domingo, 28 de agosto de 2022

 Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, 
siguiendo el Año litúrgico, del 28 agosto al 3 septiembre 2022
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Conscientes de ser hijos de Dios
      Refúgiate en la filiación divina: Dios es tu Padre amantísimo.
Esta en tu seguridad, el fondeadero donde echar el ancla,
pase lo que pase en la superficie de este mar de la vida.
Y encontrarás alegría, reciedumbre, optimismo, ¡victoria!
                                       (San Josemaría, Vía Crucis, VII estación
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                               Ciclo C, año Par
Día 28. DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO.
San Agustín, doctor de la Iglesia, siglo IV
Decidir en conciencia. El juicio erróneo, n. 1786-1794
 
Día 29. lunes. Martirio de san Juan Bautista, siglo I
El carácter comunitario de la vocación humana, n. 1878-1885
 
Día 30. martes de la semana XXII del Tiempo Ordinario.
San Fiacrio, eremita, siglo VII
La conversión y la sociedad, n. 1886-1889
 
Día 31. miércoles de la semana XXII del Tiempo Ordinario.
San Ramón Nonato, cardenal, siglo XIII
La autoridad, n, 1897-1904
 
Día 01. jueves de la semana XXII del Tiempo Ordinario.
San Josué, patriarca del Antiguo Testamento.
El bien común, n. 1905-1912
 
Día 02. viernes de la semana XXII del Tiempo Ordinario.
San Antolín de Pamiers, mártir, siglo IV
Responsabilidad y participación, n. 1913-1917
 
Día 03. sábado de la semana XXII del Tiempo Ordinario.
 San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia, siglo VI-VII
El respeto de la persona humana, n. 1929-1933
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Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos.
 Artículo 5, segunda parte
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sábado, 27 de agosto de 2022

                 COLECCIÓN VIDA CRISTIANA, 9 IDEAS

Los temas doctrinales, los tradicionales de vida cristiana, en un simpático y sencillo formato 
de bolsillo: 9,5 x 17 cm. impreso a dos tintas, papel de 80 gr. solapa y cosido, se encuentran publicados los siguientes títulos:

      0. DEVOCIONARIO, ORACIONES DE SIEMPRE.

      1. PARA HACER ORACIÓN.

      2. PARA VIVIR LA MISA.

      3. ORAR CON MARÍA

      4. SOBRE LA PENITENCIA. UNA GUÍA PARA CONFESARSE MEJOR.

      5. PARA ORAR CON LOS SALMOS.

      6. EL MÁS ALLÁ.

      7. PARA CONOCER Y AMAR AL ESPÍRITU SANTO.


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9 IDEAS. DEVOCIONARIO. Oraciones de siempre

     Recoge las oraciones tradicionales de la vida cristiana y recordando a Juan Pablo II
La memorización de las oraciones fundamentales ofrece una base indispensable 
para la vida de oración, pero es importante hacer gustar su sentido” (Catechesis Tradendae).
También aporta una breve síntesis catequética.
     Algunas oraciones se enriquecen con la versión latina. Para facilitar su manejo y localización, se abre el libro con un índice de paginación sistemática y al final de éste, 
con otro índice por orden alfabético, el que facilita rápidamente la oración que se busca.

martes, 23 de agosto de 2022


DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS, AL TERCER DÍA RESUCITÓ
DE ENTRE LOS MUERTOS
Artículo 5, segunda parte

