martes, 29 de noviembre de 2022

JUECES
Los libros históricos del Antiguo Testamento
    COMENTARIO

Prólogo. Israel es la tierra de Canaán. 1,1-3,6. Con el libro de Josué culmina el relato de los 
orígenes de Israel como pueblo elegido por Dios, que fue conducido por Él hasta la posesión de una tierra buena en la que habitar. El Señor había cumplido sus promesas.
      En el libro de los Jueces comienza la narración de la historia de ese pueblo en la tierra que Dios
le entregó, recogiendo las más antiguas tradiciones sobre los primeros acontecimientos vividos por 
las tribus israelitas en Canaán.

      1,1-36. ¿Quién será el primero en subir a luchar contra los cananeos? Judá lucha por dominar su territorio. La heredad de Caleb. Benjamín lucha por dominar su territorio. La casa de José lucha por dominar su territorio. Las demás tribus luchan por dominar su territorio.

Posesión de la tierra de Canaán y fidelidad a la Alianza. 2,1-3,6. Los habitantes de Canaán permanecen allí porque el pueblo fue infiel a la Alianza. La generación de Josué fue fiel, pero la nueva generación no conoció al Señor. Reincidencia de Israel en la infidelidad e insistencia de Dios en salvar a su pueblo. Las gentes cananeas que permanecieron en su tierra. El autor sagrado explica por qué no consiguieron dominar la tierra en la que habitaban: los israelitas no fueron fieles a la Alianza de Dios, y por eso, el Señor permitió que no pudieran vencer a los cananeos.

I, Otniel, de la familia de Caleb. 3,7-11. Los israelitas de Canaán hicieron el mal y fueron oprimidos por Cusán Risataim. Otniel vence a Cusán Risataim. El primer salvador enviado por Dios para librar a su pueblo es Otniel, del clan de Caleb, que ya había sido mencionado al comienzo del libro. A estos enviados por el Señor se les llama “jueces”. La raíz hebrea que se utiliza para designar a estos personajes y a su función tiene un significado más amplio que el de juzgar.
      La narración de su actividad salvadora se ajusta al siguiente esquema:
a) los israelitas hacían el mal a los ojos del Señor; b) por eso, eran dominados por sus enemigos; c) pero clamaban al Señor que les suscitaba un salvador; d) que impulsado por el espíritu del Señor los libraba de los opresores; c) el país descansaba y alcanzaba de nuevo la paz.

II, Ehud, de la tribu de Benjamín. 3,12-30. Los israelitas hicieron el mal y fueron oprimidos por Eglón. Ehud vence a Eglón. Samgar. El segundo juez enviado por Dios del que se habla, es Ehub, un benjaminita que vence a Eglón, rey de Moab, región situada en la orilla oriental del Mar Muerto. Los moabitas, contando con el apoyo de los amonitas y amalecitas, habían pasado a la orilla derecha del Jordán y se habían apoderado de Jericó, “la ciudad de las palmeras”, invadiendo el territorio de la tribu de Benjamín.

III, Débora, de la tribu de Efraím. 4,1-5,32. Las antiguas tradiciones de las tribus sirven para ilustrar la bondad de Dios, que acudió en su ayuda una y otra vez, a pesar de las repetidas infidelidades de su pueblo. La exposición de lo relativo a Débora es buena muestra del modo en que se ha compuesto el libro.

4,1-24. Los israelitas hicieron el mal y fueron oprimidos por Yabín. Débora vence a Yabín. Dios cuenta con la colaboración de las mujeres en sus planes de salvación. Llama la atención que en estos relatos tan primitivos se conserve la memoria de las hazañas de dos mujeres: Débora, profetisa que juzgaba al pueblo y organizó la lucha contra el ejército de un poderoso rey del norte, y Yael, que mató a Sísara, el jefe de ese ejército. El hecho sorprende sobre todo porque en el contexto cultural de la sociedad cananea de aquella época, incluso en la sociedad israelita, lo habitual era que las mujeres no tuviesen ningún protagonismo fuera del ámbito doméstico” Cuarta parte. Continúa.

