COMPRENDER ES UN MODO ASEQUIBLE DE
TODOS:
ESO TAMBIÉN ES CARIDAD
Ante
la pandemia del coronavirus que estamos todos viviendo, vengo escuchando de
periodistas y políticos, comentarios y juicios de valor, que quizá por ser
apresurados, pueden adolecer no ya de falta de rigor científico, también de una
falta de caridad, también de justicia, porque se hacen sin la perspectiva y
falta de objetividad, por no tener en consideración el espíritu cristiano,
humano, que pone los acontecimientos y a las personas en su lugar. Es preciso,
saber ponerse en el lugar del que está actuando, dirigiendo, gobernando. La
caridad ante todo es comprender.
Lev
Tolstoy (1828-1910) pone al final de su obra Ana Karenina,
el siguiente relato:
Este nuevo sentimiento no me ha
cambiado, no me ha llenado de asombro, ni me ha hecho feliz como pensaba. Lo
mismo que en el amor paternal, no ha habido en él ni sorpresa ni éxtasis: ¿Debo
darle el nombre de fe? No lo sé. Lo único que sé es que se ha deslizado en mi
alma por el dolor y que ha arraigado en ella firmemente.
Probablemente seguiré
impacientándome con mi cochero Iván, discutiendo inútilmente, expresando mis
ideas sin venir a propósito. Yo sentiré siempre una barrera entre en santuario
de mi alma y el alma de los demás, incluyendo la de mi esposa. Siempre haré
responsable a esta de mis errores para arrepentirme al instante. Seguiré
rezando, sin poder explicarme por qué rezo. ¡Qué importa! Mi vida interior ya
no estará a merced de los acontecimientos.
Cada minuto de mi vida tendrá un sentido indiscutible, y en mi poder estará
imprimirlo en cada una de mis acciones: ¡el sentido del bien!
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