    “El cuarto y último motivo fue para librar a los santos que se encontrabanen el infierno. Así como Cristo quiso sufrir la muerte para librar de la muerte a los vivos, así también quiso bajar al infierno para librar a los que allí estaban“Tú también por la sangre de tu alianza hiciste salir a tus cautivos del lago en que no hay agua” (Zach 9,11). “Seré, muerte, tu muerte; seré, infierno, tu mordisco” (Os 13,14).
   En efecto, aunque Cristo destruyó por completo la muerte, no destruyó por completo el infierno, sino que le dio un bocado, pues no libró del infierno a todos. Libró sólo a los que se hallaban sin pecado mortal y sin pecado original: de éste último habían quedado libres en cuanto a su persona por medio de la circuncisión, y antes de la circuncisión, los desprovistos de uso de razón que se habían salvado en virtud de la fe de unos padres creyentes; y los adultos por medio de los sacrificios y en virtud de la fe en el Cristo que había de venir; todos ellos se encontraban en el infierno a causa del pecado original de Adán, del que únicamente Cristo podía librarlos en cuanto a la naturaleza. Dejó, pues, allí a los que habían bajado con pecado mortal, y a los niños no circuncidados. Por eso dice: “Seré, infierno, tu mordisco”.  Queda así claro que Cristo descendió a los infiernos, y por qué. De todo lo expuesto podemos sacar cuatro enseñanzas:
 
      En primer lugar, una firme esperanza en Dios. Por muy abrumado que se encuentre un hombre, siempre debe esperar su ayuda y confiar en Él. No hay situación tan angustiosa como estar en el infierno. Por consiguiente, si Cristo libró a los suyos que estaban allí, todo hombre, con tal que sea amigo de Dios, debe tener gran confianza de ser librado por Él de cualquier angustia. “Ésta (la sabiduría) no desamparó al justo vendido… y descendió con él al hoyo, y en la prisión no lo abandonó” (Sap 10, 13-14). Y como Dios ayuda especialmente a sus siervos, muy tranquilo debe vivir quien sirve a Dios “Quien teme al Señor de nada temblará, ni tendrá pavor, porque él mismo es su esperanza” (Eccli 34,16).
 
      En segundo lugar, debemos caminar en temor y no ser temerarios; pues, aunque Cristo padeció por los pecadores, y descendió al infierno, sin embargo, 
no libró a todos, sino sólo a aquellos que no tenían pecado mortal, según hecho dicho. A los que habían muerto en pecado moral, los dejó allí. Por tanto, nadie que muera en pecado moral espero perdón. Al contrario, estará en el infierno tanto tiempo como los santos padres en el paraíso, es decir, para siempre. “Irán éstos al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna” (Mt 25,46).
 
      En tercer lugar, debemos tener diligencia. Cristo descendió a los infiernos por nuestra salvación, y nosotros también hemos de ser diligentes en bajar allá con frecuencia  -mediante la consideración de aquellos tormentos, se entiende-, conforme hacía el santo varón Ezequías, que canta: “Yo dije: en medio de mis días bajaré hasta las puertas del infierno” (Is 38,10). Pues quien desciende allá frecuentemente en vida con el pensamiento, no es fácil que descienda al morir, porque tal pensamiento aparta del pecado. En efecto, vemos que los hombres de este mundo se guardan de cometer delitos por miedo al castigo temporal; por consiguiente, ¡cuánto más han de guardarse por miedo al castigo del infierno, que es mayor en duración, intensidad y número de tormentos! “Acuérdate de tus postrimerías, y no pecarás jamás” (Eccli, 7,40). Continúa

      (Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, Artículo 5, p. 70-73, Colección Patmos n. 155)
 

domingo, 21 de agosto de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo el
Año litúrgico, del 21 al 27 de agosto 2022
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Diferencia progresiva del sábado: El Domingo día del Señor
      La catequesis de los primeros siglos insiste en esta novedad,
tratando de distinguir el domingo del sábado judío. El sábado
los judíos debían reunirse en la sinagoga y practicar el descanso
prescrito por la Ley.  No han faltado sectores de la cristiandad 
en los que el sábado y el domingo se han observado como 
“dos días hermanos”.(Juan Pablo II, Carta apostólica “Dies Domini” n. 23)
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                               Ciclo C, año Par
Día 21. DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO.
San Pío X, Papa, siglo XX (número 257 Pontificado)
La vida en Cristo, n. 1691-1698
 
Día 22. lunes. BIENAVENTURA VIRGEN MARÍA, REINA.
Libertad y responsabilidad, n. 1730-1738
 
