El
cristianismo. Fin de la Edad Antigua
“Aparición del cristianismo. El acontecimiento más grande
que se registra en la historia de la Humanidad es el nacimiento de Nuestro
Señor Jesucristo, acaecido bajo el gobierno de Augusto, en la pequeña ciudad de
Belén de Judea. Su doctrina constituyen el supremo ideal de perfección a que
puede aspirar el hombre, y su predicación
anunciándose como el Mesías prometido para redimir al género
humano, le acarreó la persecución de los judíos, y especialmente de los
fariseos, que le condenaron a sufrir afrentosa muerte de cruz en el Gólgota.
Sus divinas enseñanzas fueron recogidas por sus discípulos, que se dispersaron
por el mundo, y háyanse contenidas en los Evangelios, cuyos autores, San Mateo,
San Marcos, San Lucas y San Juan, fueron testigos presenciales o próximos a los
sucesos que refieren acerca de la vida, pasión y muerte del Redentor del mundo.
La nueva religión pronto comenzó a difundirse por la predicación de los discípulos
del Señor.
“Judaísmo y
cristianismo. Es
verdad que el
cristianismo, como el judaísmo,
enseñaba a los hombres el culto del verdadero Dios; pero, a diferencia de la
religión judía, cuyas exigencias eran demasiado grandes y su carácter nacional
demasiado acentuado para atraer grandes masas de conversos, el cristianismo no
exigía a sus adeptos otro sacrificio que el de sus errores y vicios. El
cristianismo, pues, suponía una continuación y reforma del judaísmo, con nuevos
contenidos morales y religiosos. Por esto, los primeros enemigos serios que el
cristianismo tuvo que vencer fueron los propios judíos, especialmente los de la
secta farisea, que monopolizaban el tradicionalismo religioso y no toleraban
que una nueva reforma de las creencias les arrebatase el monopolio, aun que esa
reforma fuese precisamente la que los profetas anunciaban como obra de un
Mesías que iba a redimir el mundo”.
(C. Pérez Bustamante, Compendio de Historia Universal, 14ª
edición, p. 128, Editorial Atlas)
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