miércoles, 28 de septiembre de 2022

            Subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso
                                                      El símbolo de los Apóstole. Artículo 6
 
      “Después de la Resurrección de Cristo es necesario creer en su Ascensión: ascendió al cielo a los cuarenta días. Por eso dice: “Subió a los cielos”. Sobre la cual hay que advertir tres cosas: que esta ascensión fue sublime, razonable y útil.

A)    Fue sublime, porque subió a los cielos. Esto se expone en tres pasos.
Primero, subió por encina de todos los cielos corpóreos. Dice el Apóstol: “Subió por encima de todos los cielos” (Eph 4, 10). Esto fue Cristo quien primero lo hizo, pues anteriormente ningún cuerpo terreno había salido de la Tierra, hasta el punto de que incluso Adán vivió en un paraíso terrenal.
 
Segundo, subió por encima de todos los cielos espirituales, que son los seres espirituales,  “Colocando a Jesús a su derecha en el cielo, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud y Dominación, y sobre todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero; todas las cosas las sometió bajo sus pies”
 
Tercero, subió hasta el trono del Padre, “He aquí que en las nubes del cielo venía un como Hijo de hombre, y llegó hasta el Anciano de días” (Dan 7, 13).” El Señor, Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo, y está sentado a la derecha de Dios” (Mc 16, 19).
      Lo de la derecha de Dios no hay que entenderlo en sentido literal sino metafórico: en cuanto Dios, estar sentado a la derecha del Padre significa ser de la misma categoría que Éste; en cuanto hombre, quiere decir tener la absoluta preeminencia. Esto lo entendió también el diablo: “Subiré al cielo, sobre los astros de Dios levantaré mi solio; me sentaré en el monte de la alianza, de la parte del Aquilón; ascenderé sobre la altura de las nubes, semejante seré al Altísimo” (Is 14, 13-14). Sin embargo, sólo Cristo lo consiguió; por eso se dice: “Subió al cielo, está sentado a la derecha del Padre”. “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra” (Ps 109,1).
 
B)     La Ascensión de Cristo fue razonable, pues fue al cielo; esto, por tres motivos:
Primero, porque el cielo era debido a Cristo por su misma naturaleza. Es natural que cada cosa vuelva a su origen, y el principio originario de Cristo está en Dios, que está por encima de todo. “Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo, y voy al Padre” (Jn 16, 28)” Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo” 
(Jn 3, 13). También los santos suben al cielo, pero no como Cristo: Cristo subió por su propio poder; los santos, en cambio, arrastrados por Cristo: “Arrástrame en pos de ti” (Cant 1,3). Incluso puede decirse que nadie sube al cielo sino Cristo sólo, porque los santos no suben más que en cuanto miembros de Él, que es la cabeza de la Iglesia: “Donde esté el cadáver, allí se juntarán también los buitres” (Mt 24, 2
 
Segundo, correspondía a Cristo el cielo por su victoria. Cristo fue enviado al mundo para luchar contra el diablo, y lo venció; por ello mereció ser encumbrado por encima de todas las cosas: “Yo vencí, y me senté con mi Padre en su trono” (Apc 3, 21).
 
Tercero, le correspondía por su humildad. No hay humildad tan grande como la de Cristo, quien siendo Dios quiso hacerse hombre, siendo Señor quiso tomar la condición de esclavo sometiéndose incluso a la muerte, según se dice en Philp 2, y llegó a bajar al infierno. Por eso mereció ser ensalzado hasta el cielo, hasta el solio de Dios, porque el camino al encumbramiento es la humildad: “El que se humilla será enaltecido” (Lc 14,11); “El que descendió, ése mismo es el que subió por encima de todos los cielos” (Eph 4, 10).

C)    La Ascensión de Cristo fue útil; esto, es en tres aspectos:
Primero, como guía, pues ascendió para guiarnos. Nosotros ignorábamos el camino, pero Él nos lo mostró: “Subirá delante de ellos el que les abrirá el camino” (Mich m2, 13). Y para darnos la certeza de la posesión del reino celestial: “Voy a prepararos un sitio(Jn 14, 2).
 
Segundo, para asegurarnos esta posesión, puesto que subió para interceder por nosotros: “Llegando por sí mismo hasta Dios, viviendo siempre para interceder por nosotros” (Heb 7, 25); “Tenemos ante el Padre un abogado, Jesucristo” (1 Jn 2, 1).
 
Tercero, para atraer hacia sí nuestros corazones; “Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón” (Mt 6, 21); para que despreciemos los bienes temporales: “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde esta Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (Col 3, 1-2)”.
 
         (Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, Artículo 6, p.79-82, Colección Patmos n. 155)

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