lunes, 6 de abril de 2020


                                El cristianismo. Fin de la Edad Antigua
   Aparición del cristianismo. El acontecimiento más grande que se registra en la historia de la Humanidad es el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, acaecido bajo el gobierno de Augusto, en la pequeña ciudad de Belén de Judea. Su doctrina constituyen el supremo ideal de perfección a que puede aspirar el hombre, y su predicación  anunciándose  como  el Mesías prometido para redimir al género humano, le acarreó la persecución de los judíos, y especialmente de los fariseos, que le condenaron a sufrir afrentosa muerte de cruz en el Gólgota. Sus divinas enseñanzas fueron recogidas por sus discípulos, que se dispersaron por el mundo, y háyanse contenidas en los Evangelios, cuyos autores, San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, fueron testigos presenciales o próximos a los sucesos que refieren acerca de la vida, pasión y muerte del Redentor del mundo. La nueva religión pronto comenzó a difundirse por la predicación de los discípulos del Señor.

    Judaísmo y cristianismo.  Es  verdad que  el  cristianismo,  como el judaísmo, enseñaba a los hombres el culto del verdadero Dios; pero, a diferencia de la religión judía, cuyas exigencias eran demasiado grandes y su carácter nacional demasiado acentuado para atraer grandes masas de conversos, el cristianismo no exigía a sus adeptos otro sacrificio que el de sus errores y vicios. El cristianismo, pues, suponía una continuación y reforma del judaísmo, con nuevos contenidos morales y religiosos. Por esto, los primeros enemigos serios que el cristianismo tuvo que vencer fueron los propios judíos, especialmente los de la secta farisea, que monopolizaban el tradicionalismo religioso y no toleraban que una nueva reforma de las creencias les arrebatase el monopolio, aun que esa reforma fuese precisamente la que los profetas anunciaban como obra de un Mesías que iba a redimir el mundo”.
                                   (C. Pérez Bustamante, Compendio de Historia Universal, 14ª edición, p. 128, Editorial Atlas)




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