viernes, 18 de noviembre de 2022

                                   CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
                                 El Símbolo de los Apóstoles. Artículo 8
 
      “Según hemos dicho, la Palabra de Dios es el Hijo de Dios, al modo que la palabra mental del hombre es una concepción de su entendimiento. Pero a veces ocurre que un hombre concibe una palabra muerta, a saber, cuando piensa algo que debe hacer y no tiene intención de realizarlo; así, cuando un hombre cree, pero no practica, su fe se dice que está muerta, según leemos en Iac 2. La Palabra de Dios, por el contrario, está viva: “Viva es la palabra de Dios” (Heb 4, 12) por consiguiente, es claro que Dios tiene en Sí voluntad y amor. Por ello escribe Agustín en su tratado De Trin.: “La Palabra que tratamos de explicar, es conocimiento con amor”. Pues bien, así como la Palabra de Dios es el Hijo de Dios, así, el Amor de Dios es el Espíritu Santo. Por eso los hombres tienen el Espíritu Santo cuando aman a Dios: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 5).
      No han faltado algunos que han mantenido sobre el Espíritu Santo opiniones torcidas, asegurando que es una criatura, que es inferior al Padre y al Hijo, que es un siervo y ministro de Dios. Los santos, para desautorizar semejantes errores, agregaron en otro Símbolo cinco puntualizaciones acerca del Espíritu Santo.
      Primera. Aunque existen otros espíritus, los ángeles, son sólo ministros de Dios, conforme a las palabras del Apóstol: “Todos ellos son espíritus servidores” (Heb 1, 14); en cambio, el Espíritu Santo es Señor: “Dios es espíritu” (Jn 4, 24), “este Señor es el Espíritu” (2 Cor 3, 17); por eso, donde está el Espíritu del Señor, está la libertad, según dice Pablo inmediatamente después. La razón de esto es que hace amar a Dios y elimina el amor al mundo. Por tal motivo agregaron: “En el Espíritu Santo, Señor”.
      Segunda. La vida del alma consiste en su unión con Dios, puesto que Dios mismo es la vida del alma, como el alma es la vida del cuerpo. Ahora bien, es el Espíritu Santo quien realiza esta unión con Dios por medio del amor, porque Él mismo es el Amor de Dios; por consiguiente, da vida: “El Espíritu es quien da vida” (Jn 6, 64). Por ello añadieron: “Y dador de vida”.
     Tercera. El Espíritu Santo es de una misma sustancia que el Padre y el Hijo: como el Hijo es la Palabra del Padre, así el Espíritu Santo es el Amor del Padre y del Hijo, y por ello procede de ambos, y con la Palabra de Dios es de una misma sustancia que el Padre, así el Amor es de una misma sustancia que el Padre y el Hijo. Por esto dijeron: “Que procede del Padre y del Hijo”. De lo que resulta evidente que no es criatura.
     Cuarta. El Espíritu Santo es igual al Padre y al Hijo en el culto que se les tributa. “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23). “Enseñad a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19). En consonancia con esto afirmaron: “Que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración”.
      La quinta prueba de que el Espíritu Santo es igual a Dios, está en que los Profetas hablaron de parte de Dios. Por tanto, si no fuera por Dios el Espíritu, no se podría afirmar que los Profetas hablaron de parte de Éste. Ahora bien, Pedro escribe: “Los hombres santos de Dios hablaron inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pet 1, 21). “El Señor Dios me envió, y su Espíritu” (Is 48, 16). Por lo que puntualizaron: “Que habló por los Profetas”. Continúa.
 
(Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 8, p. 88-90, Colección Patmos n. 155, primera parte)

No hay comentarios:

Publicar un comentario