UNA REALIDAD EN EL HOMBRE, DE LA QUE
APENAS SE HABLA
“Entre las Obras de Misericordia corporales,
la que nos invita a enterrar a los difuntos tiene especial repercusión en el
arte de la Baja Edad Media, en las muchas manifestaciones de la escultura
funeraria. Desde mediados del siglo XIII, cuando Alfonso X, al promulgar las Siete Partidas permitió los
enterramientos en el interior de las iglesias, se desarrollan monumentos
fúnebres con riquísimos reportorios de símbolos y escenas que desvelan la
concepción de la vida y de la muerte que tenía el hombre medieval. Más allá del
carácter ornamental de estas piezas, la iconografía funeraria revela el deseo
del hombre de perpetuar su memoria, de modo que la escultura mostraba cómo
quería ser recordado por su piedad y sus virtudes, así como por la función que
había desempeñado durante su vida”…
(Extracto
del comentario de María Rodríguez Velasco, profesora de Historia del arte, de
la
Universidad
CEU San Pablo-Madrid, sobre el Sepulcro
de Dña. Urraca López de Haro, h. 1275,
Sala Capitular
del Monasterio de San Salvador de Cañas, La Rioja)
La
lectura del anterior, me ha sugerido una reflexión y que de algún modo, me
gustaría compartir con otros muchos posibles lectores.
La
concepción de la vida y de la muerte, dos realidades antropológicas de permanente realidad, y qué
distante y confusa se las considera, mejor se las ignora en el presente, como
tratando de ocultar algo tal real y evidente, lo que sin duda, resta valor a la
riqueza humana, tratando de ocultar toda la transcendencia del hombre, que
además, lleva consiguo el estímulo a
vivir muchas virtudes humanas, entre otras, la alegría, la esperanza, de las
que no escucho ni leo en ninguna parte. Al hombre de hoy, al menos así parece
le falta fe, alegría y esperanza.
En
el presente, y ante la gran epidemia de coronavirus, sí se habla de la muerte,
aún así, se pasa de “puntillas” sobre los cementerios, féretros y velatorios,
los tres se dan de modo permanente. La muerte no es algo casual, por el
contrario, presente en tierra y alcanza a todas las personas; pues por ejemplo,
en 2018, en España murieron 428.000 personas, lo que representa una media más
de 1.100 por día, algo más del 9% de mortalidad, y como es algo que se da a diario
e importante, parece vale la pena darle
su sentido, no para asustar, sino precisamente para dignificar el valor a la
vida, dejando en este momento al margen, la realidad del aborto, el contrapunto
de la muerte.
15
de abril, 2020
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