   (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Comentario, Sagrada Biblia, (selección) p. 225-227)

domingo, 27 de noviembre de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
siguiendo el Año litúrgico, del 27 noviembre al 3 diciembre 2022
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“Adviento”
      ¿Qué significa verdaderamente este tiempo? “Adviento” es una
palabra latina que podemos traducir con las españolas “presencia”,
“llegada”. El Adviento no es un juego sagrado de la Liturgia, en la
que ésta vuelva a traer, digámoslo así, los caminos del pasado y nos
vuelve a mostrar de modo evidente lo ya ocurrido en él, a fin de que
podamos gozar la salvación de nuestro tiempo más alegre y felizmente.

                                (Joseph Cardenal Ratzinger, Cooperadores de la verdad, p. 457)
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                Ciclo A, año Impar
Día 27. DOMINGO I DE ADVIENTO.
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa.
La esperanza de los cielos nuevos y tierra nueva, n. 1042-1050


Día 28. lunes de la I semana de Adviento.
Santa Catalina Labouré, religiosa, siglo XIX.
El hombre, imagen de Dios, n. 1701-1709


Día 29. martes de la I semana de Adviento.
San Saturnino de Tolosa, obispo y mártir, siglo III.
Las Bienaventuranzas, n. 1716-1717


Día 30. miércoles, San Andrés, apóstol, fiesta.
La tradición apostólica, n. 75-79


Día 01. Jueves de la I semana de Adviento.
San Eloy, obispo y orfebre, 588-660.
El deseo de felicidad, n. 1718-1719


Día 02. viernes de la I semana de Adviento.
Santa Bibiana, mártir, siglo III.
La bienaventuranza cristiana, n. 1720-1724


Día 03. sábado, San Francisco Javier, presbítero, siglo XVI.
Las virtudes, n. 1803-1804

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martes, 22 de noviembre de 2022

 

El Nuncio Mons. Bernardito C. Auza, representante del Papa en España, ha pronunciado un discurso durante el inicio de la 120º Asamblea Plenaria de los obispos, en el que ha hecho referencia a tres importantes asuntos de actualidad en la Iglesia española: la familia (haciendo hincapié en el elevado número de suicidios de jóvenes); protección de menores y prevención, poniendo a disposición el Tribunal de la Rota en España y la confianza en los resultados de la Visita apostólica a los Seminarios españoles. “Persona, Familia, Sociedad”.

En este sentido, al Nuncio le preocupa el grave problema del suicidio, el cual sigue siendo la principal causa de muerte no natural en España, sobre todo entre los jóvenes.

“Las estadísticas señalan en España 10 muertos por suicidio y 200 intentos de suicidio cada día, siendo así la principal causa de muerte en la juventud española”, ha lamentado, recordando que no es solo una tragedia de la sociedad, “es de toda la Iglesia, es de toda la humanidad”.

Invierno demográfico

También ha hecho referencia a la caída en picada de la natalidad en España. Según los datos provisionales facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el primer semestre de este año 2022, nacieron 158.816 bebés y fallecieron 234.225 personas, con un saldo vegetativo negativo de más de 75.000 en solo seis meses:

“Urge, ahora más que nunca, ayudar a la familia, en el contexto de un “invierno demográfico”, que ya es una realidad en España. Los datos respecto a los dos años de la pandemia son aún más alarmantes. Por otra parte, pese al saldo vegetativo negativo que se verifica en España desde hace un lustro, se constata que son los inmigrantes los que llevan a España a un ligero incremento demográfico”, ha manifestado, añadiendo que “la Iglesia no solo no puede sustraerse de esta realidad, sino que tiene que liderar iniciativas y programas”.

Por último, no se ha olvidado de otros relevantes y decisivos en relación con la familia, como la educación y la cultura, “especialmente en un contexto hostil al humanismo cristiano”.

domingo, 20 de noviembre de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
siguiendo el Año litúrgico, del 20 al 26 noviembre 2022
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Verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre
     En la persona de Cristo hay una doble naturaleza: es Hijo de
Dios e Hijo del hombre, pero un sólo Señor. Porque si ha asumido
la condición de siervo ha sido movido por su misericordia y de
ningún modo forzado por la ley de la necesidad. Por virtud de su
poder se ha hecho paciente, se ha hecho mortal y, para destruir el
poder que detentaba el pecado y la muerte, la naturaleza humana,
con su debilidad, se abrazó al sufrimiento sin que la naturaleza
divina, con su fuerza, perdiese nada de su gloria.

