viernes, 19 de agosto de 2022

DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS, AL TERCER DÍA 
RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS
Artículo 5, primera parte

     “Según hemos dicho, la Muerte de Cristo, como la d ellos demás hombres, consistió en la separación del alma y el cuerpo; pero la Divinidad estaba tan indisolublemente unida a Cristo hombre que, por mas que se separaran entre sí cuerpo y alma, siguió perfectísimamente vinculada al alma y al cuerpo; por consiguiente, el Hijo de Dios permaneció con el cuerpo en el sepulcro, y descendió con el alma a los infiernos. Cuatro fueron los motivos por los que Cristo bajó al infierno con el alma.

     Primero para sufrir todo el castigo del pecado, y así expiar por completo la culpa. El castigo del pecado del hombre no consistía sólo en la muerte del cuerpo, sino que había también un castigo para el alma: como también ésta había pecado, también el alma misma era castigada careciendo de la visita de Dios, pues aún no se había dado satisfacción para liquidar esta carencia. Por eso, antes del advenimiento de Cristo, todos, incluso los santos padres, bajaban al infierno luego de su muerte. Cristo, pues, para sufrir todo el castigo asignado a los pecadores, quiso no sólo morir, sino además descender al infierno en cuanto a su alma. “He sido contado entre los que descienden al lago; he venido a ser como hombre sin socorro, libre entre los muertos” (Ps 87.5-6). Los otros se encontraban allí como esclavos; Cristo, como libre.

     El segundo motivo fue para auxiliar de manera perfecta a todos sus amigos. Efectivamente, tenía amigos no sólo en el mundo, sino también en el infierno. En este mundo hay algunos amigos de Cristo, los que tienen el amor; pero en el infierno se encontraban muchos que había muerto en el amor y la fe del que había de venir, como Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David y tantos otros varones justos y perfectos. Puesto que Cristo había visitado a los suyos que estaban en el mundo, y había acudido en su auxilio por medio de su Muerte, quiso también visitar a los suyos que se hallaban en el infierno, y acudir en su auxilio bajando a ellos. “Penetre en todas las partes inferiores de la tierra, visitaré a todos los que duermen, e iluminaré a todos los que esperan en el Señor” (Eccli 24, 25).

     El tercer motivo fue para triunfar por completo sobre el diablo. Uno triunfa por completo sobre otro cuando no solamente lo vence a campo abierto, sino que incluso le invade su propia casa, y le arrebata la sede de su reino y su palacio. Cristo ya había triunfado sobre el diablo, y en la Cruz lo había derrotado: “Ahora es el juicio del mundo, ahora el príncipe de este mundo (es decir, el diablo) será echado fuera” (Jn 12, 31). Por eso, para triunfar por completo, quiso arrebatarle la sede de su reino, y encadenarlo en su palacio, que es el infierno. Por eso bajó allá, y saqueó sus posesiones, y lo encadenó, y le arranco su botín. “Despojando a los Principados y Potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en Sí mismo” (Col 2, 15).
     De forma parecida también; puesto que Cristo había recibido potestad, y tomando posesión sobre el cielo y sobre la tierra, quiso asimismo tomar posesión del infierno, de modo que, según las palabras del Apóstol, “el nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el infierno” (Philp 2, 10). “En mi nombre expulsarán los demonios” (Mc 16, 17). Continúa

            (Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, Artículo 5, p. 68-70, Colección Patmos n. 155)

No hay comentarios:

Publicar un comentario