AMOR A LA LIBERTAD
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por la libertad, así como por honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres" (M. de Cervantes, El Quijote, II, 58)
La libertad es un don divino concedido al hombre, solamente a él. Del animal no se puede decir que es libre. No se trata solo de una capacidad de elección entre diversas opciones; este es solamente el aspecto práctico. La libertad es más honda, es el propio ser de la persona, que está orientado hacia una finalidad. "Es el señorío de quien, mediante las virtudes, es dueño de sus propios actos, y no un esclavo de las tendencias desordenadas, presentes en todo ser humano" (San Agustín, De libero arbitrio, 2,13)
De la libertad emana este imperativo: sé mejor, ve a más, sé hombre, vive de acuerdo con lo que eres: hijo de Dios, querido y amado por Él para hacer el bien, para ser bueno. Este es el núcleo del cristianismo. "Se puede afirmar que la imagen de Dios en las personas creadas se halla sobre todo en la libertad" (L. Clavell, Personas libres)
La libertad tiene siempre un fin. La libertad humana no se justifica por sí misma; requiere un fin, unos objetivos que le proporcionen sentido: el bien, lo mejor. Al vivirla de este modo el hombre crece como persona, adquiere virtudes, ama y sirve a su familia, coopera con los demás a través de su trabajo, puede construir una sociedad justa.,
La libertad cotidiana. Cada jornada abre ante nosotros el abanico de los deberes y compromisos, de los trabajos, de las conversaciones, del hacer y deshacer. Las horas del día presentan múltiples opciones y solicitan decisiones. Este es el campo habitual en el que podemos ser libres o permanecer coaccionados interiormente por tendencias que no son rectas: la inclinación a la vanidad y al egoísmo, el peso de la pereza, la atracción por lo placentero… No somos libres cuando cedemos a estas presiones. Es esclavo de uno mismo es una desgracia. "Todo mes es lícito, mas no todo me conviene. Todo me es lícito, mas no me dejaré dominar por nada" (San Pablo, I Corintios 6, 12)
Libertad interior. Existen numerosos obstáculos para ser libres por dentro, y la experiencia nos dice que tales barreras no son fáciles de conocer y reconocer para poder destruirlas. Sin embargo, la libertad interior es una conquista necesaria a la que todo hombre aspira, en muchos casos sin saberlo, sin tener la conciencia clara de este deseo.
Solo se alcanza a través de la madurez; no propiamente con la madurez que traen los años, sino con la adquisición de un conjunto de virtudes y de actitudes, profundas, serenas, realistas. La libertad interior requiere conocimiento propio, dominio de sí, madurez: disposiciones estables que permiten contemplar la vida como oportunidad de crecimiento constante.
Libres ante las decisiones grandes. Con menor frecuencia se ofrecen a nuestra libertad encrucijadas en las que -según la respuesta- nuestra vida tomará sentido en una dirección o en otra muy distintas: el matrimonio, el sacerdocio, el celibato para amar a Dios en exclusiva. Conviene entonces escuchar la voz de Dios que solicita una decisión generosa: "mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y multiplicarás; Yahveh tu Dios te bendecirá en la tierra a la que va a entrar para tomarla en posesión" (Deuteronomio 30, 15-16)
"Los padres y la libertad de sus hijos. “En la educación de los hijos es importante encontrar el equilibrio entre libertad y disciplina. Sin reglar de comportamiento y de vida, aplicadas día a día también en las cosas pequeñas, no se forma el carácter y no se prepara par afrontar las pruebas que no faltarán en el futuro” (Benedicto XVI, Mensaje diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 21.I.2008)
(Francisco Fernández-Carvajal, Pasó haciendo el bien, p. 99-106, selección, Ediciones Palabra 2016)
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