                    (San León Magno, Sermón n. 45 sobre la Cuaresma)
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                            Ciclo C, año Par
Día 20. DOMINGO. NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO,
REY DEL UNIVERSO,
solemnidad.
Cristo reina ya mediante la Iglesia, n. 668-670


Día 21. lunes, Presentación de la Bienaventurada Virgen Maria.
Esperando que todo le sea sometido, n. 671-672

Día 22. martes, Santa Cecilia, virgen y mártir, siglo III.
El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel, n. 673-674


Día 23. miércoles de la semana XXXIV del Tiempo Ordinario.
San Clemente I, Papa y mártir, siglo I.
La última prueba de la Iglesia, n. 675-677


Día 24. jueves, Santos Andrés Dung-Lac, presbítero y
Compañeros, mártires vietnamitas, siglos XVIII-XIX.
Para juzgar a vivos y muertos, n. 678-679


Día 25. viernes de la semana XXXIV del Tiempo Ordinario.
Santa Catalina de Alejandría, virgen y mártir, siglo IV.
La Iglesia, consumada en la gloria, n. 769


Día 26. sábado de la semana XXXIV del Tiempo Ordinario.
San Leonardo de Porto Maurizio, predicador, 1676-1751.
“Amén”, n. 1061-1065

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- Capítulo 8, “Creo en el Espíritu Santo” primera parte.
-Preparación para la celebración de la Santa Misa /
El callar y la palabra.
Capítulo 2
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viernes, 18 de noviembre de 2022

PREPARACIÓN PARA LA CELEBLACIÓN
DE LA SANTA MISA
Romano Guardiani, capítulo 2: El callar y la palabra

      “En el capítulo anterior, hablábamos del silencio delante de Dios. Dijimos que sólo desde él se puede configurar la comunidad que celebra la santa misa y erigir la Iglesia cómo el ámbito en el cual aquélla se realiza. Por eso, se puede decir justamente que lograr el silencio es el comienzo del culto sagrado. Ahora avanzamos un paso más y afirmamos que el silencio está en íntima relación con el hablar y con la palabra.
      Gran misterio es la palabra. Es tan efímera, que se extingue en un instante, es tan poderosa, que marca destinos y decide el sentido de la existencia. Es un producto delicado que hace sentir sus notas en el espacio, pero, a la vez, contiene algo eterno: la verdad. La palabra proviene del interior del hombre. Como sonido, procede del órgano de su cuerpo; como expresión, procede de su espíritu y de su corazón.
      La palabra viva está formada por diversos estratos. El más externo consiste en la comunicación simple de una noticia o de una orden. En caso de necesidad, esa comunicación se puede también ser realizada artísticamente. Esto sucede con la escritura, de la misma manera que, por intermedio de un aparato, se producen sonidos, que el lenguaje humano reproduce. Tales signos de la escritura y tales fonemas verbales extraen su sentido del lenguaje viviente efectivamente hablado, y cumplen 
propósitos específicos.
      ¿Pero cómo se relaciona la palabra con la interioridad del corazón? Esta última vive del sentimiento y de lo que éste experimenta en cuanto al valor que tienen las cosas, al aprecio que se les dispensa y a la importancia plena que se les concede. ¿Pero no es verdad que este sentimiento se expresa en forma perfecta en la palabra, en tanto que ésta fluye inmediatamente? ¿Y no es cierto que esta palabra, articulada inmediatamente, puede ser expresada, mientras reflexiona poco y nada? A la larga, también es verdad que el corazón del hombre, que habla permanentemente se vacía. La palabra abre las puertas de esta cárcel, hace que lo oculto salga a la luz y libera lo que está encerrado; posibilita que el hombre asuma responsabilidades y se perfeccione.
      Por eso, hay que ejercitar el silencio también para hablar. La liturgia está conformada en gran parte por palabras que proceden de Dios o se dirigen a él. Estas palabras no deberían degenerar en palabrerío. Pero esto ocurre con todas las palabras, incluso con las más profundas y sagradas, cuando no son pronunciadas correctamente. En ellas debe resplandecer la verdad, tanto la verdad de Dios como la del hombre redimido. En ellas deben expresarse el corazón, tanto el corazón de Cristo en el que vive el amor del Padre como el corazón del hombre que depende de Cristo. Por medio de las palabras, nuestro ser íntimo debe penetrar en el ámbito de la veracidad sagrada, ámbito que delante de Dios configura a la comunidad y al misterio abarcado por ella. Más aún, el mismo -misterio sagrado- tiene que consumarse, por medio de la palabra humana que Cristo confió a los suyos, cuando les dijo: “Haced esto en conmemoración mía”.
      En consecuencia, todo esto tiene que concretizarse en estas palabras, las cuales deben ser grandes, serenas y plenas de sabiduría interior. Pero ellas sólo son así, cuando provienen del silencio. Nunca 
se puede dejar de apreciar suficientemente la importancia del silencio para la celebración de la Santa Misa, tanto del silencio preparatorio, como también del que se produce una y otra vez durante el transcurso. El silencio abre la fuente interior de la cual proviene la palabra”

