domingo, 31 de julio de 2022

 

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo el
Año litúrgico, del 31 de julio al 6 de agosto 2022
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Siempre la Ejemplaridad
     La vida se asemeja a un viaje por el mar de la historia,
a menudo oscuro y tenebroso, un viaje en el que escudriñamos
los astros que nos indican la ruta. Sin embargo, las verdaderas
estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir
rectamente.  Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es
ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas
las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos
también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz
de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía.
                  (Papa Benedicto XVI, Encíclica Spe salvi, n. 49)
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                               Ciclo C, año Par
Día 31. DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO.
Necesidad de una humilde vigilancia, n. 2729-2733+
 
Día 01. lunes, San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia.
La confianza filial, n. 2734-2737
 
Día 02. martes de la semana XVIII del Tiempo Ordinario.
La oración es eficaz, n. 2738-2741
 
Día 03. miércoles de la semana XVIII del Tiempo Ordinario.
Perseverar en el amor, n. 2742-2745
 
Día 04. jueves, San Juan María Vianney, presbítero
La oración en la hora de Jesús, n. 2746-2751
 
Día 05. viernes de la semana XVIII del Tiempo Ordinario.
Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor.
La oración del Señor: “Padre nuestro”, n. 2759-2760
 
Día 06. sábado, TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR, fiesta.
La voz del Padre designa a Cristo como Hijo amado, n. 444-445
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jueves, 28 de julio de 2022

 

QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA DEL ESPÍRITU SANTO,

Y NACIÓ DE MARÍA VIRGEN
Artículo 3, segunda y última parte 

     “Al decir que se hizo hombre, quedan destruidos todos los errores enumerados y cualquiera otros que pudieran mencionarse, y singularmente el de Eutiques (monje griego, iniciador de la herejía monofisita), quien afirmó que se había producido una fusión, es decir, que de la naturaleza divina y la humana había resultado una única naturaleza, la de Cristo, la cual no es ni meramente Dios ni mero hombre. Pero esto es falso, porque entonces no sería hombre; va contra la profesión del Símbolo que dice: “Y se hizo hombre”.

     Queda también destruido el error de Nestorio (Obispo de Constantinopla (413) la herejía nestoriana todavía pervive en Oriente), que aseguró que la unión del Hijo de Dios con el hombre había consistido únicamente en habita en un hombre. Pero esto es falso, porque entonces no sería hombre, sino en-hombre; que fue hombre lo dice claramente el Apóstol: “Hallado en su condición como hombre” (Philp 2,7); “¿Por qué tratáis de matarme a mí, un hombre que os he dicho la verdad que oí de Dios?” (Jn 8,40).
     De todo lo dicho podemos deducir algunas consecuencias para nuestra edificación:
     En primer lugar, se robustece nuestra fe. Si alguien contase cosas relativas a una tierra lejana donde nunca hubiese estado, no se le creería como si hubiera estado allí. Antes de venir Cristo al mundo, los Patriarcas, los Profetas y Juan Bautista contaron cosas relativas a Dios; sin embargo, los hombres no les creyeron como a Cristo, que había estado junto a Dios, más aún, que era una misma cosa con Él. Por tanto, bien segura es nuestra fe, puesto que Cristo mismo nos la legó. “A Dios nadie lo vio jamás; el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él mismo lo ha contado” (Jn 1,18).
     En segundo lugar, estas verdades aumentar nuestra esperanza. Es evidente que el Hijo de Dios no vino a nosotros, tomando nuestra carne, por una fruslería, sino para gran utilidad nuestra: realizó una especie de intercambio, es decir, tomó cuerpo y alma, y se dignó nacer de la Virgen, para prodigarnos a nosotros su divinidad; se hizo hombre para hacer al hombre Dios. “Por quien tenemos entregada por la fe a esta gracia, en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria d ellos hijos de Dios” (Rm 5,2)
      En tercer lugar, se encuentra la caridad. En efecto, ninguna prueba hay tan patente de la caridad divina como el que Dios, creador de todas las cosas, se hiciera criatura, que nuestro Señor se hiciera hermano nuestro, que el Hijo de Dios se hiciera hijo de hombre. “De tal manera amó Dios al mundo que le entregó su Hijo Unigénito” (Jn 3,16).
     En cuarto lugar, estas verdades nos impulsan a conservar pura nuestra alma. La naturaleza humana fue tan ennoblecida y sublimada por su unión con Dios, que quedó vinculada a la suerte de una Persona divina; por ello el Ángel después de la Encarnación no toleró que San Juan lo adorara, cosa que antes había consentido incluso a los más grandes patriarcas. Y así el hombre, considerando y recordando esta sublimación, debe rehusar envilecerse a sí mismo y su naturaleza por el pecado; escribe San Pedro: “ Por él nos ha dado muy grandes y preciosas promesas, para que por ellas seamos hechos partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción de la concupiscencia que hay en el mundo” (2 Pet 1,4).
     En quinto lugar, encienden en nosotros el deseo de encontrarnos con Cristo. Si uno tuviera un hermano rey, y se hallara lejos de él, desearía marchar encontrarse y vivir con él. Siendo Cristo hermano nuestro, debemos desear estar con Él, reunirnos con Él. El Apóstol sentía deseos de morir y estar con Cristo; estos deseos crecen en nosotros a considerar su Encarnación”.
                     (Santo Tomás de Aquino, Escritos de catequesis, Artículo 3, segunda y última parte)

