CRISTIANOS EN LA SOCIEDAD DEL SIGLO XXI
Es
el título de un libro que acaba de publicarse. Se trata, de un entrevista con
Monseñor Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei, que le hace Paula Hermida,
publicado por Ediciones Cristiandad.
He comenzado a leerlo y me ha parecido de
interés, seleccionar algunas de las respuestas, que trataré de reseñar en dos o
tres ocasiones. Hoy va la primera:
Cada tiempo tiene sus peculiaridades, sus luces y sus
sombras. Analizar un momento histórico poniendo el énfasis en lo que no va, no
sería justo. No podemos olvidar que, sin ignorar los problemas propios de cada
época, Dios es el Señor de la Historia. Es Él quien nos ha dado este mundo para
cuidarlo y dirigirlo a su gloria, nos lo ha dejado en herencia y cuenta con
nuestro esfuerzo para hacerlo cada día mejor. (página 25)
Cada
uno, desde su lugar y situación en el mundo, puede adoptar estilos de vida que
reflejen una auténtica pobreza cristiana, que no se construyan sobre una
comodidad egoísta, sino sobre un compromiso responsable con los demás. Puede
que no sean grandes decisiones, pero de pequeñas acciones está construida
también la historia humana. P0r eso, es urgente que cada uno tenga una actitud
constante de agrandar el corazón, para que entren en él todas las
preocupaciones, necesidades y sufrimientos de los hombres y mujeres de nuestro
tiempo.
( p. 27)
Cada
día hay más personas que, por distintos motivos, se deciden por una vida
templada, por una vida que prescinde de lo superfluo. Muchas veces ni siquiera
habían escuchado hablar de las virtudes de la sobriedad o de la templanza,
muchos menos de la felicidad que estas nos procuran. Por ejemplo vivir
desprendido de las cosas materiales da al alma una gran libertad y permite al
corazón estar donde importa. No se trata de despreciar los bienes materiales.
La virtud cristiana de la pobreza, que lleva a usar de los bienes materiales
en cuento son necesarios y en su justa medida, tiene su fundamento en el amor,
nos ayuda a ser libres para amar. (P.
28)
El
corazón, la razón y la voluntad han de trabajar juntos. Cuando el sentimiento
no tiene raíces y es un “puro sentimiento” no dirigido al amor, fácilmente
cambia, y puede llevar nuestra vida de aquí para allá, haciéndonos sufrir en
cada desgarro. (p. 29)
A
veces nos juzgamos a nosotros mismos como parámetros que no son los más
saludables, consideramos desamado importante cosas que tal vez no lo son tanto.
Ciertamente, abrirse a Dios y a los demás y reconocer la propia necesidad puede ser todo un desafío. Pero si
empezamos por descubrir a Cristo ahí, sabremos también compartir con los demás
el consuelo que encontramos en esa ayuda sincera. (p. 31)
Educar
a los hijos en la libertad de espíritu requiere un gran empeño. A cualquier
padre o madre puede producirle cierta inquietud el uso de la libertad que hagan
sus hijos, porque desean su bien en todo. Hay quienes, hablando a los padres,
recuerdan que lo importante es preparar a los hijos para el camino, y no el
camino para los hijos. Es un buen consejo. (p. 33)
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