jueves, 30 de junio de 2022

ESCRITOS DE CATEQUESIS
CREO EN UN SOLO DIOS PADRE TODOPODEROSO, CREADOR
DEL CIELO Y DE LA TIERRA (Artículo 1)

    “Entre todas las cosas que deben creer los fieles, la primer que debemos creer es que existe un solo Dios. Y ¿qué significa esta palabra “Dios”? Gobernador providente de todas las cosas. Por tanto, cree que existe Dios quien cree que todas las cosas de este mundo caen bajo su gobierno y providencia.
    En cambio, quien piensa que todo procede del acaso, no cree que existe Dios. Nadie hay tan estúpido que no crea que la naturaleza está sometida a un gobierno, providencia y ordenación, puesto que se desenvuelve según un orden y ritmo fijos. Vemos que el sol, la luna y las estrellas, y el resto de la naturaleza, observan un curso determinado, cosa que no ocurriría si proviniesen del acaso. Por consiguiente, si alguien negara la existencia de Dios, sería estúpido: “Dijo en su corazón el insensato: Dios no existe” (Ps 13,1).
    Pero algunos, aunque crean que Dios organiza y gobierna la naturaleza, sin embargo, no creen que ejerza una providencia sobre los acontecimientos humanos: piensan que los acontecimientos humanos no caen bajo la tutela de Dios. La razón es que ven que los buenos sufren en este mundo, mientras los malos prosperan, lo cual parece eliminar toda providencia divina en torno al hombre. Por este tener se dice: “Se pasea por los ejes del cielo sin preocuparse de nuestros asuntos” (Iob 22,14).
    También esto es bastante tonto. Les ocurre lo que al que no sabe medicina y ve al médico recetar a un enfermo agua y a otro vino, según sus conocimientos le sugieren; al no saber medicina, pensará que hace al azar lo que dispone con conocimiento de causa, dando vino al segundo y agua al primero.
    Así pasa con respecto a Dios. Él, con conocimiento de causa y según su providencia, dispone las cosas que necesitan los hombres: aflige a algunos que son buenos y deja vivir en prosperidad a otros que son malos. A quien piense que esto acontece casualmente, se le considera insensato, y lo es, pues esto sólo ocurre porque ignora el modo y motivo de la disposición divina. “Para mostrarte los sucesos de la sabiduría, y que su ley es compleja” (Iob 11,6). Por tanto, hay que creer firmemente que Dios gobierna y dispone no sólo de la naturaleza, sino también los acontecimientos humanos. “Y dijeron: no lo verá el Señor, ni lo sabrá el Dios de Jacob. Entended, insensatos del pueblo, y comprended de una vez, estúpidos. ¡Quien plantó la oreja, no oirá? ¿O quien formó el ojo, no ve?... El Señor conoce los pensamientos de los hombres.
    Así pues, todo lo ve, incluso los pensamientos y los secretos de la voluntad. De aquí que también a los hombres de manera especial les alcanza la necesidad de obrar bien, porque todo lo que piensan y hacen está presente a la mirada divina. “Todas las cosas están desnudas y descubiertas a los ojos de Él (Heb 4,13).
    Hay que creer que este Dios que ordena y dirige todo, es un solo Dios. La razón es la siguiente: las cosas de los hombres están bien organizadas cuando la muchedumbre es dirigida y gobernada por uno sólo, pues la multiplicación de jefes introduce frecuentemente disensión en los súbditos; como el gobierno divino, aventaja al gobierno humano, es evidente que el régimen del mundo no está en manos de muchos dioses, sino de un solo.
    Cuatro son los motivos que han inducido a los hombres a pensar en muchos dioses: El primero es la debilidad del entendimiento. Ciertos hombres de débil intelecto, no siendo capaces de sobrepasar el orden de lo corpóreo, no pensaron que pudiera existir algo por encima de esta naturaleza de los cuerpos sensibles; por ello, entre todos los cuerpos, creyeron rectores y gobernantes del mundo a los que les parecían más hermosos y dignos, y les tributaron honores divinos y culto: tales son los cuerpos celestes, el sol, la luna y las estrellas”. Continúa

          (Santo Tomás de Aquino, Escritos de catequesis, (selección n.2) p. 34-37)

 

miércoles, 29 de junio de 2022

DIALOGAR: UNA VIRTUD PARA CONVIVIR
UNAS POCAS CONSIDERACIONES SOBRE EL DIÁLOGO

El diálogo como virtud. El justo equilibrio entre saber escuchar y hablar con oportunidad produce el milagro del diálogo. El diálogo en un milagro de armonía de respeto y de sinceridad que posibilita la convivencia pacífica. El diálogo requiere en primer lugar una actitud silenciosa de escucha.
     Las buenas conversaciones nos enriquecen como personas: “Descubro que mi persona se enriquece por medio de la conversación. Porque poseer sólidas convicciones es hermoso, pero más hermoso todavía es poderlas comunicar y verlas compartidas y apreciadas por otros” (A. Luciani, Ilustrísimos señores, p. 206).
     No se entiende por eso conversar en voz muy alta o desde lejos. Tampoco es compatible con otras actividades, como seguir leyendo el periódico o estar pendiente de la televisión: quien habla en estas circunstancias sabe que no le están escuchando.
     En la conversación ha de evitarse el uso de expresiones rebuscadas y cursis; también aquellas que estén de última moda, ambos extremos denotarían una actitud de superficialidad. La persona educada debe evitar palabras soeces y vulgares.
     Estamos hechos para el diálogo. Sin diálogo la persona no sabe cómo orientarse y se encuentra sola. Es una necesidad vital y humana: el hombre no es una esfera cerrada, incomunicada.