Día 23. martes de la semana XXI del Tiempo Ordinario.
Santa Rosa de Lima, virgen. Primera santa de América, siglo XVII
Libertad humana en la economía de la salvación, n. 1739-1742
 
Día 24. miércoles. San Bartolomé, apóstol, fiesta, siglo I
Misión de los apóstoles, n. 858-860
 
Día 25. jueves de la semana XXI del Tiempo Ordinario.
San José de Calasanz, presbítero, fundador, siglo XVII
La moralidad de los actos humanos, n. 1749-1756
 
Día 26. viernes. Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundadora, siglo XIX
La conciencia moral: el dictamen de la conciencia, n. 1776-1782
 
Día 27. sábado. Santa Mónica, madre de san Agustín, siglo IV
La formación de la conciencia, n. 1783-1785
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viernes, 19 de agosto de 2022

DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS, AL TERCER DÍA 
RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS
Artículo 5, primera parte

     “Según hemos dicho, la Muerte de Cristo, como la d ellos demás hombres, consistió en la separación del alma y el cuerpo; pero la Divinidad estaba tan indisolublemente unida a Cristo hombre que, por mas que se separaran entre sí cuerpo y alma, siguió perfectísimamente vinculada al alma y al cuerpo; por consiguiente, el Hijo de Dios permaneció con el cuerpo en el sepulcro, y descendió con el alma a los infiernos. Cuatro fueron los motivos por los que Cristo bajó al infierno con el alma.

     Primero para sufrir todo el castigo del pecado, y así expiar por completo la culpa. El castigo del pecado del hombre no consistía sólo en la muerte del cuerpo, sino que había también un castigo para el alma: como también ésta había pecado, también el alma misma era castigada careciendo de la visita de Dios, pues aún no se había dado satisfacción para liquidar esta carencia. Por eso, antes del advenimiento de Cristo, todos, incluso los santos padres, bajaban al infierno luego de su muerte. Cristo, pues, para sufrir todo el castigo asignado a los pecadores, quiso no sólo morir, sino además descender al infierno en cuanto a su alma. “He sido contado entre los que descienden al lago; he venido a ser como hombre sin socorro, libre entre los muertos” (Ps 87.5-6). Los otros se encontraban allí como esclavos; Cristo, como libre.

     El segundo motivo fue para auxiliar de manera perfecta a todos sus amigos. Efectivamente, tenía amigos no sólo en el mundo, sino también en el infierno. En este mundo hay algunos amigos de Cristo, los que tienen el amor; pero en el infierno se encontraban muchos que había muerto en el amor y la fe del que había de venir, como Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David y tantos otros varones justos y perfectos. Puesto que Cristo había visitado a los suyos que estaban en el mundo, y había acudido en su auxilio por medio de su Muerte, quiso también visitar a los suyos que se hallaban en el infierno, y acudir en su auxilio bajando a ellos. “Penetre en todas las partes inferiores de la tierra, visitaré a todos los que duermen, e iluminaré a todos los que esperan en el Señor” (Eccli 24, 25).

     El tercer motivo fue para triunfar por completo sobre el diablo. Uno triunfa por completo sobre otro cuando no solamente lo vence a campo abierto, sino que incluso le invade su propia casa, y le arrebata la sede de su reino y su palacio. Cristo ya había triunfado sobre el diablo, y en la Cruz lo había derrotado: “Ahora es el juicio del mundo, ahora el príncipe de este mundo (es decir, el diablo) será echado fuera” (Jn 12, 31). Por eso, para triunfar por completo, quiso arrebatarle la sede de su reino, y encadenarlo en su palacio, que es el infierno. Por eso bajó allá, y saqueó sus posesiones, y lo encadenó, y le arranco su botín. “Despojando a los Principados y Potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en Sí mismo” (Col 2, 15).
     De forma parecida también; puesto que Cristo había recibido potestad, y tomando posesión sobre el cielo y sobre la tierra, quiso asimismo tomar posesión del infierno, de modo que, según las palabras del Apóstol, “el nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el infierno” (Philp 2, 10). “En mi nombre expulsarán los demonios” (Mc 16, 17). Continúa

