miércoles, 29 de junio de 2022

DIALOGAR: UNA VIRTUD PARA CONVIVIR
UNAS POCAS CONSIDERACIONES SOBRE EL DIÁLOGO

El diálogo como virtud. El justo equilibrio entre saber escuchar y hablar con oportunidad produce el milagro del diálogo. El diálogo en un milagro de armonía de respeto y de sinceridad que posibilita la convivencia pacífica. El diálogo requiere en primer lugar una actitud silenciosa de escucha.
     Las buenas conversaciones nos enriquecen como personas: “Descubro que mi persona se enriquece por medio de la conversación. Porque poseer sólidas convicciones es hermoso, pero más hermoso todavía es poderlas comunicar y verlas compartidas y apreciadas por otros” (A. Luciani, Ilustrísimos señores, p. 206).
     No se entiende por eso conversar en voz muy alta o desde lejos. Tampoco es compatible con otras actividades, como seguir leyendo el periódico o estar pendiente de la televisión: quien habla en estas circunstancias sabe que no le están escuchando.
     En la conversación ha de evitarse el uso de expresiones rebuscadas y cursis; también aquellas que estén de última moda, ambos extremos denotarían una actitud de superficialidad. La persona educada debe evitar palabras soeces y vulgares.
     Estamos hechos para el diálogo. Sin diálogo la persona no sabe cómo orientarse y se encuentra sola. Es una necesidad vital y humana: el hombre no es una esfera cerrada, incomunicada.

                  Algunas sugerencias que pueden favorecer el diálogo:
--Ánimo abierto, mostrarse acogedor; cordial, interesado en el tema.
--Facilitar la confianza con la mirada y la actitud: “Esa confianza es la que permite a
   quien habla abrir las puertas a las profundidades de su intimidad” (A. Polaino, o.c.cap. 2)
--Escuchar con atención, dejar hablar, intervenir cuando es oportuno sin cortes bruscos.
--Evitar expresiones inadecuadas: vulgares o groseras.
--Mantener el pensamiento en el tema que se trata y seguirlo con veracidad.
--Evitar a toda costa las discusiones y el tono violento, impositivo, autoritario.
--Tener en cuenta que ciertas conversaciones requieren un lugar tranquilo, apartado.
--Una conversación debe terminarse bien, es decir; que ambas partes se queden contentas
   de haber hablado, de haber compartido, que se queden con deseo de reunirse otra vez.

    Y esto a pesar de que haya cuestiones en las que no están de acuerdo: las diferencias
no separan si están por medio el afecto, el respeto y la confianza.

Decir bien las cosas. Ser buenos comunicadores. Quien habla desea que su mensaje sea bien recibido. Por esta razón conviene cuidar el modo; no solo elegir las mejores palabras, sino atender al tono, al énfasis. Porque la recepción del mensaje depende de estos matices que manifiestan respeto, aprecio, benevolencia.
      No es lo mismo que una madre diga a su hijo adolescente: ¿te has dado cuenta hijo? ¡Tienes la habitación hecha una verdadera pocilga!, a decirle: he visto que tienes la habitación desordenada. ¿quieres que te ayude a organizar las cosas? El primer mensaje es inútil, solo sirva para que el chico se ponga furioso; el segundo quizá reciba una respuesta negativa, pero el hijo ha sido consciente de la benevolencia de su madre y, probablemente, ordenará su habitación. Entre las mil formas de decir; conviene elegir la mejor y no la peor.
    Nos dice el Señor: de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno del buen tesoro saca cosas buenas (Evangelio s. Mateo, 12,35). Continúa

             (Francisco Fernández-Carvajal, Pasó haciendo el bien, p. 158-162 (selección n.2) Ediciones Palabra)

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