                  Algunas sugerencias que pueden favorecer el diálogo:
--Ánimo abierto, mostrarse acogedor; cordial, interesado en el tema.
--Facilitar la confianza con la mirada y la actitud: “Esa confianza es la que permite a
   quien habla abrir las puertas a las profundidades de su intimidad” (A. Polaino, o.c.cap. 2)
--Escuchar con atención, dejar hablar, intervenir cuando es oportuno sin cortes bruscos.
--Evitar expresiones inadecuadas: vulgares o groseras.
--Mantener el pensamiento en el tema que se trata y seguirlo con veracidad.
--Evitar a toda costa las discusiones y el tono violento, impositivo, autoritario.
--Tener en cuenta que ciertas conversaciones requieren un lugar tranquilo, apartado.
--Una conversación debe terminarse bien, es decir; que ambas partes se queden contentas
   de haber hablado, de haber compartido, que se queden con deseo de reunirse otra vez.

    Y esto a pesar de que haya cuestiones en las que no están de acuerdo: las diferencias
no separan si están por medio el afecto, el respeto y la confianza.

Decir bien las cosas. Ser buenos comunicadores. Quien habla desea que su mensaje sea bien recibido. Por esta razón conviene cuidar el modo; no solo elegir las mejores palabras, sino atender al tono, al énfasis. Porque la recepción del mensaje depende de estos matices que manifiestan respeto, aprecio, benevolencia.
      No es lo mismo que una madre diga a su hijo adolescente: ¿te has dado cuenta hijo? ¡Tienes la habitación hecha una verdadera pocilga!, a decirle: he visto que tienes la habitación desordenada. ¿quieres que te ayude a organizar las cosas? El primer mensaje es inútil, solo sirva para que el chico se ponga furioso; el segundo quizá reciba una respuesta negativa, pero el hijo ha sido consciente de la benevolencia de su madre y, probablemente, ordenará su habitación. Entre las mil formas de decir; conviene elegir la mejor y no la peor.
    Nos dice el Señor: de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno del buen tesoro saca cosas buenas (Evangelio s. Mateo, 12,35). Continúa

             (Francisco Fernández-Carvajal, Pasó haciendo el bien, p. 158-162 (selección n.2) Ediciones Palabra)
 
            FORO OMNES, con el lema “Peregrinar a Tierra Santa tras la pandemia”,
en el Auditorio Banco Sabadell de Madrid, el martes 28 de junio 2022, se presentaba el libro 
                                         ¿POR QUÉ CAMINÁIS TRISTES?
                 Descubre la conversación de Jesús con los discípulos de Emaús
autor Joaquín Paniello, doctor en físicas y teología, y licenciado en filosofía, sacerdote, actualmente es profesor y capellán del Instituto Polis-Jerusalem.

En la Introducción del libro “Jesús ha resucitado, pero nadie lo sabe. Después de su muerte a la vista de todos en el Calvario, sus seguidores están sumidos en la oscuridad. Un nuevo amanecer comienza a despuntar. Él ha elegido a dos de sus discípulos que están volviendo a su casa desde Jerusalén. Se presenta entre ellos como un caminante más entre los muchos que iban y venían por estar Jerusalén celebrando la fiesta de la Pascua…… La fuerza de este diálogo está en poner de manifiesto el vínculo entre la Biblia y los sucesos que ellos conocían de la vida de Jesús. Porque esta conexión no la había explicado Jesús antes: es la primera vez. De hecho, es la única ocasión en que el Mesías lo hace de forma pormenorizada: Comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras (Lc 24:27)
   
Capítulos del libro:
Comenzando con Moisés la Tora: El sacerdocio de Jesús / La serpiente de bronce / El dolor de Dios por el pecado del hombre / Anuncio de otro Profeta como Moisés / La estrella de los Magos y la infancia de Jesús.
 
Libros históricos: Hijo de Dios / El Mesías rey.
 
Los Salmos: Sobre la crucifixión / La resurrección en los salmos / Hijo de Dios en los salmos / Entrada triunfal en Jerusalén.
 
Isaías: El Enmanuel / Juan Bautista / Predicación del Mesías / Tiempos mesiánicos / Testimonios sobre Jesús e incredulidad / Pasión, muerte y resurrección / Misión universal del Mesías.
 
Jeremías: La nueva Alianza / El llanto de Raquel.
 
Daniel: Identidad de Jesús / La Trinidad y esencia de Dios como Amor / María, madre de Dios / Cuándo debía llegar el Mesías.
 
Profetas menores: Oseas / Jonás / Joel / Amós / Habacuc / Miqueas / Zacarías / Ageo / Malaquías.
 
Epílogo. Apéndice: ¿Dónde está Emaús? / ¿Emaús a 160 estadios? / Conocimiento en la antigüedad / Toponimia / Una revelación particular / Emaús de los Macabeos / ¿Qué concuerda mejor con el Evangelio? / Sentido espiritual / Saxum: una memoria del camino de Emaús”.
 
         El prólogo del libro de S.B. Pierbattista Pizzabala, Patriarca Latino de Jerusalén
Lo inicia con el siguiente texto: “A través de imágenes directas y eficaces -que revelan un profundo conocimiento bíblico, un rigor teológico-filosófico y un gran respeto por las fuentes- el autor de este hermoso libro logra hacernos comprender lo que significa “dar razón de nuestra esperanza” (cf. 1 Pt 3:15) ….
 
Editado por EmmausFootprints – impreso por Egersis Soluciones, S.I, portada y dibujos María Contreras, buena letra, a dos tintas, formato: 15 x 23 cm. simpático diseño de la portada, 187 p.

domingo, 26 de junio de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo el
Año litúrgico, del 26 de junio al 2 de julio 2022
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Dios siempre cercano
     ¿Quién puede comprender lo que Dios quiere hacer de nosotros,
los hombres y lo que hará, a pesar de nuestra absoluta indignidad?
Lo único que podemos hacer es asombrarnos y prorrumpir en una
continua acción de gracias: esto es, también, lo que haremos eternamente
en la otra vida, en los goces del cielo a los que Dios nos tiene destinado.