                  (Romano Guardini, Preparación para la celebración de la Santa Misa (selección), p. 18-21)
                                   CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
                                 El Símbolo de los Apóstoles. Artículo 8
 
      “Según hemos dicho, la Palabra de Dios es el Hijo de Dios, al modo que la palabra mental del hombre es una concepción de su entendimiento. Pero a veces ocurre que un hombre concibe una palabra muerta, a saber, cuando piensa algo que debe hacer y no tiene intención de realizarlo; así, cuando un hombre cree, pero no practica, su fe se dice que está muerta, según leemos en Iac 2. La Palabra de Dios, por el contrario, está viva: “Viva es la palabra de Dios” (Heb 4, 12) por consiguiente, es claro que Dios tiene en Sí voluntad y amor. Por ello escribe Agustín en su tratado De Trin.: “La Palabra que tratamos de explicar, es conocimiento con amor”. Pues bien, así como la Palabra de Dios es el Hijo de Dios, así, el Amor de Dios es el Espíritu Santo. Por eso los hombres tienen el Espíritu Santo cuando aman a Dios: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 5).
      No han faltado algunos que han mantenido sobre el Espíritu Santo opiniones torcidas, asegurando que es una criatura, que es inferior al Padre y al Hijo, que es un siervo y ministro de Dios. Los santos, para desautorizar semejantes errores, agregaron en otro Símbolo cinco puntualizaciones acerca del Espíritu Santo.
      Primera. Aunque existen otros espíritus, los ángeles, son sólo ministros de Dios, conforme a las palabras del Apóstol: “Todos ellos son espíritus servidores” (Heb 1, 14); en cambio, el Espíritu Santo es Señor: “Dios es espíritu” (Jn 4, 24), “este Señor es el Espíritu” (2 Cor 3, 17); por eso, donde está el Espíritu del Señor, está la libertad, según dice Pablo inmediatamente después. La razón de esto es que hace amar a Dios y elimina el amor al mundo. Por tal motivo agregaron: “En el Espíritu Santo, Señor”.
      Segunda. La vida del alma consiste en su unión con Dios, puesto que Dios mismo es la vida del alma, como el alma es la vida del cuerpo. Ahora bien, es el Espíritu Santo quien realiza esta unión con Dios por medio del amor, porque Él mismo es el Amor de Dios; por consiguiente, da vida: “El Espíritu es quien da vida” (Jn 6, 64). Por ello añadieron: “Y dador de vida”.
     Tercera. El Espíritu Santo es de una misma sustancia que el Padre y el Hijo: como el Hijo es la Palabra del Padre, así el Espíritu Santo es el Amor del Padre y del Hijo, y por ello procede de ambos, y con la Palabra de Dios es de una misma sustancia que el Padre, así el Amor es de una misma sustancia que el Padre y el Hijo. Por esto dijeron: “Que procede del Padre y del Hijo”. De lo que resulta evidente que no es criatura.
     Cuarta. El Espíritu Santo es igual al Padre y al Hijo en el culto que se les tributa. “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23). “Enseñad a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19). En consonancia con esto afirmaron: “Que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración”.
      La quinta prueba de que el Espíritu Santo es igual a Dios, está en que los Profetas hablaron de parte de Dios. Por tanto, si no fuera por Dios el Espíritu, no se podría afirmar que los Profetas hablaron de parte de Éste. Ahora bien, Pedro escribe: “Los hombres santos de Dios hablaron inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pet 1, 21). “El Señor Dios me envió, y su Espíritu” (Is 48, 16). Por lo que puntualizaron: “Que habló por los Profetas”. Continúa.
 
(Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 8, p. 88-90, Colección Patmos n. 155, primera parte)

lunes, 14 de noviembre de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
siguiendo el Año litúrgico, del 13 al 19 noviembre 2022
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Más allá
     Si alguna vez te intranquiliza el pensamiento de nuestra
hermana la muerte, porque ¡te ves tan poca cosa!, anímate y
considera: ¿qué será ese Cielo que nos espera, cuando toda la
hermosura y la grandeza, toda la felicidad y el Amor infinitos
de Dios se viertan en el pobre vaso de barro que es la criatura
humana, y la sacien eternamente, siempre con la novedad de
una dicha nueva?          
(Josemaría Escrivá de Balaguer, Surco n. 891)
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                               Ciclo C, año Par
Día 13. DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO.
Resucitados con Cristo, n. 1002-1004


Día 14. lunes de la semana XXXIII del Tiempo Ordinario.
San José Pignatelli, Restaurador de los Jesuitas, 1737-1811
Morir en Cristo Jesús, n. 1005-1009


Día 15. martes de la semana XXXIII del Tiempo Ordinario.
San Alberto Magno, dominico, doctor de la Iglesia, 1193-1280
“Creo en la vida eterna: El juicio particular, n. 1020-1022


Día 16. miércoles de la semana XXXIII del Tiempo Ordinario.
Santa Margarita de Escocia, reina, siglo XI.
El Cielo, n. 1023-1029


Día 17. jueves, Santa Isabel de Hungría, reina, religiosa, siglo XIII.
La purificación final o purgatorio, n. 1030-1032


Día 18. viernes de la semana XXXIII del Tiempo Ordinario.
Dedicación de las Basílicas de los Santos Pedro y Pablo, apóstoles.
El infierno, n. 1033-1037


Día 19. sábado de la semana XXXIII del Tiempo Ordinario.
San Abdías, profeta del Antiguo Testamento, siglo V a.C.
El juicio final, n. 1038-1041

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Preparación para la celebración de la Santa Misa / El silencio.
Capítulo 1

viernes, 4 de noviembre de 2022

DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR
A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS
El Símbolo de los Apóstoles. Artículo 7
 
      “Tercero, por la justicia inflexible del Juez. Ahora es tiempo de misericordia, entonces será solo tiempo de justicia; por eso ahora es nuestro momento, entonces será sólo el momento de Dios. “Cuando yo decida el momento, juzgaré con justicia” (Ps 74,3). “Los celos y la ira del marido no perdonarán en el día de la venganza, ni atenderá a los ruegos de nadie, ni aceptará en compensación obsequio alguno por espléndido que sea” (Prv 6,34).
 
      Cuarto, por la cólera del Juez. Con un semblante, dulce y agradable, se mostrará a los justos: “Contemplarán al Rey en su hermosura” (Is 33,17); con otro, encolerizado y cruel, se presentará a los malos, hasta el punto de que éstos dirán a los montes: “Caed sobre nosotros, y ocultadnos de la ira del Cordero” (Apc 6,16). Tal ira no implica perturbación interior en Dios, sino sólo su efecto externo, a saber, la pena eterna impuesta a los réprobos. Orígenes: “¡Qué angosto será en el juicio el camino para los pecadores! Habrá arriba un juez airado, etc.”
 
