lunes, 11 de julio de 2022

ESCRITOS DE CATEQUESIS
Y EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR (Artículo 2)
 
       "No basta a los cristianos con creer en un solo Dios, creador del cielo y de la tierra y de
todas las cosas, sino que además es necesario que crean que Dios es Padre, y que Cristo es
Hijo verdadero de Dios.
      Esto, como dice San Pedro, no es una fábula, sino algo cierto y aseverado por la palabra de Dios en el monte. “Porque no os hemos hecho conocer al poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber contemplado con nuestros propios ojos su majestad. Porque recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando descendió a Él de la magnífica gloria una vez de esta manea: Éste es mi Hijo el amado, en quien yo me he complacido; escucharle. Y nosotros oímos esta voz venida del cielo, estando con Él en el monte santo” (2 Carta de san Pedro 1, 16-18).
      Jesucristo también en muchas ocasiones llama Padre suyo a Dios y a Sí mismo Hijo de Dios. Y los Apóstoles y los santos padres incluyeron entre los artículos de la fe que Cristo es Hijo de Dios al decir: “Y en Jesucristo”, su Hijo, a saber, de Dios, se sobreentiende “creo”. Sin embargo, hubo algunos herejes que interpretaron todo esto torcidamente. Fotino (discípulo de Marcelo de Ancira, revocó en el s. IV los errores adopcionistas que Pablo de Samosata había divulgado en Antioquía en el s. III), dice que Cristo es Hijo de Dios no de otra manera que los hombres buenos, los cuales, viviendo honestamente, merecen ser llamados hijos de Dios adoptivos por hacer la voluntad de Dios; asimismo Cristo que vivió bien y cumplió la voluntad de Dios, mereció ser llamado hijo de Dios. Opinaba que Cristo no había existido antes que la Santísima Virgen, sino que comenzó a existir cuando Ella lo concibió.
      De este modo erró en dos puntos. Primero, en no considerarlo Hijo verdadero de Dios por naturaleza; segundo, en asegurar que, en cuanto a la totalidad de su ser, Cristo había comenzado a existir en el tiempo. Nuestra fe, en cambio, sostiene que es Hijo de Dios por naturaleza, y que existe desde toda la eternidad. Sobre la cual tenemos contra él argumentos explícitos en la Sagrada Escritura. Efectivamente, en ella contra el primer punto se lee que es no sólo Hijo, sino además unigénito; “Él Unigénito, que está en el seno del Padre, Él mismo lo ha contado” (Jn 1,18); contra el segundo punto:Antes que Abraham existiese, yo soy” (Jn 8,38). Ahora bien, es claro que Abraham existió antes que la Santísima Virgen. Por eso, los santos padres agregaron en otro Símbolo, contra lo primero, “Hijo unigénito de Dios”, y contra el segundo lo siguiente: “Nacido del Padre antes de todos los siglos” (Símbolo Niceno-Constantinopolitano, del año 381).
      Arrio (sacerdote alejandrino, Libia, año 256-336), sostuvo que Cristo existía antes que la Santísima Virgen, y que una es la Persona del Padre y otra la del Hijo. Sin embargo, sentó acerca de Éste tres afirmaciones: primera, que el Hijo de Dios es criatura; segunda, que no existe desde toda la eternidad, sino que fue creado en el tiempo por Dios como la más noble de las criaturas todas; tercera, que Dios Hijo no es de una misma naturaleza que Dios Padre, y, por tanto, que no es verdadero Dios.
      También esto es erróneo, y contrario al testimonio de la Sagrada Escritura. En ella se dice: “Yo y el Padre somos uno(Jn 10,30).
      Así pues, está claro que hemos de creer que Cristo es Unigénito de Dios y verdadero Hijo de Dios, que existió siempre juntamente con el Padre, que una es la Persona del Hijo y otra la del Padre, y que es de una misma naturaleza. Todo esto lo conoceremos aquí por la fe, y sólo en la vida eterna lo conoceremos  por visión perfecta.
 
(“Nada hay en Dios que no sea (esencia) de Dios” es un principio sostenido por la Teología católica en las disputas trinitarias del siglo XII contra los círculos porretanos. En Dios hay tres relaciones realmente distintas entre sí: pero las relaciones se identifican con la esencia divina)
 
                       (Escritos de Catequesis, Artículo 2, Y en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, p.46-53, 
                                                           Colección Patmos n.155, Ediciones Rialp)

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