CUANDO LAS
ARMAS SON LAS LETRAS
Me
ha llamado la atención, me ha gustado, el artículo que encabeza el presente,
además con el subtítulo: Lenguaje,
política y verdad según Orwell, siendo su autor Enrique García-Máiquez, publicado
recientemente en Nueva Revista, en su número 174:
“A
través de la obra de Orwell se puede asistir a un análisis pormenorizado del
potencial político de la palabra y de las consecuentes tentaciones de
instrumentalizarla. Más que diferenciar, como los clásicos, las armas y las
letras, hoy lo más necesario es alertar de que armas son las letras. Que Orwell
lo hiciera explica su relevancia actual en un contexto en el que las tensiones alrededor
del lenguaje político no hacen más que crecer. Por fortuna, los antídotos
contra la demagogia y la ideologización que él también propuso no han caducado
ni perdido su eficacia.
El Poder de la Palabra. La originalidad de Orwell no estriba en
sus presupuestos teóricos. La importancia política de la palabra es un clásico
de la lingüística, de la política y de la filosofía. El catedrático Alfonso
López Quintás la resume, partiendo de un ejemplo elemental, en Cómo formarse en Ética a través de la
Literatura (Rialp 2008). “El lenguaje otorga dominio. Merced al
lenguaje podemos otorgar perfiles netos y ámbitos de realidad indefinidos, que
parecen escapar a nuestro conocimiento y control. Sientes un dolor difuso en un
costado, y no sabes con precisión de qué
puede tratarse. […] El médico analiza tu dolencia y te da el diagnóstico, es
decir, le pone un nombre el dolor […] Está localizado, definido merced al poder
el lenguaje. Poner nombre a las cosas es, desde Adán, señal de soberanía”
Pero
las palabras, como el poder, como la soberanía que de ellas se desprende,
pueden usarse sabia o torpemente; lo cual tiene consecuencias políticas inmediatas
que se retroalimentan en un vertiginoso círculo vicioso. Orwell lo explica en “La
política y la lengua inglesa”: Un hombre puede darse a la bebida porque se
considere un fracasado, y fracasar entonces aún
más porque se ha dado a la bebida. Algo parecido está ocurriendo con la
lengua inglesa. Se vuelve fea e inexacta porque nuestros pensamientos rayan en
la estupidez, pero el desaliño de nuestro lenguaje nos facilita caer en esos
pensamientos estúpidos”….
La Verdad y la Belleza como antídotos. Como si hubiese estudiado la relación
expuesta por Orwell entre un lenguaje acendrado y un pensamiento acertado y un
pensamiento acertado, y la contradicción a muerte entre la demagogia política y
el sentido prístino del idioma, el filósofo y político francés François-Xavier
Bellamy (París, 1985) resume en su reciente ensayo Permanecer (Encuentro,
2020): “La verdadera
urgencia política es resucitar el lenguaje. Tenemos que recuperar junto el
sentido de lo real y para eso tenemos que recuperar juntos el sentido de las
palabras. Esto es como decir, y no hay nada de abstracto en ello, que la
verdadera urgencia es, en realidad, poética”
Orwell no nos trae solo hasta el convencimiento de esta necesidad, sino que da un paso más y nos muestra cómo hay que reconstruir ese lenguaje. Lo hace con inesperada esperanza: “La decadencia del lenguaje es algo que probablemente se puede curar […] gracias a la acción consciente de una minoría”.
En
el Congreso, en el Senado, en todos los estamentos políticos, también en los medios de comunicación, más les valdría,
conocer bien el lenguaje y su correcta
aplicación, como antes aludía, aplicando la Verdad y a Belleza de cada uno en
sus ponencias, argumentaciones, discursos, etc.
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