C)  Contra este temor debemos emplear cuatro remedios.
      El primero consiste en obrar bien: “¿Quieres no temer a la autoridad? Obra el bien, y obtendrás de ella elogios” (Rom 13,3).
 
      El segundo es la confesión y penitencia en cuanto a los pecados cometidos, con tres características, dolor al considerarlos, humildad al confesarlos, intransigencia al satisfacer por ellos: de est amanera se expía la pena eterna.
 
      El tercero es la limosna, que todo lo purifica. “Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando fallezcáis, os reciban en las moradas eternas” (Lc 16,9).
 
      El cuarto remedio lo constituye la caridad, es decir, al amor a Dios y al prójimo, amor que cubre los pecados en bloque, según leemos en la 1ª Carta de san Pedro 4 y en Proverbios 10”.  Tercera y última parte.
 
(Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 7, p. 86-88, Colección Patmos n. 155)

miércoles, 2 de noviembre de 2022

JUECES
                                   Los libros históricos del Antiguo Testamento
 INTRODUCCIÓN

     “Los relatos sobre los jueces manifiestan una gran rudeza que es testimonio de la situación en la que vivían las tribus de Israel en sus primeros tiempos. El autor sagrado utiliza tradiciones para ilustrar el mensaje que desea trasmitir conservando los rasgos arcaicos de las épocas más antiguas. Para entender adecuadamente los relatos sobre los jueces conviene hacer algunas advertencias.

      La primera es que “Dios se reveló progresivamente”. Esto es, la Revelación divina se fue realizando de modo gradual, tanto en los contenidos doctrinales como en la sensibilidad ética. Por eso no se pueden tomar ahora como modelos unos personajes que actúan con unas convicciones o unos criterios éticos que fueron superados cuando la Revelación alcanzó su culminación en Jesucristo. Incluso en el momento en que se escribió este libro, aunque todavía no se había llegado a esta plenitud, ya se habían dejado atrás muchas de las conductas primitivas.
      Junto a esto hay que tener en cuenta que para entender el mensaje que cualquier autor transmite con sus escritos no se pueden entresacar unas palabras o unas narraciones del texto en el que figuran sin tener en cuento el conjunto de la obra. Por ello, leído en su conjunto, se puede apreciar que las hazañas de los jueces no han sido incluidas en el libro sagrado como modelos de comportamiento ni de actitud religiosa. Esos hombres vivían en un tiempo de costumbres y valores muy elementales, y su comportamiento manifiesta la rudeza de su época. Aunque la Sagrada Escritura hable claramente de estos sucesos no pretende presentarlos como ejemplares. Ya San Agustín aducía estos criterios en la lectura de la Sagrada Escritura: “En ella se condena, por derecho divino, la formación o el trato carnal ilícito; por lo cual, al mencionar tales acciones, llevadas a cabo por algunas personas, sin emitir en ese momento juicio sobre ellas, nos permite que emitamos nosotros nuestro juicio, pero no nos manda alabarlas. ¿Quién de nosotros no detesta en el mismo evangelio la crueldad de Herodes, cuando, preocupado por el nacimiento de Cristo, mandó matar a tantos niños? Con ello, allí no se vitupera dicha acción, únicamente se narra”.
      La intervención salvadora de Dios comienza por la elección gratuita del hombre al que corresponderá restablecer la situación. La gratuidad de la vocación es un rasgo sobresaliente en toda la obra. Así lo expresa, por ejemplo, el diálogo de Gedeón con el Ángel de Señor: “Él respondió: “Señor mío, ¿cómo voy a liberar a Israel? Mi clan es el más insignificante de Manasés y yo soy el más joven de mi familia”. El Señor le dijo: “Yo estaré contigo y tú derrotarás a Madián como a un solo hombre”.
      El libro de los Jueces es también un canto de liberación. Cuando Dios contempla las dificultades su pueblo ante el peligro y escucha su petición de ayuda, acude a liberarlos de sus enemigos temporales. Estas experiencias de liberación son los primeros jalones, después de la liberación de Egipto, de la acción divina que culminará en la liberación definitiva. Estos recuerdos servirán para alimentar la esperanza en los momentos difíciles del Destierro (siglo VI a.C.) y son presagio de realidades más profundas que se manifestarán posteriormente”. Tercera parte, continuará. 

