viernes, 30 de septiembre de 2022

 

JOSUÉ. Los libros históricos del Antiguo Testamento
Segunda parte, continúa
 
      2, Composición. En la redacción del libro de Josué se han recogido textos y narraciones antiguas. No es de extrañar que muchas familias contaran entre sus tradiciones propias relatos episódicos de la llegada de las tribus a aquel territorio y que alguno de ellos se pusiera por escrito antes de la redacción de este libro. También debían de existir numerosas narraciones que explicaban por qué algunos lugares tenían un nombre concreto, o cuál era el origen de algunos restos de construcciones antiguas que llamaban la atención a quienes las contemplaban: la existencia de doce grandes piedras en Guilgal, el montón de ruinas de Ay, las grandes piedras que cerraban la cueva de Maquedá, etc. Gran parte de la labor redaccional, que aunó todos esos relatos en una narración continúa, fue realizada por autores de la tradición deuteronomista.
      El elenco de las heredades correspondientes a cada tribu que aparece en la segunda parte posiblemente tiene su origen en documentos escritos en el sur de Canaán, ya que el relato es mucho más preciso al hablar de Judá y Benjamín, que tienen su territorio en esa zona, que cuando habla del resto de las tribus. La mayor parte de esa sección pertenece a la tradición sacerdotal.
      Todos estos elementos fueron reunidos y dotados de unidad en este libro con una finalidad eminentemente teológica dentro del marco deuteronomista: la tierra de Israel es un don de Dios concedido a su pueblo, que ha de atenerse con fidelidad a lo prescrito en la Ley para conservar ese beneficio.
 
3, Enseñanza. Dios es fiel y siempre cumple sus promesas. Así se hace constar de modo explícito: “No dejó de cumplirse ni una sola de las cosas buenas que el Señor prometió a la casa de Israel. Todo llegó”. El Señor no olvidó lo que había prometido a los Patriarcas y estuvo siempre con su pueblo hasta que les entregó la tierra que había jurado darles, sin que las dificultades objetivas que encontraron fuesen obstáculo para ello. Con esa experiencia, cuando el pueblo de Israel padeció el destierro de Babilonia pudo mantener firme la esperanza de que Dios lo llevaría de nuevo al lugar de reposo que le había concebido. Lo que podría parecer una meta inalcanzable no lo es, ya que Dios es fiel a su poder no conoce límites.
       Por último, conviene hacer notar la fuerza con la que el texto sagrado insiste una y otra vez en la unidad del pueblo. Aunque algunas tribus hubieran recibido su heredad antes de pasar el Jordán para entrar en la tierra prometida, no abandonaron a sus hermanos en la toma de posesión de Canaán. En la narración se subraya que la ocupación del país fue realizada por todo el pueblo unido bajo el mando único de Josué. A su vez, ese pueblo unido debe reconocer que sólo hay un Dios, el Señor, que les ha prestado auxilio, el único al que deben servir
 
4, El libro de Josué a la luz del Nuevo Testamento. La figura de Josué, instrumento de Dios para introducir al pueblo en la tierra prometida, representa una verdadera participación profética de Jesucristo. Su propio nombre, Josué, es idéntico al de Jesús. Ambos significan “el Señor salva, en hebreo, Yehosú´a). Josué proporcionó a su pueblo la salvación al introducirlo en la tierra, pero también salvó a personas que no formaban parte de él, como Rajab y su familia, que habían secundado los planes de Dios y manifestado así su fe con obras. También Jesús, que vino a traer la salvación a Israel, la hace extensiva a todos los hombres y mujeres de todas las razas de la tierra que secundan los planes de Dios.
      El paralelo entre Josué y Jesús fue desarrollado por algunos Padres de la Iglesia. San Justino explicó que, así como Josué sucedió a Moisés e introdujo al pueblo en la tierra prometida, Jesús a sustituido a Moisés, y su Evangelio a la Ley mosaica, y ha conducido al nuevo pueblo de Dios a la salvación. Orígenes estableció un paralelo espiritual entre Josué, que condujo a Israel a la victoria abatiendo reinos, ciudades y enemigos, y Cristo, que guía al alma y le proporciona la victoria sobre los vicios y pasiones”.  Continúa
 
                 (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Comentario, Sagrada Biblia, p. 209-210, segunda parte)

miércoles, 28 de septiembre de 2022

            Subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso
                                                      El símbolo de los Apóstole. Artículo 6
 
      “Después de la Resurrección de Cristo es necesario creer en su Ascensión: ascendió al cielo a los cuarenta días. Por eso dice: “Subió a los cielos”. Sobre la cual hay que advertir tres cosas: que esta ascensión fue sublime, razonable y útil.