            (Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, Artículo 5, p. 68-70, Colección Patmos n. 155)

domingo, 14 de agosto de 2022

Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica,
siguiendo el Año litúrgico, del 14 al 20 de agosto 2022
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 15 de agosto
      Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María,
Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso
de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los
cielos. Esta verdad de fe, recibida de la Tradición de la Iglesia,
fue definida solemnemente por el Papa Pío XII en 1950.
                                                   (Elog. del Martirologio Romano)
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                               Ciclo C, año Par
Día 14. DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO.
Santa Atanasia de Egina, viuda, siglo IX
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, nº 2822-2827
 
Día 15. lunes. Asunción de la Bienaventurada Virgen María, solemnidad.
María asunta, madre en el orden de la gracia, nº 966-970
 
Día 16. martes de la semana XX del Tiempo Ordinario.
San Esteban de Hungría, Rey, siglo X
Danos hoy nuestro pan de cada día” nº 2828-2837
 
Día 17. miércoles de la semana XX del Tiempo Ordinario.
San Jacinto de Polonia, patrono de Polonia, siglo XIII
Perdona nuestras ofensas…  nº 2838-2841
 
Día 18. jueves de la semana XX del Tiempo Ordinario.
Santa Elena, Reyna, madre de Constantino, siglo IV
Como también nosotros perdonados a los que nos ofenden, nº 2842-2845
 
Día 19. viernes de la semana XX del Tiempo Ordinario.
San Juan Eudes, fundador, siglo XVII
No nos dejes caer en la tentación, nº 2846-2849
 
Día 20. sábado de la semana XX del Tiempo Ordinario.
San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia, siglo XII
Y libranos del mal, nº 2850-2854
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viernes, 12 de agosto de 2022

 Sagrada Biblia. Comentario
HISTORIA DEUTERONOMISTA. Introducción

    “Como ya se ha señalado, los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes tienen rasgos literarios y teológicos comunes que inducen a suponer que forman una obra en cierto modo homogénea, redactada por personas pertenecientes al mismo grupo o escuela.
    Son los mismos rasgos que se encuentran en el Código Deuteronómico, por lo que se piensa que buena parte del actual libro del Deuteronomio pudo ser compuesta como una gran introducción a la historia de Israel en la tierra prometida, y que después fue unida a los otros libros de la Ley. De ahí que al conjunto de toda esa narración de la historia se la llama “historia deuteronomista” o “redacción deuteronomista de la historia de Israel”
    La primera redacción del libro del Deuteronomio, seguramente en una forma más breve que la que ahora tiene, recogía la legislación y las recomendaciones de Moisés antes de entrar en la tierra prometida.

1, Composición y enseñanza. El conjunto de toda esa historia, terminada de escribir algo después de la cautividad de Babilonia, tenía por tanto una finalidad: explicar el destierro, es decir, cómo y por qué el pueblo de Israel había perdido la tierra que Dios había prometido a los patriarcas y que había dado luego a los israelitas, expulsado de allí en presencia de ellos a otros pueblos. Ahora también ellos habían sido arrancados de aquella tierra. ¿Es que Dios había faltado a sus promesas, o se había olvidado de su pueblo? La respuesta que se da a esta pregunta en la “historia deuteronomista” es que el destierro no es imputable a Dios, sino al pueblo mismo que por sus pecados ha merecido este severo castigo. Pero el pueblo no cumplió la parte que le correspondía en aquella Alianza, no fue fiel a Dios, sino que los reyes sucesores de David adoraron a los ídolos e hicieron pecar al pueblo. Por eso perdieron la tierra.
    Al narrar toda esta historia el autor sagrado está recordando al pueblo que si quiere poseer la tierra tendrá que cumplir aquellas leyes y normas, entregados por Dios a Moisés al establecer4 la Alianza en el Sinaí, como lo hicieron los que entraron en ella bajo Josué. Al mismo tiempo quiere dejar claro que Dios no ha faltado nunca a su promesa, sino que la ha ido renovando según las circunstancias. Así lo hizo en la alianza con David. Además, siempre había estado advertido al pueblo a través de los profetas, y había suscitado ejemplos de fidelidad, como los reyes Ezequías y Josías. A pesar de la infidelidad de los israelitas, el autor sagrado estima que no todo está perdido, pues subsiste un resto fiel dispuesto a cumplir la Ley.