domingo, 24 de julio de 2022

 
Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo el
Año litúrgico, del 24 al 30 de julio 2022
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Vida de fe, profunda, ilustrada
    Buscad a Jesús esforzándoos en conseguir una fe personal profunda
que informe y oriente toda vuestra vida; pero sobre todo que sea
vuestro compromiso y vuestro programa amar a Jesús, con un amor
sincero, auténtico y personal. Él debe ser vuestro amigo y vuestro
apoyo en el camino de la vida. Solo Él tiene palabras de vida eterna.
      (Juan Pablo II, Discurso a los estudiantes Instituto Miguel Ángel, México, 30, I, 1979)
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                               Ciclo C, año Par
Día 24. DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO.
Santa Cristina, virgen y mártir, Bolsena/Italia, siglo III.
Lugares favorables para la oración, n. 2691
 
Día 25. lunes, Santiago Apóstol, patrono de España, solemnidad, siglo I.
Los obispos sucesores de los Apóstoles, n. 861-862
 
Día 26. martes, Santos Joaquín y Ana, padres de la Bienaventurada
Virgen María, Abuelos de Jesús.
La vida de oración, n. 2697-2699
 
Día 27. miércoles de la semana XVII del Tiempo Ordinario.
Santa Natalia, mártir, siglo IX.
La oración vocal, n. 2700-2704
 
Día 28. jueves de la semana XVII del Tiempo Ordinario.
Santos Nazario y Celso, mártires, siglo I.
La meditación, n. 2705-2708
 
Día 29. viernes, Santa Marta, hermana de Lázaro y María.
La oración de contemplación, n. 2709-2719
 
Día 30. sábado, de la semana XVII del Tiempo Ordinario.
Las objeciones a la oración, n. 2725-2728
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jueves, 21 de julio de 2022

 

QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA DEL ESPÍRITU SANTO,
Y NACIÓ DE MARÍA VIRGEN
Artículo 3, primera parte
     “El cristiano no sólo tiene que creer en el Hijo de Dios, según acabamos de explicar, 
sino también en su Encarnación. Por eso san Juan, tras exponer muchos conceptos sutiles y elevados, a renglón seguido habla de la Encarnación diciendo: “Y la Palabra se hizo carne” 
(Jn 1,14).
     Para que podamos comprender algo en torno a esta verdad, voy a declararla con un par ejemplos. Nada hay tan semejante al Hijo de Dios como una palabra concebida en nuestra mente y no pronunciada. Mientras permanece en la mente del hombre, nadie conoce esa palabra sino quien la ha concebido. Así ocurre con la Palabra de Dios. Mientras estaba en la mente del Padre, sólo el Padre la conocía; una vez que se revistió de carne, como la palabra de voz, comenzó a manifestarse y a darse a conocer. “Después de esto fue visto en la tierra, y trató con los hombres” (Bar 3,38).
     Segundo ejemplo: una palabra pronunciada, aunque por medio del oído es conocida, sin embargo ni se ve ni se toca; pero se ve y se toca cuando queda escrita en un papel. Así también, la Palabra de Dios se hizo visible y tangible cuando quedó como escrita en nuestra carne: y el igual que al papel en que está escrita la palabra del rey es llamado palabra del rey, de la misma manera el hombre a quien se unió la Palabra de Dios en una única hipótesis es llamado Hijo de Dios. “Tómate un libro grande y escribe en él con estilo de hombre” (Is 8,1); por ello los Santos Apóstoles dijeron: “Que fue concebido por obra del Espíritu Santo, y nació de María Virgen”.
     Muchos erraron en este punto; por lo cual los santos padres del Concilio de Nicea añadieron en otro Símbolo algunas precisiones, con las que ahora todos los errores quedan destruidos.
     Orígenes dijo que Cristo había nacido y venido al mundo para salvar incluso a los demonios, y afirmó que al fin del mundo todos los demonios se salvarían. Pero esto va contra la Sagrada Escritura, que dice: “Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt 25,41). Para rechazar este error se añadió: “que por nosotros los hombres (no por los demonios) y por nuestra salvación”. En lo cual se manifiesta más particularmente el amor de Dios por nosotros.
     Fotino admitió que Cristo había nacido de la Santísima Virgen; pero agregó que era un mero hombre, que por vivir bien y cumplir la voluntad de Dios mereció ser hecho hijo de Dios, como los demás santos. Contra esto se dice: “Bajé del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Jn 6,38). Está claro que no hubiese bajado si no hubiera estado allí, y si hubiera sido mero hombre, no habría estado en el cielo. Para rechazar este error se añadió: “Bajó del cielo”.
     Manes (14.IV.216, su doctrina se denomina maniqueísmo), enseñó que, aunque el Hijo de Dios existió siempre, y bajó del cielo, sin embargo, no tuvo una carne verdadera, sino sólo aparente. Pero esto es falso; por tanto, si aparentó verdadera carne, es que la tuvo. Por eso dijo: “Palpad, y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lc 24,39). Para rechazar este error añadieron: “Y se encarnó”.
     Ebión (fundador de la secta de los ebionitas, desviación cristiana judaizante siglos 1 al IV), que era de linaje judío, afirmó que Cristo había nacido de la Santísima Virgen, pero por unión con varón y de semen viril. Esto es falso, puesto que el Ángel dijo: “pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo” (Mt 1,20).
     Arrio y Apolinar defendieron que, aunque Cristo era la Palabra de Dios, y nació de María Virgen, sin embargo, no tuvo alma, sino que el puesto del alma lo ocupó en Él la divinidad. Esto es contrario a la Escritura: porque Cristo dijo: “Ahora mi alma está turbada” (Jn 12,27); “Triste está mi alma hasta la muerte” ((Mt 26,38). Para rechazar este error añadieron los santos padres: “Y se hizo hombre”. El hombre consta de alma y cuerpo; por tanto, tuvo evidentemente todo lo que un hombre puede tener, exceptuando el pecado” continua
 
   (Santo Tomás de Aquino, Escritos de catequesis, Artículo 3, primera parte, p.53-57,  
    Colección Patmos, Ediciones Rialp)

domingo, 17 de julio de 2022

 Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo el
Año litúrgico, del 17 al 23 de julio 2022
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Los fieles católicos
     El Santo Concilio dirige su pensamiento, en primer lugar, a los fieles

católicos. Basándose en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña
que esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. Pues sólo
Cristo, que se nos hace presente en su Cuerpo, que es la Iglesia, es el
Mediador y el camino de salvación. El mismo, al inculcar expresamente
la necesidad de la fe y del bautismo (cfr. san Marcos 16,16; san Juan 3,5),
confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en donde los
hombres entran por medio del bautismo, como por la puerta.
               (Concilio Vaticano II, Constitución dogmática “Lumen gentium” n. 14)
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                       Ciclo C, año Par
Día 17. DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO.
San Alejo, laico, siglo V.
La oración de acción de gracias, n. 2637-2638

Día 18. lunes, de la semana XVI del Tiempo Ordinario.
Santa Marina, virgen y mártir, siglo II.
La oración de alabanza, n. 2639-2643

