NECESIDAD
DE UNA FORMACIÓN DOCTRINAL RELIGIOSA
Si la educación es
necesaria a la persona, la formación doctrinal
religiosa, es necesaria e importante,
complemento para su caminar a lo largo de su vida y desarrollar los “talentos”,
objetivos propuestos y marcados por Dios. Los hombres de todos los tiempos, siempre han
estado acompañados de unas creencias, ritos, formas de tradición, que han sido referentes en sus
vidas y por tanto, no han faltado en su
modo de comportarse y convivir. Ahí está la historia que lo testifica.
La formación doctrinal religiosa es un bagaje tan necesario como
racional, que no solamente útil como persona, también enriquece y fortalece el
carácter. Antes se alude, doctrina y empeño
para darse cuenta lo que lleva a Dios o por el contrario, le separa
de Él. También el modo oportuno y correcto de comportarse, enriqueciendo el lenguaje.
Lo importante y después lo secundario. Lo sobrenatural prima sobre lo humano.
Cuando mejora y es más sincera nuestra amistad con Dios, igualmente se
beneficia la amistad familiar, con amigos y colegas.
De no cursar la
asignatura, no es fácil, o al menos comprender y desarrollar los verdaderos derechos y deberes
como persona, de ese componente cuerpo-alma; humano y sobrenatural. Con esa
formación doctrinal religiosa, se es capaz de entender y vivir la santidad, qué
es vida sobrenatural. ¿Qué es la gracia?.
Es frecuente citar en la tv, radio incluso prensa, el hacer referencia a hechos o personajes de la
Biblia, de las virtudes, e incluso de los Mandamientos, con citas poco oportunas que suenan a frívolas, no por
mala fe, sino que, por falta de su vivencia,
tampoco conocen el verdadero significado y alcance de lo que se argumenta. Por ejemplo: Los misterios de la Santísima Trinidad, de
la Encarnación, de la Redención, de la Iglesia se convierten en realidades extraordinariamente vividas y actuales que
orientan toda la vida del cristiano, influyendo decisivamente en el trabajo, en
la familia, en los amigos (F. Fernández-Carvajal, Hablar
con Dios, p. 1124).
Lo antes citado, tiene calado y entiende un
cristiano bien formado. Si no se sabe de química, qué difícil es expresarse o entender
en la materia.
Carlos de Habsburgo,
el emperador de Austria Hungría, no tomaba nunca una decisión importante sin
antes “haberla rezado”, como solía decir; indicando así que trataba el asunto
con Dios. Stolypin, Schuman, Lejeune y
Reagan, todos fueron hombres de su oración
(Alexandre
Havard, Liderazgo virtuoso, p. 192,
Ediciones Palabra)
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