2, La Historia Deuteronomista y el Nuevo Testamento. Desde la perspectiva cristiana la historia contenida en estos libros es contemplada como una etapa importantísima en la preparación llevada a cabo por Dios con el pueblo de Israel para el advenimiento de Cristo, es decir, el Mesías. En primer lugar, porque el concepto mismo de Mesías, Ungido, se forma en ese tiempo, y son los libros históricos los que manifiestan su significación: rey urgido por Dios para traer la salvación. También desde el Nuevo Testamento se comprende el significado que tenía la tierra prometida. Era un signo del descanso al que estaba llamado no sólo el antiguo Israel, sino toda la humanidad; y era, sobre todo, signo de la patria celestial. Las advertencias de Moisés para entrar y poseer la tierra son actualizadas en el Evangelio por Jesucristo, nuevo Moisés, para entrar y poseer el Reino de los Cielos”.

           (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Sagrada Biblia. Comentario (selección), p. 206-207)

miércoles, 10 de agosto de 2022

PADECIÓ BAJO PONCIO PILATO, FUE CRUCIFICADO,
MUERTO Y SEPULTADO
Artículo 4, primera parte

     “Así como es necesario al cristiano creer en la Encarnación del Hijo de Dios, también lo es creer en su Pasión y Muerte; pues, como dice Gregorio, “de nada nos hubiera servido sunacimiento, si no nos hubiera redimido”. Esto, que Cristo muriera por nosotros, es tan incomprensible, que apenas puede darle alcance nuestro entendimiento, es decir, que no le da alcance en modo alguno. Lo dice el Apóstol: “Estoy realizando una obra en vuestros días, una obra que no la creeréis si alguien os la cuenta” (Act. 23, 41), y Habacuc: “Obra fue hecha en vuestros días que nadie la creerá cuando sea contada”(I, 5). Tan espléndida es la gracia de Dios y su amor a nosotros que hizo Él más por nosotros de lo que podemos comprender. Sin embargo, no hemos de pensar que Cristo sufriera muerte de modo que muriera la Divinidad; murió en Él la naturaleza humana. No murió en cuanto era Dios, sino en cuento era hombre. Esto se aclara con tres ejemplos:

      El primero lo tomamos de nosotros mismos. Cuando un hombre muere, al separarse el alma del cuerpo, no muere aquella, sino sólo el cuerpo, la carne. Así también al morir Cristo, no murió la Divinidad, sino la naturaleza humana.
     Entonces, si los judíos no mataron la Divinidad, parece que no pecaron más que si hubieran matado a otro hombre cualquiera.
     A esto hay que decir que, si un rey llevase puesto un manto y alguien embadurnase ese manto, tendría tanto delito como si hubiera embadurnado al rey mismo. Igualmente, aunque los judíos no pudieron matar a Dios, sin embargo, al haber matado la naturaleza humana tomada por Cristo, fueron tan castigados como si hubieran matado la misma Divinidad.
      Pero, ¿qué necesidad hubo de que la Palabra de Dios padeciera por nosotros?
-Grande; se puede hablar de una doble necesidad. Primero, para remedio contra los pecados; segundo, como ejemplo para nuestra conducta.
      A) Tocante al remedio. Contra todos los males en que incurrimos por el pecado, hallamos remedio por la Pasión de Cristo. E incurrimos en cinco males.
Primero, contraemos una mancha: cuando el hombre peca, ensucia su alma, su mancha es el pecado. “¿Cómo es que estás, Israel, en tierra de enemigos…, te has contaminado con cadáveres?” (Bart. 3,10.  Por la Pasión de Cristo, limpia tal mancha, pues Cristo en su Pasión preparó con su sangre un baño, para lavar en él a los pecadores: “Nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apc 1,5). El alma queda lavaba con la sangre de Cristo en el bautismo, porque de la sangre de Cristo recibe éste su poder regenerador.
      Por eso, cuando uno se ensucia con el pecado, injuria a Cristo, y peca más gravemente que antes. “Si alguno quebranta la ley de Moisés, y se prueba con dos o tres testigos, es condenado a muerte sin misericordia alguna; ¿pues de cuántos mayores tormentos creéis que es digno el que pisotee al Hijo de Dios y considere profana la sangre de la alianza?” (Heb 10,28-29)
 
