EL PAN DE VIDA
Iesu, quem velátum nunc aspício, Oro fiat illud quod tam sitio;
Ut te reveláta cernes fácie, Visu sim beátus glóriae. Amén
Jesús, a quien ahora veo oculto: te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
Que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloría. Amén.
No te dejes seducir por falsas ideas y por falsas humildades: estado de gracia, rectitud de intención… y, después de haber escuchado el consejo prudente del sacerdote, acércate, incluso todos los días, a la Santísima Eucaristía.
Me agrada repetirte, a propósito de la Eucaristía, aquellas palabras de Marta a María, cuando Jesús – después de la muerte de Lázaro- se acerca a la casa amiga de Betania: ¡Magister adest et vocat te!, ¡el Maestro ha llegado y te llama! Escucha su llamada, y aproxímate: acércate a este misterio de fe con una fe muy grande, acércate con la fe de la madre cananea y de la hemorroísa, o, por lo menos, con el deseo humilde de los apóstoles: ¡Adauge nobis fidem!, ¡auméntanos la fe!
Acércate con la esperanza firme del leproso, y repite a Jesús sus palabras, humildes y confiadas: Si vis, potes me mundare. ¡Señor, si quieres puedes volverme puro! Y si en ese momento te entristece el recuerdo de tus miserias, puedes volverte a Jesús con las palabras del centurión: Domine, non sum dignus… Señor, yo no soy digno -pero añade en seguida lo que supo añadir aquel hombre sencillo y saborea la confiada esperanza que se esconde en la continuación de su discurso: …sed tantum dic verbum et sanabitur anima mea-, pero di una sola palabra y mi alma será sana.
Acércate con la caridad de Magdalena, en la casa de Simón el leproso. Sepárate, como ella, solo con Jesús y rodéalo con tus cuidados y ofrécele el fuego de tu alma y el fervor de tu voluntad. Y no te cuides de respetos humanos, ni de falsas humildades. El está contigo, y te ama. Aprovecha bien los momentos de tu acción de gracias: que tu acción de gracias sea como el himno que entonaron los apóstoles, en el cenáculo, después de la institución de la Eucaristía, mientras iban saliendo al aire libre. Y sal de la iglesia con el corazón rebosante de alegría y el alma llena de optimismo. Y renueva muchas veces durante la jornada tu respuesta al Desiderio desideravi de Cristo, tu deseo de recibirlo. La comunión espiritual es alimento fuerte y letificante para las almas eucarísticas.
Mater pulcrae dilectionis et agnitionis et santae spei. La Virgen es madre del Amor hermoso y de la Fe y de la santa Esperanza: pídele a Ella progresar en estas virtudes para acercarte con disposiciones interiores cada vez mejores al Santísimo Sacramento de la Eucaristía”.
(Salvador Canals, Ascética meditada, p. 148-151, Colección Patmos n. 110, Ediciones Rialp)
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