CREO
EN EL ESPÍRITU SANTO
El
Símbolo de los Apóstoles. Artículo 8
“Según hemos dicho, la Palabra de Dios es
el Hijo de Dios, al modo que la palabra mental del hombre es una concepción de
su entendimiento. Pero a veces ocurre que un hombre concibe una palabra muerta,
a saber, cuando piensa algo que debe hacer y no tiene intención de realizarlo;
así, cuando un hombre cree, pero no practica, su fe se dice que está muerta,
según leemos en Iac 2. La Palabra de Dios, por el contrario, está viva: “Viva
es la palabra de Dios” (Heb
4, 12)
por consiguiente, es claro que Dios tiene en Sí voluntad y amor. Por ello
escribe Agustín en su tratado De Trin.: “La Palabra que tratamos de
explicar, es conocimiento con amor”. Pues bien, así como la Palabra de Dios es
el Hijo de Dios, así, el Amor de Dios es el Espíritu Santo. Por eso los hombres
tienen el Espíritu Santo cuando aman a Dios: “El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 5).
No han faltado algunos que han mantenido
sobre el Espíritu Santo opiniones torcidas, asegurando que es una criatura, que
es inferior al Padre y al Hijo, que es un siervo y ministro de Dios. Los santos,
para desautorizar semejantes errores, agregaron en otro Símbolo cinco
puntualizaciones acerca del Espíritu Santo.
Primera. Aunque existen
otros espíritus, los ángeles, son sólo ministros de Dios, conforme a las
palabras del Apóstol: “Todos ellos son espíritus servidores” (Heb 1, 14); en cambio, el
Espíritu Santo es Señor: “Dios es espíritu” (Jn 4, 24), “este Señor es
el Espíritu” (2
Cor 3, 17);
por eso, donde está el Espíritu del Señor, está la libertad, según dice Pablo
inmediatamente después. La razón de esto es que hace amar a Dios y elimina el
amor al mundo. Por tal motivo agregaron: “En el Espíritu Santo, Señor”.
Segunda. La vida del alma consiste
en su unión con Dios, puesto que Dios mismo es la vida del alma, como el alma
es la vida del cuerpo. Ahora bien, es el Espíritu Santo quien realiza esta
unión con Dios por medio del amor, porque Él mismo es el Amor de Dios; por
consiguiente, da vida: “El Espíritu es quien da vida” (Jn 6, 64). Por ello
añadieron: “Y dador de vida”.
Tercera. El Espíritu Santo es de una
misma sustancia que el Padre y el Hijo: como el Hijo es la Palabra del Padre,
así el Espíritu Santo es el Amor del Padre y del Hijo, y por ello procede de
ambos, y con la Palabra de Dios es de una misma sustancia que el Padre, así el
Amor es de una misma sustancia que el Padre y el Hijo. Por esto dijeron: “Que
procede del Padre y del Hijo”. De lo que resulta evidente que no es criatura.
Cuarta. El Espíritu Santo es igual
al Padre y al Hijo en el culto que se les tributa. “Los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23). “Enseñad a todos
los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo” (Mt
28, 19).
En consonancia con esto afirmaron: “Que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración”.
La quinta prueba de que el Espíritu Santo
es igual a Dios, está en que los Profetas hablaron de parte de Dios. Por tanto,
si no fuera por Dios el Espíritu, no se podría afirmar que los Profetas
hablaron de parte de Éste. Ahora bien, Pedro escribe: “Los hombres santos de
Dios hablaron inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pet 1, 21). “El Señor Dios
me envió, y su Espíritu” (Is
48, 16).
Por lo que puntualizaron: “Que habló por los Profetas”. Continúa.
(Santo Tomás de
Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo
8, p. 88-90, Colección Patmos n. 155, primera parte)
No hay comentarios:
Publicar un comentario