que debemos proponer y sugerir con sencillez y naturalidad.

 
 “Si me preguntáis cómo se nota la llamada divina, cómo se da uno cuenta, os diré que es una visión nueva de la vida. Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros; es un impulso misterioso, que empuja al hombre a dedicar sus más nobles energías a una actividad que, con la práctica, llega a tomar cuerpo de oficio. Esa fuerza vital, que tiene algo de alud arrollador, es lo que otros llaman vocación.
La vocación  nos lleva –sin darnos cuenta- a tomar una posición en la vida, que mantendremos con ilusión y alegría, llenos de esperanza hasta en el trance mismo de la muerte. Es un fenómeno que comunica al trabajo un sentido de misión, que ennoblece y da valor a nuestra existencia. Jesús se mete con un acto de autoridad en el alma, en la tuya, en la mía: ésa es la llamada. (…)
Al suscitar en estos años su Obra, el Señor ha querido que nunca más se desconozca o se olvide la verdad de que todos deben santificarse, y de que a la mayoría de los cristianos les corresponde santificarse en el mundo, en el trabajo ordinario. Por eso, mientras haya hombres en la tierra, existirá la Obra. Siempre se producirá este fenómeno: que haya personas de todas las profesiones y oficios, que busquen la santidad en su estado, en esa profesión o en ese oficio suyo, siendo almas contemplativas en medio de la calle. (…)
A la vuelta de tantos siglos, quiere el Señor servirse de nosotros para que todos los cristianos descubran, al fin, el valor santificador y santificante de la vida ordinaria   –del trabajo profesional-  y la eficacia del apostolado de la doctrina con el ejemplo, la amistad y  la confidencia.
Quiere Jesús, Señor Nuestro, que proclamemos hoy en mil lenguas –y con don de lenguas, para que todos sepan aplicárselo a sus propias vidas-,  en todos los rincones del mundo, ese mensaje viejo como el Evangelio, y como el Evangelio nuevo”
                                                +++++++++++++++++++++++++++++++++
 
Carta 9-I-1932. En  esta Carta Josemaría Escrivá trata del carácter universal y perenne del Opus Dei
al servicio de la Iglesia, glosando con detalle la vida espiritual a la que esta llamada invita. invita.                        

domingo, 4 de julio de 2021

 



Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
siguiendo el Año litúrgico. Del 11 al 17 de julio 2021
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Virtud de la prudencia
    La prudencia es, por tanto, causa, raíz, “madre”, medida, ejemplo, gula y
razón formal de las virtudes morales; en todas esas virtudes influye sin
excepción, suministrando a cada una el complemento que le permite el logro
de su propia esencia; y todas participan de ella, alcanzando, merced a tal 
participación, el rango de virtud. (J. Pieper, Las virtudes fundamentales, p. 39)
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Día  11.DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO.   Ciclo B, año impar
San Benito, abad, patrón de Europa, 480-547
Nada se anteponga a la dedicación a Dios, nº 345-349
 
Día  12.Lunes de la semana XV del Tiempo Ordinario.
San Juan Gualberto, abad
Jesús enseña a orar, nº 2607-2615
 
Día  13.Martes de la semana XV del Tiempo Ordinario.
San Enrique, emperador, siglo X-XI
Jesús escucha la oración, nº 2616
 
Día  14.Miércoles de la semana XV del Tiempo Ordinario.
San Camilo de Lelis, fundador Comunidad de los Siervos de los Enfermos, 1550-1624
En el tiempo de la Iglesia, nº 2623-2625
 
Día 15. Jueves. San Buenaventura, obispo y doctor de la Iglesia, siglo XIII
La bendición y la adoración, nº 2626-2628
 
Día 16. Viernes. Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.
La oración de petición, nº 2629-2633
 
Día 17. Sábado de la semana XV del Tiempo Ordinario.
San Alejo, laico, siglo V
La oración de intercesión, nº 2634-2636
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viernes, 2 de julio de 2021

                

EL CAMINO REAL, 2ª parte y última

“Debes mirar a la cruz con fe y llevarla con amor. Sin sentirte jamás, ni siquiera por un solo instante, víctima. La cruz no hace víctimas…,¡hace santos! No provoca caras tristes, sino rostros alegres. Quien vive así, comprende que la víctima es una sola: Jesucristo, que padeció y murió por todos, que padeció y murió en el abandono.

Nosotros los cristianos -tú y yo-, cuando llevamos la cruz de Cristo somos felices, descubrimos la única y verdadera felicidad, que es participación de la felicidad de Dios. Pero si queremos llevar la cruz que nos hace discípulos “cada día” -quotidie-, debemos descubrirla. Y éste ha de ser nuestro primer propósito: abrir bien los ojos del alma, los ojos de la fe, para descubrir la cruz de Cristo en nuestra vida.

¿Cuál será, para ti, pues, la cruz de Cristo? Escucha, amigo mío: ¿qué es lo que te cuesta mayor esfuerzo en tus jornadas? Porque aquello es la cruz del Redentor para ti. Aquellas poderosas tentaciones que te asaltan, tu salud maltrecha, tu duro y extenuante trabajo, esos defectos de carácter que te humillan, los defectos de las personas que viven a tu lado, que te hacen sufrir…Ten visión sobrenatural! He ahí la cruz de Cristo para ti. Proponte firmemente reconocerla y abrazarla, cuando la vislumbres en tu camino de cada día. Pide al Señor que te descubra el misterio de la Cruz, y caminarás a pasos de gigante por la vía de la santidad.

Y ahora que conoces cuál es la cruz de Cristo, ahora que conoces su valor y su necesidad, 
¡qué fácil será llevarla! Llévala con alegría, con amor. Llévala generosamente, y aprende a 
esconderla a los ojos de los que te rodean, como se esconde un tesoro. Escóndela tras una sonrisa generosa y descubrirás el sentido  -dentro, en lo profundo de tu alma- de las palabras 
del Señor: Iugum meum suave est et onus meum leve, mi yugo es suave y mi carga, ligera. 
Porque El, el buen Cirineo de las almas, te ayudará a llevarla.

Y no te limites a llevar tu cruz: lleva generosamente también la cruz de tus hermanos. Pero, sobre todo, enséñales el valor de la cruz. Ruega al Señor por ellos, para que sepan descubrir y amar la cruz en todo aquello que les preocupa o les angustia, en aquello que le hace sufrir.

La cruz, sólo la santa Cruz, dará eficacia y fecundidad a tu vida de apóstol. Cum exaltatus fuero a terra, omnia traham ad Meipsum: si fuere levantando de la tierra, atraeré a todos a Mí: cuando yo sepa estar sobre la cruz con amor, como Jesucristo, entonces atraeré a Ti –al Señor- a todas las almas que me rodeen; entonces seré verdaderamente corredentor con Cristo.

Pero no olvides que María Santísima, la Reina de los mártires, es también Reina de la paz. Acércate a Ella, pues, con confianza. Para hacerle compañía, a los pies de la cruz”.
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Del libro Ascética meditada, Salvador Canals, Colección Patmos, p. 48-50)