A)    Fue sublime, porque subió a los cielos. Esto se expone en tres pasos.
Primero, subió por encina de todos los cielos corpóreos. Dice el Apóstol: “Subió por encima de todos los cielos” (Eph 4, 10). Esto fue Cristo quien primero lo hizo, pues anteriormente ningún cuerpo terreno había salido de la Tierra, hasta el punto de que incluso Adán vivió en un paraíso terrenal.
 
Segundo, subió por encima de todos los cielos espirituales, que son los seres espirituales,  “Colocando a Jesús a su derecha en el cielo, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud y Dominación, y sobre todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero; todas las cosas las sometió bajo sus pies”
 
Tercero, subió hasta el trono del Padre, “He aquí que en las nubes del cielo venía un como Hijo de hombre, y llegó hasta el Anciano de días” (Dan 7, 13).” El Señor, Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo, y está sentado a la derecha de Dios” (Mc 16, 19).
      Lo de la derecha de Dios no hay que entenderlo en sentido literal sino metafórico: en cuanto Dios, estar sentado a la derecha del Padre significa ser de la misma categoría que Éste; en cuanto hombre, quiere decir tener la absoluta preeminencia. Esto lo entendió también el diablo: “Subiré al cielo, sobre los astros de Dios levantaré mi solio; me sentaré en el monte de la alianza, de la parte del Aquilón; ascenderé sobre la altura de las nubes, semejante seré al Altísimo” (Is 14, 13-14). Sin embargo, sólo Cristo lo consiguió; por eso se dice: “Subió al cielo, está sentado a la derecha del Padre”. “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra” (Ps 109,1).
 
B)     La Ascensión de Cristo fue razonable, pues fue al cielo; esto, por tres motivos:
Primero, porque el cielo era debido a Cristo por su misma naturaleza. Es natural que cada cosa vuelva a su origen, y el principio originario de Cristo está en Dios, que está por encima de todo. “Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo, y voy al Padre” (Jn 16, 28)” Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo” 
(Jn 3, 13). También los santos suben al cielo, pero no como Cristo: Cristo subió por su propio poder; los santos, en cambio, arrastrados por Cristo: “Arrástrame en pos de ti” (Cant 1,3). Incluso puede decirse que nadie sube al cielo sino Cristo sólo, porque los santos no suben más que en cuanto miembros de Él, que es la cabeza de la Iglesia: “Donde esté el cadáver, allí se juntarán también los buitres” (Mt 24, 2
 
Segundo, correspondía a Cristo el cielo por su victoria. Cristo fue enviado al mundo para luchar contra el diablo, y lo venció; por ello mereció ser encumbrado por encima de todas las cosas: “Yo vencí, y me senté con mi Padre en su trono” (Apc 3, 21).
 
Tercero, le correspondía por su humildad. No hay humildad tan grande como la de Cristo, quien siendo Dios quiso hacerse hombre, siendo Señor quiso tomar la condición de esclavo sometiéndose incluso a la muerte, según se dice en Philp 2, y llegó a bajar al infierno. Por eso mereció ser ensalzado hasta el cielo, hasta el solio de Dios, porque el camino al encumbramiento es la humildad: “El que se humilla será enaltecido” (Lc 14,11); “El que descendió, ése mismo es el que subió por encima de todos los cielos” (Eph 4, 10).

C)    La Ascensión de Cristo fue útil; esto, es en tres aspectos:
Primero, como guía, pues ascendió para guiarnos. Nosotros ignorábamos el camino, pero Él nos lo mostró: “Subirá delante de ellos el que les abrirá el camino” (Mich m2, 13). Y para darnos la certeza de la posesión del reino celestial: “Voy a prepararos un sitio(Jn 14, 2).
 
Segundo, para asegurarnos esta posesión, puesto que subió para interceder por nosotros: “Llegando por sí mismo hasta Dios, viviendo siempre para interceder por nosotros” (Heb 7, 25); “Tenemos ante el Padre un abogado, Jesucristo” (1 Jn 2, 1).
 