                                             (Benito Baur, O.S.B. En la intimidad con Dios, p. 16)
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                                   Ciclo C, año Par
Día 26. DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO.
San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, siglo XX.
“Tomad y comed todos de él”: la comunión, n. 1384-1390

Día 27. lunes de la semana XIII del Tiempo Ordinario.
San Cirilo de Alejandría, obispo y doctor de la Iglesia, siglo II
Los frutos de la comunión, n. 1391-1397

Día 28. martes de la semana XIII del Tiempo Ordinario.
San Ireneo de Lyon, obispo y mártir, siglo II
La oración en la vida cristiana, n. 2558-2561

Día 29. miércoles. Santos Pedro y Pablo, apóstoles, siglo I, solemnidad
El reconocimiento del Hijo de Dios vivo, n. 441-443

Día 30. jueves. Santos Protomártires de la Santa Iglesia Romana.
La oración como Alianza, n. 2562-2565

Día 01. viernes de la semana XIII del Tiempo Ordinario.
San Aarón, hermano de Moisés, 1474 a.C.
La revelación de la oración, 2566-2569

Día 02-. sábado de la semana XIII del Tiempo Ordinario.
San Bernardino, sacerdote, 1530-1616
La Promesa y la oración de la fe, n. 2570-2573
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jueves, 23 de junio de 2022

 DIALOGAR: UNA VIRTUD PARA CONVIVIR
                 No se puede decir que sí, si no se aprende a decir que no (Alexand Zorin)
 
            “El hombre tiene, como don de Dios, la palabra. Un lenguaje para vivir en relación con los demás hombres y con todos los seres, con el universo: él pone nombre a todo lo que conoce.
            Otros factores expresivos -la actitud, los gestos, el énfasis, el tono, la mirada, la risa, la seriedad, la sonrisa…- que constituyen el lenguaje no verbal, modifican, acrecientan, desdibujan, transforman el valor y significado de las palabras dichas: los humanos contamos con múltiples recursos de comunicación. La palabra es un gran don para relacionarnos fácilmente con los demás hombres. Hacer el bien con la palabra requiere el ejercicio de las mejores facultades que tenemos y de no pocas virtudes que debemos adquirir y ejercer.
 
Saber escuchar. Aprender de Dios. Escucharle. Dios habla, nos llama, reclama nuestra atención, insiste: Yo soy el Señor Dios tuyo, escucha mi voz. Escucha, pueblo mío. Ojalá me escuchase mi pueblo, y caminase Israel por mi camino (Salmo, n. 80). Es casi una súplica que nace de un amor infinito que desea solo nuestra felicidad.
            Hay situaciones de confusión en las que preguntamos al Señor: ¿qué podemos hacer?, ¿qué es lo que importa de verdad entre todo lo que me pasa? El Señor responde de muchas maneras a través de circunstancias, de las oportunidades que se presentan, de las personas que nos quieren.
 
La buena y la mala escucha: Oír no es lo mismo que escuchar. La buena escucha requiere sintonizar, hacerse cargo del estado del otro, no solo de lo que dice, sino también de qué le pasa y por qué dice estas cosas y calla otras, cuál es su intención, qué siente, qué necesita, comprender la entonación, la energía o el desaliento con que habla. Escuchar bien reclama nuestro ser entero, olvidarse de lo demás y ser todo para el otro que habla. Solo de esta forma será posible responder bien y, sobre todo, llegar a un encuentro verdadero entre persona y persona. Un padre cuando escucha a su hijo de trece años es todo para él; no es un tercio para niño, y dos tercios para oír las noticias.
            No podemos concebir a Jesús distraído y pensando en otras cosas cuando uno de los discípulos, o alguien que se le acerca, le dice o pregunta algo. Jesús entra de lleno en el tema que le presentan y atiende a la persona: así ocurre con Nicodemo, con la samaritana, con el joven rico, con Bartimeo, el ciego de nacimiento, y con todos. Cada uno podría contar después que el Señor le atendió con un interés especial, único. Toda la atención de Jesús estaba por entero con quien le hablaba.
            Escuchar requiere no interrumpir el discurso del que habla. A veces, conviene preguntar para aclarar un detalle; otras veces, decir algo para manifestar que se comprende o que se está de acuerdo. Este silencio atento favorece la escucha. Algunas veces habrá que decir con toda sencillez que no tenemos respuesta para el problema consultado, que necesitamos un tiempo para reflexionar; conviene ser honrados y no improvisar el consejo.
            También es necesario saber escuchar en las conversaciones entre un grupo de personas: no quitarse la palabra, interrumpir; no cambiar de tema sin más ni más, no dejar terminar al que habla. Hay personas que, si no opinan, sienten que no existen. Otras personas se escuchan a sí mismas: la vanidad les lleva a recrearse con las propias palabras. Causan un efecto cómico.
            En tertulias entre amigos, amigas, matrimonios, ocurren también muchos disparates. Desde el que cuenta chistes hasta la extenuación de sus oyentes, hasta el que se toma en serio las más mínimas afirmaciones, las tergiversa y las discute” continúa
 
             (Francisco Fernández-Carvajal, Pasó haciendo el bien, p. 155-158, primera parte, Ediciones Palabra)

miércoles, 22 de junio de 2022

                              VIDAS EJEMPLARES. SAN JUSTINO    (12)                                                                               “Donde está Jesucristo, allí está la Iglesia católica” 
                                                                       (Carta a los cristianos de Esmirna, VIII, 2)
 
       (Flavia Neápolis 100 - Roma 165) “El apologista griego más importante del siglo II y una de las personalidades más nobles de la literatura cristiana primitiva. Su ciudad natal es la actual Naplusa (Siquem). De padres paganos, intenta formase primero en una escuela estoica, luego en la de un peripatético y finalmente en la de un pitagórico. El platonismo le atrae también por un tiempo, hasta que un día, según relata, un anciano que se le acerca cuando camina al borde del mar logra convencerle que la filosofía platónica no puede satisfacer el corazón del hombre y le llama la atención sobre los “profetas, los únicos que han anunciado la verdad”. Las palabras de éste encienden su corazón de amor a los profetas y a los amigos de Cristo y considera que “ésta solo es la filosofía segura y provechosa”. 
La sincera búsqueda de la verdad, la oración humilde y el ejemplo dado por los mártires le llevan finalmente a abrazar la fe de Cristo. Después de su conversión, que probablemente tiene lugar en Éfeso, dedica toda su vida a la defensa de la fe cristiana. Viste el pallium, manto usado por los filósofos griegos, y viaja como predicador. A Roma llega cuando reina Antonino Pío (138-161). Funda allí una escuela de la cual surge otro importante apologista, Taciano.
Tres de sus escritos han llegado hasta nosotros: dos Apologías contra los paganos y Diálogo contra el judío Trifón. Su teología muestra una inclinación hacia la filosofía platónica. Justino es el primer autor cristiano que plantea el paralelismo María-Eva en contrapartida al desarrollado por san Pablo sobre Cristo-Adán. Es también uno de los primeros testigos del culto a los ángeles, enseñando que desde el cielo cuidan a todos los hombres: “Entregó la providencia de los hombres, así como las cosas bajo el cielo, a los ángeles que para esto señaló”. Existe un auténtico relato de la muerte de Justino en el Martyrium S. Iustini et sociorum, basado en las actas oficiales del tribunal que le condena a Justino y seis compañeros más son decapitados”.  (Ediciones Rialp, Biografías, 5ª edición, p. 36)
 