Segundo, caemos en desgracia ante Dios. En efecto; como el que es carnal, ama la belleza carnal, así Dios ama la espiritual, cual es la del alma. Cuando el alma se marcha con el pecado, desagrada a Dios, y Éste odia al pecador. “Dios aborrece al impío y su impiedad” (Sp 14,9). Pero esto lo remedia la Pasión de Cristo, que dio satisfacción a Dios Padre por el pecado, cosa que el hombre mismo no podía dar, su amor y su obediencia fueron mayores que el pecado y la prevaricación del primer hombre. “Siendo enemigo de Dios fuimos reconciliados con Él por la muerte de su Hijo” (Rom 5,10).
     
Tercero, contraemos una debilidad. El hombre, cuando peca, piensa que en adelante podrá abstenerse del pecado; pero ocurre todo lo contrario: su primer pecado debilita al hombre, y lo hace más propenso; el pecado lo domina con su fuerza, y el hombre, en cuanto de él depende, se poner en tal situación que, como se tira a un pozo, no será capaz de salir sino por el poder de Dios. Así, cuando pecó el primer hombre, nuestra naturaleza quedó debilitada y corrompida, y el hombre se tornó más propenso al pecado”. Continúa
 
    (Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, Artículo 4, p.60-64, Colección Patmos n. 155)

domingo, 7 de agosto de 2022


Repasar y difundir el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo el
Año litúrgico, del 7 al 13 de agosto 2022
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     La vida espiritual no es una vida anterior, posterior o exterior
a nuestra existencia cotidiana. No, la vida espiritual sólo es real
cuando se vive en medio de nuestras penas y alegrías de aquí y ahora.
Por tanto, tenemos que comenzar con una mirada atenta a cómo
pensamos, hablamos, sentimos y actuamos en cada momento,
de hora en hora, de día en día, semana tras semana y año tras año,
para hacernos plenamente conscientes de nuestra necesidad del Espíritu.
                   (Henri J.M. Nouwen, Cambiar desde el corazón, escuchar al Espíritu, p. 23-24)
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                               Ciclo C, año Par
Día 07. DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO.
La oración de la Iglesia, nº 2767-2772


Día 08. lunes. San Domingo de Guzmán, presbítero dominico, siglo XIII
“Padre nuestro que estás en el cielo” nº 2777-2785

Día 09. martes. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, carmelita, mártir
Patrona de Europa, fiesta, siglo XIX-XX
Padre “nuestro” nº 2786-2793


Día 10. miércoles. San Lorenzo, diácono y mártir, fiesta, siglo III
Los tres grados del Sacramento del Orden, nº 1554

Día 11. jueves, Santa Clara de Asís, virgen y fundadora, siglo XIII
“Que estás en el cielo” nº 2794-2796

Día 12. viernes de la semana XIX del Tiempo Ordinario.
Santa Juana Francisca de Chantal, religiosa, cofundadora, siglo XVI-XVII
Las siete peticiones, nº 2803-2806


Día 13. sábado de la semana XIX del Tiempo Ordinario.
Santos Ponciano e Hipólito, papa y presbítero, siglo III
“Santificado sea tu nombre” nº 2807-2815
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viernes, 5 de agosto de 2022

                                    VIDAS EJEMPLARES,  EL CURA DE ARS  (13)