Tercero, para atraer hacia sí nuestros corazones; “Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón” (Mt 6, 21); para que despreciemos los bienes temporales: “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde esta Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (Col 3, 1-2)”.
 
         (Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, Artículo 6, p.79-82, Colección Patmos n. 155)

domingo, 25 de septiembre de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
siguiendo el Año litúrgico,
del 25 septiembre al 1 octubre 2022
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Encuentro con Jesucristo
     No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una
gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con
una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello,
una orientación decisiva.
     El cristianismo no es una moral, es un encuentro con una
Persona: Jesucristo.

                           (EDUCA. Buenos Aires 2016, Una ética para el siglo XXI)
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                       Ciclo C, año Par
Día 25. DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO.
San Cleofás, discípulo del Señor
La doctrina social de la Iglesia, n. 2419-2425
 
Día 26. lunes de la semana XXVI del Tiempo Ordinario.
Santos Cosme y Damián, mártires del siglo III.
La actividad económica y la justicia social, n. 2426-2436
 
Día 27. martes, San Vicente de Paúl, presbítero y fundador
de la Misión (Paúles) 1581-1860
Justicia y solidaridad entre las naciones, n. 2437-2442
 
Día 28. miércoles de la semana XXVI del Tiempo Ordinario.
San Wenceslao de Bohemia, rey, mártir, siglo X.
El amor de los pobres, n. 2443-2449
 
Día 29. jueves, Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, fiesta.
Cristo “con todos sus ángeles”, n. 331-333
 
Día 30. viernes, San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, siglo IV.
Vivir en la verdad, n. 2464-2470
 
Día 01. sábado, Santa Teresa del Niño Jesús, religiosa carmelita y
doctora de la Iglesia, siglo XIX.
Las ofensas a la verdad, n. 2475-2487
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JOSUÉ. Los libros históricos del Antiguo Testamento, primera parte.
DESTRUIR LA FAMILIA ES DESTRUIR LA SOCIEDAD, Periódico El Debate
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viernes, 23 de septiembre de 2022

 Destruir la familia es destruir la sociedad

     La destrucción de la familia interesa a muchos poderosos, que aparentan 
ser salvadores de la humanidad y ocupar el lugar de Dios
                    Periódico EL DEBATE   22/09/2022       Patxi Bronchalo
 
      ¿Saben ustedes por qué la destrucción de la familia termina siendo la destrucción de la sociedad? Este un proceso en el que estamos inmersos desde hace décadas y que trae consecuencias más graves de las que muchos piensan. No hay que ser ilusos, ni buenistas. Se lo cuento brevemente, siguiendo y explicando lo dicho por el sociólogo estadounidense Carle C. Zimmerman.

      La Historia enseña que toda civilización fuerte y sana tiene en la base toda una estructura de familias que se hacen depositarias de una fe y de unos valores que reciben de sus mayores y que pasan a sus niños y jóvenes. Estas son las que podríamos llamar familias depositarias, para las cuales lo más importante es la transmisión de la fe.

     Sucede que con el progreso material las sociedades se van acomodando y los progresos morales y espirituales que vienen de la fe y valores, transmitidos hasta entonces por las familias depositarias van relajándose. Se pasa entonces a lo que podemos llamar familias tradicionales, estas son aquellas que valoran la fe y los valores como parte de una tradición que va estando más muerta que viva. Las familias no tienen ya la fe como lo más importante que han recibido y transmitido sino como algo bonito y bueno que está ahí. Se quedan solo en transmitir tradiciones, pero ya no la fe que las sustenta.        ¿Les suena el vacío de contenido que hay hoy en las celebraciones de Navidad o Semana Santa? ¿Y aquellos que van a la Iglesia solamente a ponerse la ceniza, a tomar el ramo o a ver salir la procesión, simplemente porque es tradición?

       La cosa no termina aquí. Al acomodarse mas aún las familias pasan de ser tradicionales a ser atomistas. En esta tercera etapa, al haber recibido meras tradiciones muertas y vacías, carentes de sentido, en sus miembros surge la necesidad de dejar atrás esas enseñanzas y de crear un nuevo sistema de valores y una nueva fe en la que cada individuo es el propio «dios de su existencia». Lógicamente las consecuencias de esto son que la libertad y el derecho individual de cada uno prima sobre las obligaciones y los deberes con la propia familia para mantenerla unida, sana y fuerte. Ya no se transmite nada, simplemente cada uno vive como quiere para tener bienestar individual. Son como átomos.  

