viernes, 10 de febrero de 2023

 JUECES
Los libros históricos del Antiguo Testamento
COMENTARIO, Anexo: Canto de Débora

      5, 1-32.  Tanto por su estilo como por la situación histórica que refleja parece po­sible que este canto de victoria sea una de las piezas literarias más antiguas de todas las contenidas en la Sagrada Escritura. Junto con el tono épico grandioso, el Canto de Débora muestra su imperfección literaria y las corrupciones textuales que debió de experimentar en su larga transmisión oral y escrita. Estas circuns­tancias presentan serias dificultades para la traducción. De ahí las variaciones en las versiones antiguas y modernas.

      El himno comienza con una invitación a alabar al Señor que ha convocado a su pueblo para la lucha. (vv. 2-3) “Soltarse las cabelleras” era, según parce, una muestra de que se estaba dispuesto para el combate.

      Se alaba al Señor por haber acudido a salvar a su pueblo (vv. 3-5). La imagen de la tierra y los montes que se estremecen, los cielos que destilan y los montes que se derriten delante del Señor es un modo poético de expresar su poder y dominio sobre todas las fuerzas.

      El pueblo se encontraba en una situación difícil con el territorio controlado por sus enemigos -nadie se atrevía a circular por los caminos-, pero no hubo quien se atreviera a combatir hasta que Débora se levantó; mientras tanto, los israelitas en vez de acudir al Señor buscaban otros dioses (vv. 6-8). Débora, junto con Barac, convocaron a los dirigentes y al pueblo de Israel, para que se aprestaran a la lucha (vv. 9-12). Se alaba a quienes acudieron: Efraím, Benjamín, Maquir, Isacar, Zabulón y Neftalí; y se echa en falta a los que hicieron oídos sordos a la llamada: Rubén, Galaad, Dan y Aser (vv. 13-18). En la enumeración de tribus y clanes que fueron convocados sólo se incluyen las tribus de la región septentrional y central (en vea de Manasés se nombra a Maquir, y en vez de Gad, Galaad); y falta toda alusión a la principal tribu del sur, Judá, que probablemente en ese momento no tendría ningún protagonismo.

      La ocasión de entablar batalla se presentó en Tanac, junto a Meguido, en donde todas las fuerzas lucharon contra los enemigos de Israel (vv. 19-22), excepto los pobladores de Meroz, que son maldecidos por no prestar su apoyo (v. 23). En cambio, de ensalza a una mujer, Yael, que abatió a Sísara, general del ejército enemigo (vv. 24-27). El canto sigue con ironía: cuando Sísara yace derrotado, su madre lo sigue aguardando expectante y una de las criadas deja correr su imaginación pensando cómo estará repartiendo el botín logrado por su triunfo (vv. 28-30).
      El himno termina pidiendo al Señor que proteja siempre a sus amigos del mismo modo que entonces lo hizo: “¡Que perezcan así todos tus enemigos, Señor, / y que brillen tus amigos como el sol naciente, / con todo su resplandor!” (v. 31).

      Situaciones similares a ésta, en las que se festejaba un triunfo que traía la libertad, dieron lugar a la composición de otros cantos contenidos en la Biblia, como el Canto de María tras el paso del Mar Rojo (Ex 15, 1-21), algunos salmos (cfr Sal 18; 68; 118; 126; 149; y otros), o el canto de Judit (Jdt 16, 1-17), que, si bien es mucho más tardío, presenta algunas similitudes con el de Débora. La costumbre de manifestar el gozo mediante el canto es un modo de bendecir a Dios. “Desde el comienzo y hasta la consumación de los tiempos, toda la obra de Dios es bendición. Desde el poema litúrgico de la primera creación hasta los cánticos de la Jerusalén celestial, los autores inspirados anuncian el designio de salvación como una inmensa bendición divina”. (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1079). Continúa

                   (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Sagrada Biblia, Comentario: Canto de Débora, p. 228)

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