       “La figura y la obra de san Justino marcan la decidida opción de la Iglesia antigua por la filosofía, por la razón, más bien que por la religión de los paganos. De hecho, los primeros cristianos no quisieron aceptar nada de la religión pagana. La consideraban idolatría, hasta el punto de que por eso fueron acusados de “impiedad” y de “ateísmo”. En particular, san Justino, especialmente en su primera Apología, hizo una crítica implacable de la religión pagana y de sus mitos, que consideraba como “desviaciones” diabólicas en el camino de la verdad. Sin embargo, la filosofía constituyó el área privilegiada del encuentro entre paganismo, judaísmo y cristianismo, precisamente en el ámbito de la crítica a la religión pagana y a sus falsos mitos.
        El realismo de san Ignacio invita a los fieles de ayer y de hoy, nos invita a todos a una síntesis progresiva entre configuración con Cristo (unión con él, vida en él) y entrega a su Iglesia (unidad con el obispo, servicio generoso a la comunidad y al mundo)
 
Tú reza ante todo para que se te abran las puertas de la luz, pues nadie puede ver ni comprender, si Dios y su Cristo no le conceden comprender” (Diálogo con Trifón, VII, 3)
                                  (Benedicto XVI, Grandes maestros de la Iglesia de los primeros siglos, p. 40)

domingo, 19 de junio de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo el
Año litúrgico, del 19 al 25 de junio 2022
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Santificar la profesión
     Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares
de la vida humana:  en un laboratorio, en el quirófano de un hospital,
en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo,
en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo. Dios nos
espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las
situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.
               (Mons. Escrivá de Balaguer, Amar al mundo apasionadamente, p. 116)
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                                                   Ciclo C, año Par
Día 19. DOMINGO. SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO.
El Sacramento de la Eucaristía, n. 1322-1327
 
Día 20. lunes de la semana XII del Tiempo Ordinario.
Nuestra Señora de la Consolación, advocación mariana, siglo XI.
El memorial de Cristo y de la Iglesia (I), n. 1362-1367
 
Día 21. martes. San Luis Gonzaga, religioso, siglo XVI.
El memorial de Cristo y de la Iglesia (II), n. 1368-1369)
 
Día 22. miércoles de la semana XII del Tiempo Ordinario.
Santos Juan Fisher, obispo y Tomás Moro, mártires, siglo XVI.
El memorial de Cristo y de la Iglesia (III), n. 1370-1372
 
Día 23. jueves. Natividad de San Juan Bautista, profeta y mártir, siglo I.
El espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos, n. 717-720
 
Día 24. viernes. SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, solemnidad.
Los rasgos humanos del Verbo encarnado, n. 476-478
 
Día 25-. Sábado.  INMACULADO CORAZÓN DE LA
BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA.
El Banquete Pascual, n. 1382-1383
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Yo estaré con vosotros siempre…Ascética meditada, Salvador Canals.
Afabilidad, F. Fernández-Carvajal, del libro Pasó haciendo el bien.
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viernes, 17 de junio de 2022

                                                           AFABILIDAD  

     “La afabilidad no es una virtud de segundo rango, ser amable puede cambiar a una persona, transformar el ambiente de un lugar de trabajo, de una familia.
       Quizá -si hiciéramos un lista ordenada- no la pondríamos al nivel de la fortaleza, por ejemplo. Pero, ¿qué sería de nosotros si los que nos rodean fueran adustos y secos, si se mostraran indiferentes, ajenos, hoscos y lejanos, o antipáticos?
    No pocas veces hemos oído algo parecido a estas palabras: desde que ha llegado Juan, todo ha cambiado en la oficina, en el taller… Pero el contrario, cualquier obra buena que no va acompañada de amabilidad pierde gran parte de su valor, de su ser, no solo porque queda deslucida a los ojos d ellos otros, sino también porque disminuye su eficacia y no alcanzará todo el bien que pretendía.
    Ser amable significa también ser accesible, acogedor, agradable, amigable, atento, benigno, cordial, servicial. Ser afable es ser asequible a la comunicación, tender puentes hacia los demás.
    Se es amable desde el fondo de uno mismo, donde se toma la decisión de acogida al otro y de mostrar que estamos de su parte. Es manifestar algo más de afecto con las palabras, con un tono cordial, con sencillez y, a veces, con una sonrisa.

   Significa actuar con esta sana convicción: “los hombres hemos nacido para ayudarnos mutualmente y es cosa contraria a la naturaleza que unos a otros nos ofendamos” (Miguel Delibes, La sombra del ciprés es alargada, cap. 1)
    Un cristiano que procura descubrir al Señor en las personas intenta hacer más llevadera la vida de aquellos con quienes convive, busca las palabras y las actitudes que les harán sentir la alegría de existir. 