      Desaparece lo que llaman «familia tradicional» y se abre el camino a decir que a cualquier modelo de convivencia humana hay que llamarlo familia, siendo un fascista el que no piensa así. La tradición ya no importa, la fe mucho menos, y las personas se hacen egoístas, más escépticas, van estando cada vez más dañadas y se van quedando cada vez más solas, porque la familia ya no es lugar seguro al que volver y encontrar amparo, afecto y seguridad.

     Entonces la familia no es ya la base fuerte de la sociedad, que sostiene las grandes civilizaciones y progresos. Aquí aparecerá el Estado presentándose como el garante de la libertad individual, tratando de ser el sustituto de las familias para proteger a las personas. Los individuos solos y llenos de traumas son fácilmente manejables por los ideólogos de los estados y aceptan más fácilmente sus consignas, aunque estas sean destructoras de la vida y la convivencia. Por eso, la destrucción de la familia interesa a muchos poderosos, que aparentan ser salvadores de la humanidad y ocupar el lugar de Dios.

      Así, la destrucción de la familia va minando poco a poco a la sociedad, y la consecuencia última que puede esperarse es la caída de la civilización y el reemplazo por otras sociedades que sí sean depositarias de una fe y valores. Quizás ya no una fe y unos valores que respeten la integridad de la persona humana y la pongan a esta en el centro de todo.

      San Juan Pablo II no se cansaba de repetir la llamada a Europa a ser ella misma y volver a sus raíces para salvar la civilización. Vivimos tiempos en los que, como hizo san Benito, nos toca cuidar el depósito de la fe, vivirlo y compartirlo con quien quiera escuchar, aunque a nuestro alrededor vayan creciendo la barbarie moral y la anarquía espiritual. Hagamos que nuestras familias y nuestras parroquias no sean tradicionales sino depositarias de la fe. La historia nos enseña también que Dios vence siempre, y una y otra vez permite que un pequeño resto de personas conserve y vaya adelante con el tesoro recibido de su parte. A contracorriente y sin miedo.
 
 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

                              JOSUÉ. Los libros históricos del Antiguo Testamento

      “El libro de Josué es la culminación natural del Pentateuco. En él se narra la toma de posesión de la tierra prometida por parte de Israel bajo la guía de Josué. Dios cumple así las promesas hechas a los Patriarcas. El pueblo elegido, aunque constituido por tribus, es un solo pueblo que con el auxilio del Señor adquiere unido la propiedad de esa tierra. En efecto, las tribus israelitas no conquistaron Canaán gracias a su poderío miliar, sino que Dios puso esa tierra en sus manos, y Él mismo la repartió entre ellos para que cada uno pudiera gozar de paz y prosperidad en el territorio asignado a su familia. Como correspondencia a la fidelidad de Dios que ha cumplido sus promesas, se reclama la fidelidad de todo el pueblo a la Alianza establecida con Él.
 
1, Estructura y síntesis del contenido
      La exposición tiene una estructura sencilla. En ella se pueden distinguir dos partes extensas, precedidas por un prólogo y culminadas por un epílogo donde se condensa el contenido teológico del libro:

Prólogo (1, 1-18). Sirve de unión con el Pentateuco y enuncia los principales temas del libro. De una parte, la continuidad que existe entre la misión de Josué y la de Moisés en cuanto mediadores entre Dios y el pueblo. De otra, la unidad del pueblo cuyas tribus realizan juntas la conquista de todo el país.
                                                                                               
I, Toma de posesión de la tierra prometida (2, 1-12,24). La narración comienza con el envío de unos exploradores para inspeccionar Jericó, la primera ciudad conquistada por los israelitas. Sigue un conjunto de episodios relacionados con Guilgal, el primer campamento establecido en la tierra prometida: el paso del Jordán, la circuncisión de los varones israelitas, la celebración de la Primera Pascua en Canaán y la manifestación de Dios frente a Jericó. A continuación, se narra con detalle la conquista de las dos primeras ciudades: Jericó y Ay, insertando entre ambas el recuerdo de un intento de conquistar Ay que resultó fallido por la prevaricación de Acán, que no respetó las reglas del exterminio. Una vez que se han relatado con detenimiento las primeras conquistas de Israel en la tierra que Dios les entrega, se habla del acto de culto realizado mediante la ofrenda de sacrificios y la lectura de la Ley que se celebró junto a Siquem. Seguidamente se trata, con menor detenimiento que en los episodios anteriores, de la conquista de los reinos de la zona central y meridional y de la zona septentrional. Una vez concluida la ocupación de la tierra, se ofrece una relación de los territorios conquistados y otra de los monarcas vencidos.
                                 
