JUECES
Los libros históricos del Antiguo Testamento
COMENTARIO, Anexo: Canto de Débora
5, 1-32. Tanto por su estilo como por la situación
histórica que refleja parece posible que este canto de victoria sea una de las
piezas literarias más antiguas de todas las contenidas en la Sagrada Escritura.
Junto con el tono épico grandioso, el Canto de Débora muestra su imperfección
literaria y las corrupciones textuales que debió de experimentar en su larga
transmisión oral y escrita. Estas circunstancias presentan serias dificultades
para la traducción. De ahí las variaciones en las versiones antiguas y
modernas.
El himno comienza con una invitación a
alabar al Señor que ha convocado a su pueblo para la lucha. (vv. 2-3) “Soltarse las
cabelleras” era, según parce, una muestra de que se estaba dispuesto para el
combate.
Se alaba al Señor por haber acudido a
salvar a su pueblo (vv.
3-5).
La imagen de la tierra y los montes que se estremecen, los cielos que destilan
y los montes que se derriten delante del Señor es un modo poético de expresar
su poder y dominio sobre todas las fuerzas.
El pueblo se encontraba en una situación
difícil con el territorio controlado por sus enemigos -nadie se atrevía a
circular por los caminos-, pero no hubo quien se atreviera a combatir hasta que
Débora se levantó; mientras tanto, los israelitas en vez de acudir al Señor
buscaban otros dioses (vv.
6-8).
Débora, junto con Barac, convocaron a los dirigentes y al pueblo de Israel,
para que se aprestaran a la lucha (vv. 9-12). Se alaba a
quienes acudieron: Efraím, Benjamín, Maquir, Isacar, Zabulón y Neftalí; y se
echa en falta a los que hicieron oídos sordos a la llamada: Rubén, Galaad, Dan
y Aser (vv.
13-18).
En la enumeración de tribus y clanes que fueron convocados sólo se incluyen las
tribus de la región septentrional y central (en vea de Manasés se nombra a
Maquir, y en vez de Gad, Galaad); y falta toda alusión a la principal tribu del
sur, Judá, que probablemente en ese momento no tendría ningún protagonismo.
La ocasión de entablar batalla se
presentó en Tanac, junto a Meguido, en donde todas las fuerzas lucharon contra
los enemigos de Israel (vv.
19-22),
excepto los pobladores de Meroz, que son maldecidos por no prestar su apoyo (v. 23). En cambio, de
ensalza a una mujer, Yael, que abatió a Sísara, general del ejército enemigo (vv. 24-27). El canto sigue
con ironía: cuando Sísara yace derrotado, su madre lo sigue aguardando
expectante y una de las criadas deja correr su imaginación pensando cómo estará
repartiendo el botín logrado por su triunfo (vv. 28-30).
El himno termina pidiendo al Señor que
proteja siempre a sus amigos del mismo modo que entonces lo hizo: “¡Que
perezcan así todos tus enemigos, Señor, / y que brillen tus amigos como el sol
naciente, / con todo su resplandor!” (v. 31).
Situaciones similares a ésta, en las que
se festejaba un triunfo que traía la libertad, dieron lugar a la composición de
otros cantos contenidos en la Biblia, como el Canto de María tras el paso del
Mar Rojo (Ex
15, 1-21),
algunos salmos (cfr
Sal 18; 68; 118; 126; 149; y otros), o el canto de Judit (Jdt 16, 1-17), que, si bien es
mucho más tardío, presenta algunas similitudes con el de Débora. La costumbre
de manifestar el gozo mediante el canto es un modo de bendecir a Dios. “Desde
el comienzo y hasta la consumación de los tiempos, toda la obra de Dios es
bendición. Desde el poema litúrgico de la primera creación hasta los cánticos
de la Jerusalén celestial, los autores inspirados anuncian el designio de
salvación como una inmensa bendición divina”. (Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 1079). Continúa
(Facultad de Teología Universidad
de Navarra, Sagrada Biblia, Comentario: Canto de Débora, p. 228)
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