Alambradas con espinos. Somos sociables, estamos hechos para la comunicación, para el encuentro con los demás, y necesitamos el afecto, la buena acogida, la benevolencia de los otros dispuesta a hacerse cargo de nuestra fragilidad: “yo, como todos, necesito ser reconocido” 

   La afabilidad encierra un poder enorme: puede romper la soledad de quien estaba desolado, levante el ánimo de cualquiera, anima a quien estaba agotado, alegra siempre el corazón de los demás. (A. de Saint-Exupéry, Cartas a un rehén, cap. VI
    Al recibir una palabra amable, una respuesta, acompañada de una sonrisa, una mirada comprensiva, sabemos que nos encontramos ante una persona en la que, en principio, se puede fiar plenamente, y esto econforta.
     En la convivencia diaria se agradece que las personas cercanas no se rodeen de alambradas de espino, en una actitud defensiva cuando nos dirigimos a ellos.
     No seamos nosotros quienes esparzan las espinas del pesimismo y de lo negativo en los caminos de los demás.

La amabilidad del Señor. Amable es la misericordia del Señor en el tiempo de la tribulación, suave como la nube de lluvia (SE, Si, 35,26). Si miramos a Jesús a lo largo de su vida y observamos su actitud ante quienes se le acercan, descubrimos su afabilidad colmada de respeto: a cada uno atiende como a un hijo del Padre celestial, hecho a su imagen y rescatado del pecado por Él mismo. Le buscan hombres y mujeres, sanos, enfermos, niños, mayores, fariseos -algunos con mala intención-, pescadores y pastores, ricos y mendigos: a todos trató bien.
     Jesús sabía mirar en el fondo de los corazones: descubría en ellos su capacidad de amor y de bien, su parte buena. A ninguno rechazó
     Esta afabilidad de Jesús aparece también ante dos discípulos que le sorprenden con la pregunta: Maestro, ¿dónde vives? Él les dijo, venid y lo veréis. Fueron y vieron dónde moraba (San Juan I, 38-39). Acoge, escucha, responde con una completa sencillez”. Continúa
.
                      (Francisco Fernández-Carvajal, Pasó haciendo el bien, p. 45-48, Ediciones Palabra)

                             YO ESTARÉ CON VOSOTROS SIEMPRE…
            "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"

    “Orate frates! ¡Orar hermanos! Escucha y medita, amigo mío, estas palabras que el sacerdote pronuncia durante la Misa, vuelto hacía los fieles, abriendo los brazos en gesto de caridad y con voz casi suplicante. Con las mismas palabras, con el mismo tono de súplica y con la fuerza del profundo convencimiento que el Señor ha puesto en mi alma sacerdotal, quiero repetirte al oído en estos momentos de recogimiento: ora, amigo mío…, es necesario; hermano mío, ¡haz oración! Protege y fomenta tu espíritu de oración.

     Uno de los mayores tesoros que posee la Iglesia, nuestra Madre, es la oración de sus hijos y de sus hijas. Ella cuenta con tu oración para rehacerse y para crecer. Tiene necesidad vital del silencio y de la actividad de tu oración. Tratemos, pues, tú y yo, de compenetrarnos y de imbuirnos de este sentido de responsabilidad: introduzcamos en nuestra vida, en nuestro quehacer cotidiano, un poco de tiempo para dedicarlo a la oración mental, si aún no lo hacemos: y si en el plan de nuestra jornada, hemos dispuesto ya cierto tiempo para consagrarlo a la intimidad con Dios, perseveremos en nuestro propósito y mejoremos nuestra vida de oración.
     ¿Recuerdas aquel pasaje de la Sagrada Escritura en que se cuenta la tremenda batalla peleada por el pueblo elegido contra los Amalecitas? Mientras el ejército hebreo combatía en la llanura, Moisés, el caudillo de Israel, oraba al Señor con los brazos tendidos: si los brazos de Moisés permanecían extendidos -es decir, si su oración a Dios era intensa y perseverante- la victoria sonreía a los hombres de Israel; pero si los brazos de Moisés, vencidos por el cansancio, se bajaban, la victoria se alejaba de pueblo de Dios. Entonces - ¿te acuerdas? - los dos que acompañaban a Moisés lo hicieron sentar sobre unas piedras y sostuvieron sus brazos hasta que la victoria fue completa y el triunfo definitivo.
     Tú y yo tenemos que persuadirnos cada vez más (y eso es lo que ahora estamos haciendo) de la necesidad de nuestra oración para que la Iglesia gane sus batallas y para que nosotros podamos ganar también las batallas cotidianas de nuestra vida interior. Esta convicción consolidará y dará vigor a nuestros brazos extendidos, a nuestra vida de oración.
     Concreción, amigo mío, concreción en nuestra oración, en esta elevación de la mente y del corazón a Dios para adorarlo, darle gracias y pedirle luz y fortaleza. He conocido almas desorientadas y mezquinas, víctimas de su oración estéril, almas cuya oración estaba desarraigada de la vida: al principio de su jornada, ponían a Jesús en un rinconcito de su alma, pero le negaban toda intervención en el resto del día.
     En la concreta y ferviente oración de cada día se renovará y reforzará tu tendencia a la santidad: In meditatione mea exardecit ignis. Se enciende el fuego en mi meditación. Conocerás a Jesucristo y su doctrina llegará a serte familiar, y te conocerás también a ti mismo: Noverim te, ¡noverim me! Si te conocieras, me conocería. La vida de oración debe ser defendida como se defiende un tesoro: 
la Iglesia tiene necesidad de ella, porque es el fundamento seguro de nuestra santidad personal, y porque nuestro Señor se dirigió a todos cuando dijo: Oportet semper orare… Conviene orar siempre
     Los enemigos reales de tu oración son: la imaginación –“la loca de la casa”- que te turba y distrae con sus vuelos y con sus piruetas; tus sentidos despiertos y poco mortificados; la falta de preparación remota, por la cual te encuentras tan lejos de Dios.
     Antes de terminar, repite a Jesús, por medio de la Virgen María -que es Rosa mystica et Vas insigne devotionis, Rosa mística y Vaso insigne de devoción-, las palabras humildes y llenas de confianza de los Apóstoles: Domine, ¡doce nos orare! ¡Señor, ensénanos a orar!