II, Distribución de la tierra prometida (13,1-21,45). El reparto se realiza en tres etapas. La primera ya había tenido lugar en las campiñas de Moab, y en ella Moisés había adjudicado las tierras de Transjordania a las tribus de Rubén, Gad y media tribu de Manasés. La segunda fase se sitúa en Guilgal, y en ella se adjudican los territorios de las tribus más importantes: Judá, Efraím y la otra de Manasés. En un tercer momento los israelitas se reúnen en Siló para distribuir el resto del territorio entre las demás tribus. Como colofón del reparto se enumeran las ciudades de refugio, así como las adjudicadas a los levitas.

Epílogo (22, 1-24,33).  El libro concluye insistiendo en los dos grandes temas enunciaos en prólogo. Primero se hace notar de nuevo que todo el pueblo ha realizado unido, sin que faltase nadie, la conquista del país. Seguidamente se recalca la continuidad entre Moisés y Josué, su sucesor. Éste, antes de morir, exhorta a todo el pueblo a mantenerse fiel al Señor y a cumplir la Alianza que el Señor hizo con sus antepasados y que ahora ellos renuevan en Siquem” Continúa
          (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Comentario, Sagrada Biblia, p. 208-209, primera parte)

domingo, 18 de septiembre de 2022

 

                  Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
      siguiendo el Año litúrgico, del 18 al 24 septiembre 2022
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 La generación de una nueva cultura de la familia
      El reto es generar una nueva cultura cuyo sujeto principal sea la
familia. Una cultura del encuentro no puede tener sino un contenido
familiar. Pero para superar la visión postmoderna es preciso dejar atrás
la familia burguesa, la familia acomodada y afectiva que vive encerrada
en sí misma concentrada en la búsqueda del bienestar emotivo de sus
miembros. La fragilidad de los vínculos familiares provoca que se le
considere al margen del resto de la sociedad, como una isla o una boya
perdida en el océano.  (Juan de Dios Larrú Ramos, Redescubrir la Familia, p. 35-36,
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                          Ciclo C, año Par
Día 18. DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO.
Santa Adriana de Prymnesso, mártir, siglo I.
La fecundidad del matrimonio, n. 2366-2372
 
Día 19. lunes de la semana XXV del Tiempo Ordinario.
San Jenaro, obispo y mártir, siglo III.
El don del hijo, n. 2373-2379
 
Día 20. martes, Mártires. Santos Andrés Kim Taegon, presbítero,
Pablo Chong, Hasang, y compañeros mártires, siglo XIX.
El adulterio y el divorcio, n. 2380-2386
 
Día 21. miércoles, San Mateo, apóstol y evangelista, fiesta, siglo I.
El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura, n. 109-114
 
Día 22. jueves de la semana XXV del Tiempo Ordinario.
San Mauricio, mártir, siglo III.
Otras ofensas a la dignidad del matrimonio, n. 2387-2391
 
Día 23. viernes, San Pío de Pietrelcina, presbítero capuchino, 1887-1968.
El respeto de las personas y de sus bienes, n. 2407-2414
 
Día 24. sábado de la semana XXV del Tiempo Ordinario.
BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DE LA MERCED.
El respeto de la integridad de la creación, n. 2415-2418
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Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre
los muertos / Artículo 5, cuarta y última parte.
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viernes, 16 de septiembre de 2022

DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS, AL TERCER DÍA RESUCITÓ
DE ENTRE LOS MUERTOS
El símbolo de los Apóstoles. Artículo 5
      “La segunda diferencia está en la vida a la que resucitó. Cristo a una vida gloriosa e incorruptible: “Cristo resucito entre los muertos por gloria del Padre “(Rom 6, 4); los demás, a la misma vida que antes había tenido, según consta de Lázaro y otros.