     “Cuando Juan Bautista M.ª Vianney iba a ser enviado a la pequeña parroquia de Ars (230 habitantes), el Vicario general de la diócesis le dijo: “No hay mucho amor de Dios en esta parroquia; usted procurará introducirlo”. Y eso fue lo que hizo encender en el amor al Señor que llevaba en el corazón a todos aquellos campesinos y a incontables almas más. No poseía gran ciencia, ni mucha salud, ni dinero… pero su santidad personal, su unión con Dios hizo el milagro. Pocos años más tarde una gran multitud de todas las regiones de Francia acude a Ars, y a veces han de esperar días para ver a su párroco y confesarse. Lo que atrae no es la curiosidad de unos milagros que el trata de ocultar. Era más bien el presentimiento de encontrar un sacerdote santo, “sorprende por su penitencia, tan familiar con Dios en la oración, sobresaliente por su paz y su humildad en medio de los éxitos populares, y sobre todo tan intuitivo para corresponder a las disposiciones interiores de las almas y librarlas de su carga particularmente en el confesionario”.

      En cierta ocasión, a un abogado de Lyon que volvía de Ars, le preguntaron qué había visto allí. Y contestó: “He visto a Dios en un hombre”. Esto mismo hemos de pedir hoy al Señor que se puede decir de cada sacerdote, por su santidad de vida, por su unión con Dios, por su preocupación por las almas. En el sacramento del Orden, el sacerdote es constituido ministro de Dios y dispensador de sus tesoros, como le llama san Pablo. Estos tesoros son: la Palabra divina en la predicación; el Cuerpo y Sangre de Cristo, que dispensa en la Santa Misa y en el Comunión; y la gracia de Dios en los sacramentos. Al sacerdote le es confiada la tarea divina por excelencia, “la más divina de las obras divinas”, según enseña un antiguo Padre de la Iglesia, como es la salvación de las almas” Es constituido embajador, mediador, entre Dios y los hombres.

      Con frecuencia el Cura de Ars solía decir: “¡Qué cosa tan grande es ser sacerdote! Si lo comprendiera del todo moriría. Dios llama a algunos hombres a esta gran dignidad para que sirvan a sus hermanos. Sin embargo, “la misión salvífica de la Iglesia en el mundo es llevada a cabo no solo por los ministros en virtud del sacramento del Orden, sino también los fieles laicos”, (Juan Pablo II, Christifideles laici, 23). Dios ha puesto al sacerdote cerca de la vida del hombre para ser dispensador de la misericordia divina:

Apenas nace el hombre a la vida, el sacerdote lo regenera en el bautismo, le confiere una vida noble, más preciosa, la vida sobrenatural, y lo hace hijo de Dios y de la Iglesia de Jesucristo.

 Para fortilicarlo y hacerlo más opto para combatir generosamente las luchas espirituales, también un sacerdote, revestido de especial dignidad, lo hace soldado de Cristo por medio de la Confirmación.

 Cuando apenas niño es capaz de discernir y apreciar el Pan de los Ángeles, don del Cielo, el sacerdote lo alimente y fortalece con el manjar divino y vivificante. Si ha tenido la desgracia de caer, el sacerdote lo levanta en nombre de Dios y lo reconcilia con Él por medio del sacramento de la Penitencia. Si lo llama a formar una familia y para cooperar con Él en la transmisión de la vida humana en el mundo y para aumentar el número de fieles sobre la tierra y después de los elegidos en el Cielo, el sacerdote está allí para bendecir sus bodas, y su amor noble. Cuando finalmente, el cristiano, próximo ya el desenlace de su vida mortal, necesita la fortaleza, necesita el auxilio para presentarse ante el Divino Juez, el ministro de Cristo, inclinándose sobre los miembros doloridos de los moribundos, los conforta y purifica con la unción del sagrado óleo. Así, después de haber acompañado a los cristianos a través de la peregrinación terrena de la vida hasta las mismas puertas de la eternidad. Por tanto, desde la cuna hasta la tumba, más aún, hasta el Cielo, el sacerdote es para los fieles guía, consuelo, ministro de salvación, distribuidor de gracia y bendiciones”.