                (Salvador Canals, Ascética meditada, p. 152-157 (selección), Colección Patmos n. 110, Ediciones Rialp)

domingo, 12 de junio de 2022

                            2, EL MARCO HISTÓRICO DEL ANTIGUO TESTAMENTO  
                                                                              Tercera parte
         
   “En los relatos de los libros de los Reyes y de las Crónicas se habla de algunos de estos acontecimientos, atestiguados también a partir de la arqueología y de la documentación extrabíblica: el sitio de Jerusalén por Senaquerib en tiempos de Ezequías, las incursiones de los ejércitos babilónicos por todo el territorio y la caída de Jerusalén en manos de Nabucodonosor.
 
d), La época persa. Unos cuarenta años después de la caída de Jerusalén en manos del rey de Babilonia, Ciro, rey de Persia, conquistó a su vez la ciudad de Babilonia y se hizo con el dominio de todo el territorio que de ella dependía. Son los comienzos del llamado imperio persa. Siguiendo una política de benevolencia hacia los países conquistados, Ciro ayudó a la restauración de Jerusalén, impulsando el culto tradicional a Yahwéh, el Dios de Samaría y Judá. Allí se fue creando una nueva sociedad centrada en el Templo y administrada por un gobernador persa, identificado profundamente con el pueblo. En el reinado de Darío I se promulgaron medidas imperiales orientadas a favorecer la centralización del culto en Jerusalén y el cumplimiento de las normas legales emanadas de la autoridad de la ciudad restaurada. La provincia persa de Yehud (Judá), cuya capital era Jerusalén, iría creciendo en importancia durante los siglos V y IV a.C.
     En esa época de restauración del culto y de la vida pública en la ciudad davídica bajo el dominio persa se sitúan las misiones de Nehemías y de Esdras, cuyas memorias han quedado incluidas en los libros del Antiguo Testamento que llevan sus nombres. Tales misiones no estuvieron exentas de tensiones con los gobernantes de la zona, como lo atestiguan esos mismos libros.
 
d), La época helenística.  El relativo esplendor alcanzado por Persia, y participado por Judá bajo su dominio, inició su declive hacia el año 333 a.C. con las conquistas de Alejandro Magno. Después de su victoria sobre el emperador persa Darío III Codomano, al noroeste de Siria., Alejandro bajó por la costa de Palestina en dirección a Egipto y sus tropas se hicieron con el control de la región. Su muerte se suele considerar el inicio de una nueva era en todo el Mediterráneo oriental y el Oriente Medio, conocida como periodo helenista. En esta época muchos aspectos de la vida de los pueblos conquistados quedarían impregnados de elementos de la civilización, el arte, la técnica, la lengua o la filosofía griega. En las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Palestina, se puede constatar que la irrupción de esa nueva cultura produjo cambios considerables y profundos, entre ellos la aparición de ciudades típicamente helenistas.
     Mientras tanto, la situación social y política distaba mucho de ser pacífica. Tras la muerte de Alejandro Magno, todo el Oriente Medio se vio envuelto en las luchas de sus sucesores por conseguir el poder sobre las distintas regiones de su imperio. Al final de las “guerras sirias” entre ptolomeos y seléucidas, a comienzos del siglo II a.C., Palestina quedó bajo el poder sirio (seléucida). Antíoco III promulgó varios decretos destinados a acelerar la reconstrucción y repoblación de Jerusalén, concedió privilegios a los sacerdotes, escribas y miembros del consejo de los ancianos, y estableció algunas disposiciones para el mantenimiento de la ciudad y del Templo.
     Sin embargo, los efectos de estas medidas fueron escasos. Cuando Antíoco IV Epífanes (175-174 a.C.) se hizo con el poder, el proceso de helenización llegó a su apogeo. Jerusalén fue transformada en una ciudad helenística, la Torah dejó de ser ley constitucional, como lo venía siendo desde la época persa, y se suprimieron los sacrificios y del culto en el Templo.
     Sin embargo, hacia el año 70 a.C., Roma se apoderó de Jerusalén. Palestina era entonces una región profundamente helenizada, aunque se mantenían en ella bastantes reductos que habían logrado conservar con gran vigor la identidad religiosa y cultural propia”. Continúa
 
 (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Sagrada Biblia, Comentario, p. 201-204, Editorial Eunsa)
 Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, 
siguiendo elAño litúrgico, del 12 al 18 de junio 2022
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Santísima Trinidad
    Jamás la majestad del Espíritu Santo ha estado separada de la omnipotencia
del Padre y del Hijo; todo lo que hace el gobierno divino para administrar el
universo procede la Providencia de toda la Trinidad. En ella no hay más que
una misma bondad de misericordia, una misma severidad en la justicia. Nada
que está dividido en la acción o nada que difiera en la voluntad. Lo que el
Padre ilumina, el Hijo lo ilumina y el Espíritu Santo lo ilumina también.
                                           (San León Magno, Sermón 75, sobre Pentecostés)
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                  Ciclo C, año Par
Día 12. DOMINGO. SANTÍSIMA TRINIDAD, solemnidad.
Las obras divinas y las misiones trinitarias, n. 257-260
 
Día 13. lunes. San Antonio de Padua, presbítero y doctor de la Iglesia, siglo XIII
El nombre de la Eucaristía, n. 1328-1332
 
Día 14. martes de la semana XI del Tiempo Ordinario.
San Eliseo, profeta, siglo IX a.C.
Los signos del pan y del vino, n. 1333-1336
 
Día 15. miércoles de la semana XI del Tiempo Ordinario.
Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, virgen, fundadora, siglo XIX
“Haced esto en memoria mía” n. 1341-1344
 
Día 16. jueves de la semana XI del Tiempo Ordinario
San Juan Francisco de Regis, predicador misionero, siglos XVI-XVII
La misa de todos los siglos, n. 1345-1347
 
Día 17. viernes de la semana XI del Tiempo Ordinario.
San Ismael, mártir, siglo IV
El desarrollo de la celebración, n. 1348-1355
 
Día 18. sábado de la semana XI del Tiempo Ordinario
San Gregorio Barbarigo, cardenal, siglo XVII
Acción de gracias, memorial, presencia, n. 1356-1361
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jueves, 9 de junio de 2022

EL PAN DE VIDA

Iesu, quem velátum nunc aspício, Oro fiat illud quod tam sitio;
Ut te reveláta cernes fácie, Visu sim beátus glóriae. Amén
Jesús, a quien ahora veo oculto: te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
Que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloría. Amén.