      La tercera diferencia estriba en su fruto y eficacia: en virtud de la Resurrección de Cristo resucitan todos. “Muchos santos que se había dormido, resucitaron” (Mt 27, 52) “Cristo resucitó de entre los muertos, como una primicia de los que duermen” (1 Cor 15,20)
      Observa que Cristo llegó a la gloria a través de su Pasión: “¿No era menester que el Cristo padeciese todo esto, y entrase así en su gloria?” (Lc 24, 26). De esta manera nos enseñaba el camino de la gloria a nosotros: “Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios” (Act 14, 21).

      La cuarta diferencia reside en el tiempo. La resurrección de los demás se aplaza hasta el fin del mundo, a no ser que por un privilegio se conceda antes a alguno, como a la Santísima Virgen y, según piadosa creencia, a San Juan Evangelista; Cristo, en cambio, resucitó al tercer día. La razón es que la Resurrección, la Muerte y el Nacimiento de Cristo acontecieron por nuestra salvación, y por tanto quiso Él resucitar en el preciso momento en que nuestra salvación lo exigía: si hubiera resucitado inmediatamente, nadie habría creído que hubiera muerto; si hubiera aplazado por mucho tiempo su resurrección, los discípulos habrían perdido la fe, y su Pasión habría resultado inútil: “¿Qué provecho hay en mi sangre, si desciendo a la corrupción”? (Ps 29, 10). Por eso resucitó al tercer día, para que se creyera que efectivamente había muerto, y para que los discípulos no perdieran la fe.

      Cuatro advertencias podemos deducir de todo esto con vistas a nuestra formación:
Primera, que tratemos de resucitar espiritualmente de la muerte del alma en que caemos por el pecado, a una vida de justicia que se alcanza con la penitencia. “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará” (Apc 20, 6).

Segunda, que no dejemos la resurrección para el momento de la muerte, sino que nos movamos, pues Cristo al tercer día resucitó. “No seas lento en convertirte al Señor, no lo aplaces de día en día” (Eccli 5, 8), por no podrás pensar en la salvación cuando estés agobiado por la enfermedad

Tercera, que resucitemos a una vida incorruptible, esto es, de manera que no muramos de nuevo, con un propósito tal que en adelante no pequemos. “Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene ya dominio sobre Él. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Por tanto, que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus concupiscencias; ni ofrezcáis vuestros al pecado como armas de maldad, antes bien ofreceos a Dios como resucitados de entre los muertos” (2 Rom 6, 9 y 11-13).

Cuarta, que resucitemos a una vida nueva y gloriosa, esto es, de forma que evitemos todo lo que anteriormente fue ocasión y causa de muerte y de pecado. “Como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Rom 6, 4). Esta vida nueva es una vida de justicia, que renueva el alma, y conduce a la vida de la gloria. Amén”.

(            Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, Artículo 5, p. 76-, Colección Patmos n. 155)

lunes, 12 de septiembre de 2022

 
         COLECCIÓN VIDA CRISTIANA, 9 IDEAS

Los temas doctrinales, los tradicionales de vida cristiana, en un simpático y
sencillo formato de bolsillo: 9,5 x 17 cm. impreso a dos tintas, papel de 80 gr. 
solapa y cosido, se encuentran publicados los siguientes títulos: 
  
0.     DEVOCIONARIO, ORACIONES DE SIEMPRE.
1.      PARA HACER ORACIÓN.
2.     PARA VIVIR LA MISA.
3.     ORAR CON MARÍA
4.     SOBRE LA PENITENCIA. UNAGUÍA PARA CONFESARSE MEJOR.
5.     PARA ORAR CON LOS SALMOS.
6.     EL MÁS ALLÁ.
7.    
PARA CONOCER Y AMAR AL ESPÍRITU SANTO.   

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                9 IDEAS PARA HACER ORACIÓN

                      Edición y selección de textos a cargo de
                                   Vicente Huerta Solá
 
Se inicia ¿Qué es oración?, recogiendo citas de santa Teresa de Ávila,
santo   Cura de Ars, san Josemaría Escrivá, santa Teresita de Lisieux.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice…
 
Continúa con unas sencillas Instrucciones para usar este pequeño libro.

1ª Idea. “Empezar bien” Acto de fe, presencia de Dios, una oración….

2ª Idea. “Hablar con Jesús” Si es preciso utilizar algún guion.