                 (Papa S. Pío IX, Encíclica Ad catholici sacerdotii, 20 de diciembre 1935)       

                     (Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, tomo IV, p. 559-565, selección)

jueves, 4 de agosto de 2022

                       2, EL MARCO HISTÓRICO DEL ANTIGUO TESTAMENTO                                                                                       Cuarta y última parte                                                   

3, Los Libros Históricos de la Biblia y la historia profana
      “El pueblo de Israel guardó memoria de las gestas de sus antepasados. Con el correr del tiempo estos recuerdos sirvieron para actualizar la fe en su Dios, iluminar las situaciones nuevas y proporcionar una orientación precisa para mantenerse fieles a su Alianza. Además, todas esas reflexiones se fueron poniendo por escrito, bajo la inspiración del Espíritu Santo, de modo que su enseñanza se mantuviera para siempre.
    Como consecuencia, el valor de la Biblia como fuente histórica es incalculable si se atiende al enorme cúmulo de noticias que ofrece al historiador: de una parte, los recuerdos que sus tradiciones conservan acerca de lo sucedido en épocas pretéritas; pero también y sobre todo lo que la misma redacción refleja sobre los distintos momentos en que se fueron poniendo por escrito sus textos.
      La finalidad didáctica, la pedagogía divina, ha dejado su impronta indeleble en toda la Biblia y también en los libros que tratan más directamente de temas históricos. Los relatos que se contienen en ellos tienen como objeto proporcionar enseñanzas y ejemplos de comportamiento, así como transmitir una normativa adecuada para regir las relaciones entre Dios y su pueblo, Por lo tanto, la historia que narran no ha sido escrita para satisfacer nuestra curiosidad con detalles sobre el modo en que se desarrollaban los hechos concretos y verificables de la historia de Israel. Los libros sagrados ofrecen algo más: una reflexión religiosa sobre la historia pasada buscando las interpretaciones y enseñanzas que se pueden extraer de ella, y las posibles soluciones a los problemas planteados en el presente, o a los que se pueden plantear en el futuro. Reflexión que ha sido llevada a cabo y consignada por escrito mediante una acción particular del Espíritu Santo.
      Precisamente por tratarse de libros de historia antigua sin más, los libros históricos del Antiguo Testamento no ofrecen una narración completa, detallada y plenamente coherente de todos los acontecimientos sucedidos desde la creación del mundo hasta la plenitud de los tiempos, sino que presentan una selección realizada con criterios más religiosos que políticos o culturales. Por eso no será de extrañar el silencio de la Biblia sobre algunos sucesos importantes en la historia del Antiguo Oriente. Tampoco deben sorprender las repeticiones del texto sagrado e incluso las diferencias en el modo de hablar de los mismos acontecimientos en diversos pasajes.
 
4, Contenido del presente volumen
      En la Sagrada Escritura la narración de la acción salvadora de Dios se inicia en el primero de los libros, el Génesis, y continúa hasta el último, el Apocalipsis. Pero los cinco primeros libros constituyen un bloque de tal entidad y extensión que reclaman para sí un volumen completo: el Pentateuco.
      El presente volumen es su continuación. En efecto, el Pentateuco comenzaba hablando de la creación del mundo y del hombre. Después trata de los orígenes de Israel y terminaba con la muerte de Moisés a las puertas de la tierra prometida por Dios a su pueblo. Los libros que se integran en este segundo volumen prolongan la narración: en un primer momento, se narran las vicisitudes del pueblo de Dios desde la toma de posesión de la tierra que Dios le entregaba, hasta el momento en que la pierde, hasta  que Jerusalén fue conquistada por Nabucodonosor, y el rey de Judá, junto con los principales personajes de su corte, fue llevado a la cautividad de Babilonia.
      El extenso relato que comienza con el libro de Josué, continúa con Jueces y los dos libros de Samuel y termina con los libros de los Reyes tiene una cierta relación con el libro del Deuteronomio. Por eso, al conjunto de esos libros se les suele denominar “historia deuteronomista”.
         (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Sagrada Biblia, Comentario, p. 204-025, selección)