CULTURA,
FORMACIÓN, EDUCACIÓN: RETOS POR ALCANZAR
La
falta de cultura, de formación, de educación, va incidiendo a gran parte de
personas de ambos sexos, de nuestra sociedad, sobre todo, en los más
vulnerables, desorientados e incluso, de familias desestructuradas, por
caminos, nada acertados para hacerles personas felices, responsables e integrados
en la vida familiar y laboral. Éstos, atraídos e influenciados por los nuevos
movimientos, progresistas, nuevas generaciones, con marcados símbolos cuasi revolucionarios,
totalmente ideologizados, que desentonan
en la tradicional sociedad, y no parecen facilitar su integración en la
familia, en el mundo laboral y elevando el punto de mira, se prestan a
compadecerles y por otro lado, parece como imposible su acercamiento para
ayudarles.
Uno
de los actuales movimientos: LGBT, cuyas siglas desean, quieren representar a:
Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transgénero. Es evidente pueden mover a la
compasión, por diversos motivos, también enfermedades en distintos grados psicológicos,
etc. se advierte “un mundo” en cada una de las personas y nunca al desprecio o
insulto.
En
temas de matrimonio, aborto, y movimientos afines, hay bastante desorientación,
pues sus postulados no son de izquierdas ni derechas, son temas cívicos,
morales, de las sociedades tradicionales y de siempre, que se deberían debatir,
ilustrar, con objetividad; bien es verdad, se aprovechan y pretenden sacar
partido, instituciones y fundaciones internacionales con fines muy
ideologizados; también en algunos gobiernos.
En
un reciente libro, titulado Se hace tarde
y noche, en el página 198, le formulan una pregunta a su autor, Cardenal de
Guinea, Robert Sarah, relativo al tema
que nos ocupa y responde:
“Me
gustaría comenzar subrayando que no podemos reducir a una persona a su
orientación sexual. Yo prefiero no hablar de los LGBT, sino de personas con
conductas o tendencias homosexuales. Son personas tan amadas de Dios como
cualquier hombre y cualquier mujer. Durante su Pasión, el Señor derramó su
sangre por cada uno de ellos. Tenemos que mostrarles toda nuestra compasión.
Como verdaderos pastores, debemos dirigirnos también hacia quienes reivindican
con agresividad la legitimidad de su conducta. Son la oveja perdida que hay que
ir a buscar lejos, sin calcular riesgos, para devolverla al redil cargándola
sobre nuestros hombros. La primera caridad que les debemos es la verdad. Que
nadie espere de la Iglesia palabras de aquiescencia. La unión de dos personas
del mismo sexo jamás será un matrimonio. Esta afirmación no contiene ningún
juicio acerca de estas personas, que siempre serán capaces de dar pruebas de
cariño y generosidad, pero nunca podrán pretender vivir lo propio de la
conyugalidad: el don de los cuerpos en un amor fecundo”.
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