3ª Idea. “Textos para repetir durante la oración” Dirigidos a Dios Padre…

4ª Idea. “Meterse en el Evangelio” Como un personaje más.

5ª idea.  “Meditar textos litúrgicos” La liturgia es la oración de la Iglesia.

6ª Idea.  “Oraciones Eucarísticas” Utilizar oraciones eucarísticas antiguas.

7ª Idea.  “Canticos Eucarísticos” El canto litúrgico es otra forma de orar.

8ª Idea.  ”Examen de conciencia” Sacar algún propósito: fruto de la oración.
 
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                               8ª edición, vendidos más de 50.000 ejemplares
 
 

domingo, 11 de septiembre de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
siguiendo el Año litúrgico, del 11 al 17 septiembre 2022
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Buscar y tratar a Jesucristo
    Tener trato con Dios para mí es una necesidad. Tan necesario
como respirar todos los días, como ver la luz o comer a diario,
o tener amistades, todas esas cosas son necesarias, es parte esencial
de nuestra vida. Pues es lo mismo. Si Dios dejara de existir, yo no
podría respirar espiritualmente.

     (Joseph Ratzinger, La sal de la tierra, 5ª edición, p. 14)
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                     Ciclo C, año Par
Día 11. DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO.
El Día del Señor, nº 2174-2179

Día 12. lunes de la semana XXIV del Tiempo Ordinario.
Dulce Nombre de María.
El Cuarto Mandamiento, nº 2197-2200

Día 13. martes, san Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia.
El respeto de la vida humana, nº 2258-2262

Día 14. miércoles, EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ, fiesta.
En la cruz, Jesús consuma su sacrificio, nº 615-618

Día 15. jueves, BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA
DE LOS DOLORES.
“Hombre y mujer los creó”, nº 2331-2336

Día 16. viernes, Santos Cornelio, papa y Cipriano, obispo, mártires.
La vocación a la castidad, nº 2337-2347

Día 17. sábado de la semana XXIV del Tiempo Ordinario.
San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, 1542-1621
El amor de los esposos, nº 2360-2365
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     La visita a los Santos Lugares, es sin duda, uno de los ilusionantes
proyectos a realizar de no haberlo hecho. Acabo de introducir en mi blog:
Una semblanza: Israel, Palestina, Tierra Santa.
    También la puedes sugerir a tus amistades, pues considero les
puede ayudar; lleva bastantes citas del Evangelio.

domingo, 4 de septiembre de 2022

 

DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS, AL TERCER DÍA RESUCITÓ
DE ENTRE LOS MUERTOS
Artículo 5, tercera parte

     “En cuarto lugar, recibimos una lección de amor. Si Cristo descendió a los infiernos para librar 
a los suyos, también nosotros debemos bajar allá para ayudar a los nuestros.Ellos por sí solos nada pueden; por tanto, debemos ayudar a los que se hallan en el purgatorio. Demasiado insensible sería quien no auxiliara a un ser querido encarcelado en la tierra; más insensible es el que no auxilia a un amigo que está en el purgatorio, pues no hay comparación entre las penas de este mundo y las de allí. “Compadeceos de mí, compadeceos de mí siquiera vosotros mis amigos, porque la mano del Señor 
me ha tocado” (Iob 19, 21).
“Es santo y piadoso el pensamiento de rogar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados 
(2 Mach 12, 46).

De tres maneras principalmente, según dice Agustín, se les puede auxiliar: con misas, con oraciones y con limosnas. Gregori añade una cuarta, el ayuno. No es extraño: también en este mundo una persona puede dar satisfacción por otra. Todo ello hay que entenderlo únicamente de los que están en el purgatorio. (La existencia del purgatorio y la posibilidad de ayudar a las almas que allí se encuentran por medio de sufragios, fueron definidas por el Concilio II de Lyon (1274), el Florentino (1439) y el Tridentino (1547).