     “Deja que te diga, en confianza, que tu alma no puede nutrirse y saciarse de otra cosa que de Dios. ¡Tanta en la grandeza y la nobleza del alma en gracia! Si pudiéramos hacernos una idea de ella, no tendríamos ojos para ninguna otra cosa en el mundo. Piensa que la Fe -nuestra fe cristiana, que da luz a la inteligencia y serenidad al corazón- enseña que el alma ha sido creada a imagen y semejanza de Dios, que ha sido redimida por la sangre de Jesucristo, y que debemos alimentarla de su cuerpo y sangre redentores.
     No te dejes seducir por falsas ideas y por falsas humildades: estado de gracia, rectitud de intención… y, después de haber escuchado el consejo prudente del sacerdote, acércate, incluso todos los días, a la Santísima Eucaristía.
     Me agrada repetirte, a propósito de la Eucaristía, aquellas palabras de Marta a María, cuando Jesús – después de la muerte de Lázaro- se acerca a la casa amiga de Betania: ¡Magister adest et vocat te!, ¡el Maestro ha llegado y te llama! Escucha su llamada, y aproxímate: acércate a este misterio de fe con una fe muy grande, acércate con la fe de la madre cananea y de la hemorroísa, o, por lo menos, con el deseo humilde de los apóstoles: ¡Adauge nobis fidem!, ¡auméntanos la fe!
     Acércate con la esperanza firme del leproso, y repite a Jesús sus palabras, humildes y confiadas: Si vis, potes me mundare. ¡Señor, si quieres puedes volverme puro! Y si en ese momento te entristece el recuerdo de tus miserias, puedes volverte a Jesús con las palabras del centurión: Domine, non sum dignus… Señor, yo no soy digno -pero añade en seguida lo que supo añadir aquel hombre sencillo y saborea la confiada esperanza que se esconde en la continuación de su discurso: …sed tantum dic verbum et sanabitur anima mea-, pero di una sola palabra y mi alma será sana.
     Acércate con la caridad de Magdalena, en la casa de Simón el leproso. Sepárate, como ella, solo con Jesús y rodéalo con tus cuidados y ofrécele el fuego de tu alma y el fervor de tu voluntad. Y no te cuides de respetos humanos, ni de falsas humildades. El está contigo, y te ama. Aprovecha bien los momentos de tu acción de gracias: que tu acción de gracias sea como el himno que entonaron los apóstoles, en el cenáculo, después de la institución de la Eucaristía, mientras iban saliendo al aire libre. Y sal de la iglesia con el corazón rebosante de alegría y el alma llena de optimismo. Y renueva muchas veces durante la jornada tu respuesta al Desiderio desideravi de Cristo, tu deseo de recibirlo. La comunión espiritual es alimento fuerte y letificante para las almas eucarísticas.
     Mater pulcrae dilectionis et agnitionis et santae spei. La Virgen es madre del Amor hermoso y de la Fe y de la santa Esperanza: pídele a Ella progresar en estas virtudes para acercarte con disposiciones interiores cada vez mejores al Santísimo Sacramento de la Eucaristía”.

                 (Salvador Canals, Ascética meditada, p. 148-151, Colección Patmos n. 110, Ediciones Rialp)

domingo, 5 de junio de 2022

 
Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo el
Año litúrgico, del 5 al 11 de junio 2022
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Pentecostés
     Día de Pentecostés, en el que se concluyen los sagrados
cincuenta días de la Pascua y se conmemoran, junto con la
efusión del Espíritu Santo sobre los discípulos en Jerusalén,
los orígenes de la Iglesia y el inicio de la misión apostólica a
todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones.
                                   (Elog. Del Martirologio Romano)
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                  Ciclo C, año par
Día 05. DOMINGO DE PENTECOSTÉS
El Espíritu Santo, El Don de Dios, n. 731-736
           Termina el Tiempo Pascual
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          Se reanuda el Tiempo Ordinario
Día 06. lunes.  Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia.
Dios lo ha dicho todo en el Verbo, n. 65-67
 
Día 07. martes de la semana X del Tiempo Ordinario.
San Antonio María Gianelli, obispo y fundador, siglo XIX
“En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, n. 232-237
 
Día 08. miércoles de la semana X del Tiempo Ordinario.
San Guillermo de York, obispo, siglo XII
El Padre revelado por el Hijo, n. 238-242
 
Día 09. jueves. NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO,
SUMO Y ETERNO SACERDOTE, fiesta
El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu, n. 243-248
 
Día 10. viernes de la semana X del Tiempo Ordinario.
Santa Oliva de Palermo, virgen y mártir, siglo IX
La formación del dogma trinitario, n. 249-252
 
Día 11. sábado. San Bernabé, apóstol, siglo I
El dogma de la Santísima Trinidad, n. 253-256
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miércoles, 1 de junio de 2022

                                                      AMOR A LA LIBERTAD

     “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por la libertad, así como por honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres" (M. de Cervantes, El Quijote, II, 58)
     La libertad es un don divino concedido al hombre, solamente a él. Del animal no se puede decir que es libre. No se trata solo de una capacidad de elección entre diversas opciones; este es solamente el aspecto práctico. La libertad es más honda, es el propio ser de la persona, que está orientado hacia una finalidad. "Es el señorío de quien, mediante las virtudes, es dueño de sus propios actos, y no un esclavo de las tendencias desordenadas, presentes en todo ser humano" (San Agustín, De libero arbitrio, 2,13)