Día 19. martes de la semana XVI del Tiempo Ordinario.
San Arsenio, anacoreta, siglo VI.
La Tradición de la oración (I) n. 2650-2655

Día 20. miércoles de la semana XVI del Tiempo Ordinario.
San Apolinar, obispo y mártir, siglo I.
La Tradición de la oración (II) n. 2656-2660

Día 21. jueves de la semana XVI del Tiempo Ordinario.
San Lorenzo de Brindis, religioso, doctor de la Iglesia, 1559-1619.
El camino de la oración, n. 2663-2669

Día 22. viernes. Santa María Magdalena, fiesta, siglo I.
Una pléyade de testigos, n. 2683-2684

Día 23. sábado. Santa Brígida, religiosa, patrona de Europa, fiesta, siglo XIV.
Servidores de la oración, n. 2685-2690
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miércoles, 13 de julio de 2022

                                     DIALOGAR: UNA VIRTUD PARA CONVIVIR 
                                           EL DIÁLOGO COMO ERROR

       Discutir por discutir. Se tienen a veces diálogos improcedentes, inútiles, conflictivos, que más que unir separan. Y hay personas inclinadas a provocarlos; quien conversa con ellos se encuentra sin más con una polémica imprevista, no deseada.

   Con estas personas cualquier motivo -idea o palabra- basta para que comience una discordia que puede acabar en altercado. Son personas tozudas que se aferran a una posición y no ceden, exigen del otro que admita su idea, si escuchan, es para corregir lo que le dicen, siempre rechazan, insisten…
     Hay personas que nunca callan. Existen muchas personas que son como la radio: su voz es un río constante que no cesa y aturde a los de alrededor. A su lado es imposible decir algo: no hay pausa ni respiro ni lugar para intervenir.
     Desconocen el silencio porque no lo llevan dentro, y pueden destruir el silencio íntimo de los demás. La Sagrada Escritura nos dice que los sabios ocultan su saber, la boca del necio anuncia la confusión.
      Al hablar demasiado se corre también el riesgo de hacer daño: es fácil derivar a la crítica y a la murmuración y la indiscreción: “de callar no te arrepientas nunca: de hablar, muchas veces” (Josemaría Escrivá, Camino n. 639).
      En algunos casos, hablar es vicio o, quizá, una enfermedad. Es palabra ociosa que no aprovecha ni al que habla ni al que la escucha, procede de un interior vacío o superficial o frívolo. Y conviene recordar algo que dijo Jesús: de toda palabra ociosa que digan los hombres darán cuenta el día del juicio (Evangelio San Mateo, 12,36).
     La maldad en las palabras. El respeto que merecen las personas reclama de todos decir siempre la verdad. Jesús señala el parecido que existe entre el diablo y el hombre mentiroso. Dijo a los fariseos: vuestro padre es el diablo porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira.
                                                                                                                                                    (Evangelio San Juan, 8,44).
     La difamación, la calumnia. El respecto a la buena fama y a la reputación de las personas prohíbe todo acto y toda palabra que pueda causarles un daño injusto: “cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto” 
                                                                                         (Vaticano II, Const. Gaudium et spes, n. 26).
      Es muy grande el poder de las palabras, sus efectos son difíciles de prevenir; por eso es necesario ser reflexivos, discretos y prudentes al hablar.
    La discreción es una gran virtud. Los secretos verdaderos son para guardarlos. Este es un deber de lealtad y de prudencia. Quienes no guardan un secreto son personas poco de fiar porque traicionan a quienes han confiado en ellos. Lo que se comunica basado en la confianza entre dos personas viene a ser en cierto modo sagrado.
      El escritor sagrado no vacila en declarar: el hombre discreto encubre lo que sabe, más el corazón de los imprudentes descubre su necedad (Pr 13,23). Muchos textos de la Escritura señalan la semejanza entre sabiduría, justicia y discreción.
     La discreción es virtud que conlleva una actitud positiva que ennoblece a la persona. Se reconoce que es respetuosa, leal, se confía en ella, ofrece seguridad.
      Las palabras que nos decimos a nosotros mismos. Nuestro cerebro, que es un trabajador incansable, tiene la costumbre de decirnos continuamente cosas. Existe en nuestro interior una especie de desdoble del yo: es como si lleváramos dentro otro personaje con el que entablamos diálogo. Este sujeto se dedica, a veces, a decirnos cosas negativas: “siempre te equivocas”, “no te quiere”, “nunca lo conseguirás” … Todas estas afirmaciones no son ciertas. Son reproches, augurios y predicciones que no se cumplirán por lo extremas que son, por lo absolutas y rotundas. No son verdad ni pueden serlo”.
 