           (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Comentario, Sagrada Biblia, p. 223-224)

 

 

martes, 1 de noviembre de 2022

 CRISTO Y LA SAMARITANA
Paolo Caliari, Veronés (1528-1588)
Kunshistorisches Museum, Viena, Austria
 
      “La ciudad de Venecia protagonizó en el siglo XVI una gran revolución desde el punto de vista pictórico, con grandes maestros que buscaban la renovación del lenguaje a partir del color. Giorgione, Tiziano, Tintoretto y Veronés proponían el color como instrumento para acercarse a la naturaleza y se convirtieron en protagonistas de un esplendor artístico sin precedentes en la ciudad de los canales, rivalizando con los maestros romanos, quienes defendían que el dibujo era prioritario en la pintura.
      Quizá el atractivo de las obras del Veronés, radicaba en los numerosos anacronismos que conseguían transformar los episodios sacros y míticos en escenas cortesanas de la Venecia renacentista, con gran suntuosidad en el tratamiento de los ropajes y de los motivos secundarios.
      Una de las escenas que aborda en varias ocasiones es el Encuentro de Cristo y la samaritana. Este episodio presente desde los orígenes de la iconografía cristiana en las pinturas de las catacumbas para revelar la idea de salvación universal, servía en el siglo XVI para aludir a la misericordia no únicamente como a la obra de “dar de beber al sediento”, sino, sobre todo, a la mirada de misericordia que Cristo dirige a la mujer y a los samaritanos, con quienes los judíos no se trataban.
      En el primer término de la composición, Veronés destaca la monumentalidad de los dos protagonistas, cuyos gestos escenifican el diálogo relatado por san Juan (en su Evangelio, 4,6-26). Jesús, fatigado por la caminata, sentado junto al pozo, con la retórica de sus manos solicita a la mujer: Dame de beber (Jn 4,7). El pintor nos muestra a la joven llegando al lugar, casi de espaldas al espectador, y con una actitud conmovida y sorprendida al mismo tiempo: ¿Cómo es que tú, siendo judío, te atreves a pedirme agua a mí, que soy samaritana? (Jn 4,9).
      Junto a la samaritana, ricamente ataviada con ropajes anacrónicos de gran suntuosidad, aparece el motivo iconográfico clave tanto en el relato como en la representación del episodio, el pozo. Convertido muchas veces en eje de simetría de la composición y referencia espacial de Sicar, es también fundamental para establecer una relación prefigurativa de esta escena con el Antiguo Testamento, más concretamente con el pozo del patriarca Jacob y con la escena del Génesis que recuerda el instante en que Rebeca da de beber a los camellos de Eliezer, sirviente del anciano Abrahán, signo de que la mujer era la elegida para desposarse con Isaac. El evangelista, al introducir el relato nos sitúa en un pueblo llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba también el pozo de Jacob (Jn 4,5-6). La presencia de Cristo en este lugar se convierte en signo de cumplimiento del Antiguo Testamento con el Nuevo.
      Para un pintor colorista como Veronés, la luz juega un papel esencial, de cara a enriquecer su paleta con el mayor número de tonos y matices, como se aprecia aquí en los brillos de las telas, o en los reflejos de la pieza de cobre que la mujer llevar para sacar el agua. Además, la luz le sirve para recrear con mayor naturalismo el efecto atmosférico del fondo.
      En la pintura se contempla la incidencia de Miguel Ángel en la imagen de Cristo, pues la disposición de sus piernas evoca poses de las figuras que decoran la bóveda de la Capilla Sixtina. También el Veronés recurrió a Miguel Ángel en su declaración ante la Inquisición, al considerar que este maestro había dado rienda suelta a su creatividad al reinterpretar el Juicio Final”.
                  (María Rodríguez Velasco, Misal Magníficat, agosto 2016, nº 153 (selección)