     De la libertad emana este imperativo: sé mejor, ve a más, sé hombre, vive de acuerdo con lo que eres: hijo de Dios, querido y amado por Él para hacer el bien, para ser bueno. Este es el núcleo del cristianismo. "Se puede afirmar que la imagen de Dios en las personas creadas se halla sobre todo en la libertad" (L. Clavell, Personas libres)
     La libertad tiene siempre un fin. La libertad humana no se justifica por sí misma; requiere un fin, unos objetivos que le proporcionen sentido: el bien, lo mejor. Al vivirla de este modo el hombre crece como persona, adquiere virtudes, ama y sirve a su familia, coopera con los demás a través de su trabajo, puede construir una sociedad justa.,
     La libertad cotidiana. Cada jornada abre ante nosotros el abanico de los deberes y compromisos, de los trabajos, de las conversaciones, del hacer y deshacer. Las horas del día presentan múltiples opciones y solicitan decisiones. Este es el campo habitual en el que podemos ser libres o permanecer coaccionados interiormente por tendencias que no son rectas: la inclinación a la vanidad y al egoísmo, el peso de la pereza, la atracción por lo placentero… No somos libres cuando cedemos a estas presiones. Es esclavo de uno mismo es una desgracia. "Todo mes es lícito, mas no todo me conviene. Todo me es lícito, mas no me dejaré dominar por nada" (San Pablo, I Corintios 6, 12)
     Libertad interior. Existen numerosos obstáculos para ser libres por dentro, y la experiencia nos dice que tales barreras no son fáciles de conocer y reconocer para poder destruirlas. Sin embargo, la libertad interior es una conquista necesaria a la que todo hombre aspira, en muchos casos sin saberlo, sin tener la conciencia clara de este deseo.
     Solo se alcanza a través de la madurez; no propiamente con la madurez que traen los años, sino con la adquisición de un conjunto de virtudes y de actitudes, profundas, serenas, realistas. La libertad interior requiere conocimiento propio, dominio de sí, madurez: disposiciones estables que permiten contemplar la vida como oportunidad de crecimiento constante.
     Libres ante las decisiones grandes. Con menor frecuencia se ofrecen a nuestra libertad encrucijadas en las que -según la respuesta- nuestra vida tomará sentido en una dirección o en otra muy distintas: el matrimonio, el sacerdocio, el celibato para amar a Dios en exclusiva. Conviene entonces escuchar la voz de Dios que solicita una decisión generosa: "mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y multiplicarás; Yahveh tu Dios te bendecirá en la tierra a la que va a entrar para tomarla en posesión" (Deuteronomio 30, 15-16)
     "Los padres y la libertad de sus hijos. “En la educación de los hijos es importante encontrar el equilibrio entre libertad y disciplina. Sin reglar de comportamiento y de vida, aplicadas día a día también en las cosas pequeñas, no se forma el carácter y no se prepara par afrontar las pruebas que no faltarán en el futuro” (Benedicto XVI, Mensaje diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 21.I.2008)

     (Francisco Fernández-Carvajal, Pasó haciendo el bien, p. 99-106, selección, Ediciones Palabra 2016)

 EL PAN DE VIDA

Adóro te devóte, latens Déitas, Quae sub his figuris látitas:
Tibi se cor meun totum súbiicit, Quia te contémplans totum déficit.
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

     “Tú sabes de sobra, amigo mío, que Eucaristía quiere decir acción de gracias. Y éste es precisamente el primer impulso espontáneo del alma que se detiene a considerar, a meditar este misterio de fe que es el Sacramento del Amor. Las palabras que brotan del corazón ante la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, son palabra de gratitud: Gracias, Señor, por haber querido quedarte en el tabernáculo. Gracias, Señor por haber pensado en mí y en todos los hombres -aun aquellos que habrían de entregarte y que te traicionan- en la hora de la persecución y del abandono, en la vigilia de la Pasión. Gracias, Señor, porque has querido ser médico para mis achaques, fuerza para mis debilidades y blanco pan para mi alma hambrienta, pan que da la vida.
     Tú y yo sabemos por experiencia cuánto bien pueden hacer a una persona una buena amistad: le ayuda a comportarse mejor, le acerca a Dios, le mantiene lejos del mal. Y si una buena amistad nos liga, no ya a una persona buena, sino a un santo, los buenos efectos de ese género de vida se multiplican: el trato mutuo y el intercambio de elevados sentimientos con un santo dejarán en nuestro propio fondo algo de su santidad: cum sanctis, ¡sanctus eris!, si tratas con los santos, serás santo.
     ¡Pues piensa ahora, amigo mío, lo que podrá ser la amistad y la confianza con Jesucristo en la Eucaristía, y qué huella dejará en nuestra alma! Tendrás a Jesús como Amigo, Jesús será tu Amigo. ¡Él -perfecto Dios y Hombre perfecto-, que nació, que trabajó y que lloró, que se ha quedado en la Eucaristía, ¡que padeció y murió por nosotros! Y… ¡qué amistad, que intimidad! Nos nutre con su cuerpo, nos quita la sed con su sangre: Caro mea vere est cibus, sanguis meus vere est potus. Mi carme es verdadero alimento, mi sangre es verdadera bebida. Jesucristo se ofrece a nosotros en el misterio de la Eucaristía, completamente, totalmente, en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Y el alma, en aquel momento de donación y de abandono, siente que le puede repetir las palabras de la parábola evangélica: Omnis me tua sunt, todo lo que es mío es tuyo.
      El camino de la Comunión -y de la Comunión frecuente- es verdaderamente el camino más fácil y breve para llegar a la transformación en Cristo, al vivit vero in me Christus, verdaderamente Cristo vive en mí de san Pablo. Tu alma tiene necesidad de Jesús, porque sin Él no puedes -no podemos- hacer nada. Sine Me nihil potestis facere, sin Mí no podéis hacer nada. El desea venir todos los días a tu alma: te lo dijo y te lo dice con la parábola del gran banquete -nocavit multos, llamó a muchos- y te lo repitió y te lo repite en el momento solemne de instituir la Eucaristía: Desiderio desideravi hace pascha manducare vobiscum, he deseado con toda el alma comer esta Pascua con vosotros.
     Tu alma y la mía tienen necesidad del Pan de la Eucaristía, porque tienen necesidad de nutrirse, como el cuerpo, para perseverar con fidelidad y buen espíritu en el trabajo cotidiano, en su esfuerzo para santificarse y para adelantar, cada día más, en el conocimiento de Dios y en la práctica generosa de las virtudes”.Continúa

                       (Salvador Canals, Ascética meditada, p.146-148, Colección Patmos n. 110, Ediciones Rialp)