     Dos cosas necesitan conocer el hombre: la gloria de Dios y los castigos del infierno. Estimulados por la gloria y atemorizados por el castigo se guardan y retraen los hombres del pecado. Pero ambas cosas son bastante difíciles de conocer. De la gloria leemos: “¿Quién investigará lo que hay en el cielo?” (Sap 9, 16). Difícil es para los terrenales, porque “el que es de la tierra, de la tierra habla” (Jn 3, 31): sin embargo, no es difícil para los espirituales, porque “el que viene del cielo, está por encima de todos”, según dice a renglón seguido. Por eso bajó Dios del cielo, y se encarnó, para enseñarnos las cosas celestiales.
     Era también difícil conocer los castigos del infierno. En boca de los impíos se ponen estas palabras: “De nadie se sabe que hay vuelto del infierno” (Sap 2, 1). Pero tal cosa no puede decirse ya: así como descendió del cielo para enseñarnos las cosas celestiales, igualmente resucitó de los infiernos para instruirnos sobre éstos. Por consiguiente, es necesario creer no sólo que se hizo hombre, y murió, sino que resucitó de entre los murtos. Por ello profesamos: “Al tercer día resucitó de entre los muertos”.
Muchos otros resucitaron de entre los muertos también, como Lázaro, el hijo de la viuda, la hija de Jairo. Sin embargo, la Resurrección de Cristo se diferencia de la de éstos y la de las demás en cuatro puntos:

     Primero, en la causa de la Resurrección. Los otros que resucitaron, no resucitaron por su propio poder, sino que el de Cristo, o ante las súplicas de algún santo; Cristo, en cambio, por su propio poder resucitó, porque no era hombre sólo sino también Dios y la Divinidad de la Palabra nunca se separó ni de su alma ni de su cuerpo; por eso, el cuerpo recuperó al alma, y el alma al cuerpo, en cuanto quiso. “Porque tengo para entregar mi alma, y poder tengo para recobrarla de nuevo” (Jn 10, 18). Aunque murió, no fue por debilidad ni por necesidad, sino por su poder, puesto que lo hizo libremente; esto bien claro está, porque al entregar su espíritu clamó con gran voz, cosa de la que son incapaces los demás moribundos, pues por debilidad mueren. Por ello dijo el centurión: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mt 27, 54). Por consiguiente, lo mismo que entregó el alma por su propio poder, así también por su propio poder la recobró; por lo cual se dice que “resucitó”, y no que fue resucitado, como si la causa hubiese sido otro. “Yo me dormí, y tuvo un profundo sueño, y me alcé” (Ps 3, 6). Esto no está en contradicción con lo que se afirma: “A este Jesús lo resucitó Dios” (Ac 2,32), pues lo resucitó el Padre. y también el Hijo, porque uno mismo es el poder del Padre y el del Hijo".

               (Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, Artículo 5, p. 73-76, Colección Patmos n. 155)

 

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
    siguiendo el Año litúrgico, del 4 al 10 septiembre 2022
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La fuente de la alegría
      Buscar a Dios, encontrar a Dios, es buen camino para hallar
la alegría estable y verdadera. Es el camino. El Señor la concede
siempre a quienes procurar estar cerca de Él.
      La alegría es una conquista diaria frente a la tristeza siempre
amenazante, frente a la adversidad, las dificultades, los problemas,
las incertidumbres y aparentes fracasos.
   (Francisco Fernández-Carvajal, Pasó haciendo el bien, p. 57)
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                          Ciclo C, año Par
Día 04. DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO.
Santa Rosalía, ermitaña, siglo XII
Igualdad y diferencias entre los hombres, n. 1934-1938
 
Día 05. lunes de la semana XXIII del Tiempo Ordinario.
Santa Teresa de Calcuta, fundadora, siglo XX
La solidaridad humana, n. 1939-1942
 
Día 06. martes de la semana XXIII del Tiempo Ordinario.
San Bertrán de Garrige, presbítero dominico, 1195-1230
La ley moral y natural, n. 1950-1960
 
Día 07. miércoles de la semana XXIII del Tiempo Ordinario.
Santa Regina, mártir, siglo II
Los Diez Mandamientos, n. 2052-2055
 
Día 08. jueves, NATIVIDAD DE LA BIENAVENTURADA
VIRGEN MARIA, fiesta.
En comunión con la Santa Madre de Dios, n. 2673-2679
 
Día 09. viernes de la semana XXIII del Tiempo Ordinario.
San Pedro Claver, presbítero jesuita, 1580-1654
“Adorarás al Señor tu Dios y le servirás” n. 2084-2094
 
Día 10. sábado de la semana XXIII del Tiempo Ordinario.
San Nemesio, mártir, siglo III
El nombre del Señor es santo, n. 2142-2149
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Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos.
 Artículo 5, tercera parte
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