                         (Francisco Fernández-Carvajal, Pasó haciendo el bien, p. 163-169, Ediciones Palabra)

lunes, 11 de julio de 2022

ESCRITOS DE CATEQUESIS
Y EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR (Artículo 2)
 
       "No basta a los cristianos con creer en un solo Dios, creador del cielo y de la tierra y de
todas las cosas, sino que además es necesario que crean que Dios es Padre, y que Cristo es
Hijo verdadero de Dios.
      Esto, como dice San Pedro, no es una fábula, sino algo cierto y aseverado por la palabra de Dios en el monte. “Porque no os hemos hecho conocer al poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber contemplado con nuestros propios ojos su majestad. Porque recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando descendió a Él de la magnífica gloria una vez de esta manea: Éste es mi Hijo el amado, en quien yo me he complacido; escucharle. Y nosotros oímos esta voz venida del cielo, estando con Él en el monte santo” (2 Carta de san Pedro 1, 16-18).
      Jesucristo también en muchas ocasiones llama Padre suyo a Dios y a Sí mismo Hijo de Dios. Y los Apóstoles y los santos padres incluyeron entre los artículos de la fe que Cristo es Hijo de Dios al decir: “Y en Jesucristo”, su Hijo, a saber, de Dios, se sobreentiende “creo”. Sin embargo, hubo algunos herejes que interpretaron todo esto torcidamente. Fotino (discípulo de Marcelo de Ancira, revocó en el s. IV los errores adopcionistas que Pablo de Samosata había divulgado en Antioquía en el s. III), dice que Cristo es Hijo de Dios no de otra manera que los hombres buenos, los cuales, viviendo honestamente, merecen ser llamados hijos de Dios adoptivos por hacer la voluntad de Dios; asimismo Cristo que vivió bien y cumplió la voluntad de Dios, mereció ser llamado hijo de Dios. Opinaba que Cristo no había existido antes que la Santísima Virgen, sino que comenzó a existir cuando Ella lo concibió.
      De este modo erró en dos puntos. Primero, en no considerarlo Hijo verdadero de Dios por naturaleza; segundo, en asegurar que, en cuanto a la totalidad de su ser, Cristo había comenzado a existir en el tiempo. Nuestra fe, en cambio, sostiene que es Hijo de Dios por naturaleza, y que existe desde toda la eternidad. Sobre la cual tenemos contra él argumentos explícitos en la Sagrada Escritura. Efectivamente, en ella contra el primer punto se lee que es no sólo Hijo, sino además unigénito; “Él Unigénito, que está en el seno del Padre, Él mismo lo ha contado” (Jn 1,18); contra el segundo punto:Antes que Abraham existiese, yo soy” (Jn 8,38). Ahora bien, es claro que Abraham existió antes que la Santísima Virgen. Por eso, los santos padres agregaron en otro Símbolo, contra lo primero, “Hijo unigénito de Dios”, y contra el segundo lo siguiente: “Nacido del Padre antes de todos los siglos” (Símbolo Niceno-Constantinopolitano, del año 381).
      Arrio (sacerdote alejandrino, Libia, año 256-336), sostuvo que Cristo existía antes que la Santísima Virgen, y que una es la Persona del Padre y otra la del Hijo. Sin embargo, sentó acerca de Éste tres afirmaciones: primera, que el Hijo de Dios es criatura; segunda, que no existe desde toda la eternidad, sino que fue creado en el tiempo por Dios como la más noble de las criaturas todas; tercera, que Dios Hijo no es de una misma naturaleza que Dios Padre, y, por tanto, que no es verdadero Dios.
      También esto es erróneo, y contrario al testimonio de la Sagrada Escritura. En ella se dice: “Yo y el Padre somos uno(Jn 10,30).
      Así pues, está claro que hemos de creer que Cristo es Unigénito de Dios y verdadero Hijo de Dios, que existió siempre juntamente con el Padre, que una es la Persona del Hijo y otra la del Padre, y que es de una misma naturaleza. Todo esto lo conoceremos aquí por la fe, y sólo en la vida eterna lo conoceremos  por visión perfecta.
 
