jueves, 26 de marzo de 2020


       
              COMPRENDER ES UN MODO ASEQUIBLE DE TODOS: 
                                      ESO TAMBIÉN ES CARIDAD 
Ante la pandemia del coronavirus que estamos todos viviendo, vengo escuchando de periodistas y políticos, comentarios y juicios de valor, que quizá por ser apresurados, pueden adolecer no ya de falta de rigor científico, también de una falta de caridad, también de justicia, porque se hacen sin la perspectiva y falta de objetividad, por no tener en consideración el espíritu cristiano, humano, que pone los acontecimientos y a las personas en su lugar. Es preciso, saber ponerse en el lugar del que está actuando, dirigiendo, gobernando. La caridad ante todo es comprender.
Lev Tolstoy (1828-1910) pone al final de su obra Ana Karenina
el siguiente relato:

Este nuevo sentimiento no me ha cambiado, no me ha llenado de asombro, ni me ha hecho feliz como pensaba. Lo mismo que en el amor paternal, no ha habido en él ni sorpresa ni éxtasis: ¿Debo darle el nombre de fe? No lo sé. Lo único que sé es que se ha deslizado en mi alma por el dolor y que ha arraigado en ella firmemente.
Probablemente seguiré impacientándome con mi cochero Iván, discutiendo inútilmente, expresando mis ideas sin venir a propósito. Yo sentiré siempre una barrera entre en santuario de mi alma y el alma de los demás, incluyendo la de mi esposa. Siempre haré responsable a esta de mis errores para arrepentirme al instante. Seguiré rezando, sin poder explicarme por qué rezo. ¡Qué importa! Mi vida interior ya no estará  a merced de los acontecimientos. Cada minuto de mi vida tendrá un sentido indiscutible, y en mi poder estará imprimirlo en cada una de mis acciones: ¡el sentido del bien!

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