(“Nada hay en Dios que no sea (esencia) de Dios” es un principio sostenido por la Teología católica en las disputas trinitarias del siglo XII contra los círculos porretanos. En Dios hay tres relaciones realmente distintas entre sí: pero las relaciones se identifican con la esencia divina)
 
                       (Escritos de Catequesis, Artículo 2, Y en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, p.46-53, 
                                                           Colección Patmos n.155, Ediciones Rialp)

domingo, 10 de julio de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo el
Año litúrgico, del 10 al 16 de julio 2022
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De la gracia sacramental
     En el Bautismo se nos confiere una gracia de regeneración espiritual,
que nos limpia del pecado original, nos hace nacer a la vida de la gracia,
y crea en nosotros el hombre nuevo, el hombre regenerado que vive con
la vida misma de Cristo.
      (Tanquerey, Compendio de ascética y mística, n. 251.a)
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                                   Ciclo C, año Par
Día 10. DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO.
San Pedro Vincioli, abad, siglo X.
Jesús enseña a orar (I), n. 2607-2612

Día 11. lunes. San Benito, abad, patrono de Europa, fiesta, 480-547.
Jesús enseña a orar (II), n. 2613-2615

Día 12. martes de la semana XV del Tiempo Ordinario.
Santos Luis Martín y María Celia Guérin, padres de Santa Teresa de Lisieux.
Jesús escucha la oración, n. 2616

Día 13. miércoles de la semana XV del Tiempo Ordinario.
San Enrique, emperador, siglos X-XI.
En el tiempo de la Iglesia, n. 2623-2625

Día 14. jueves de la semana XV del Tiempo Ordinario.
San Camilo de Lelis, presbítero y fundador, 1550-1624.
La bendición y la adoración, n. 2626-2628

Día 15. viernes. San Buenaventura, obispo y doctor de la Iglesia, siglo XIII.
La oración de petición, n. 2629-2633

Día 16. sábado. BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL
MONTE CARMELO.
La oración de intercesión, n. 2634-2636
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domingo, 3 de julio de 2022

 Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
 siguiendo el Año litúrgico, del 3 al 9 de julio 2022
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Los detalles pequeños en la Liturgia  
      Os podrá parecer quizá que la Liturgia está hecha de cosas pequeñas:
actitud del cuerpo, genuflexiones, inclinación de cabeza. Es entonces
cuando hay que recordar las palabras de Cristo en el Evangelio:
El que es fiel en lo poco, lo será en lo mucho (s. Lucas 16,16). Por otra parte,
nada es pequeño en la Santa Liturgia, cuando se piensa en la
grandeza de Aquel a quien se dirige.  (Papa Pablo VI, Alocución, 30.V.1967)
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                                                   Ciclo C, año Par
Día 3. DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO.
Santo Tomás, apóstol, siglo I
Las características de la fe, n. 153-155
 
Día 4. lunes de la semana XIV del Tiempo Ordinario.
Santa Isabel, reina de Portugal, 1271-1336
Moisés y la oración del mediador, n. 2574-2577
 
Día 5. martes de la semana XIV del Tiempo Ordinario.
San Antonio María Zaccaría, presbítero, siglo XVI
David y la oración del rey, n. 2578-2580
 
Día 6. miércoles de la semana XIV del Tiempo Ordinario.
Santa María Goretti, virgen y mártir, 1890-1908
Elías, los profetas y la conversión del corazón, n. 2581-2584
 
Día 7. jueves de la semana XIV del Tiempo Ordinario.
San Fermín, obispo y mártir, siglo III-IV
Los Salmos, oración de la Asamblea, n. 2585-2589
 
Día 8. viernes de la semana XIV del Tiempo Ordinario.
San Quiliano, obispo y mártir, siglo VII
Jesús ora (I), n. 2598-2603
 
Día 9-. sábado de la semana XIV del Tiempo Ordinario.
Santa Verónica, siglo I
Jesús ora (II), n. 2604-2606
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