sábado, 19 de septiembre de 2020

 

 

                                            CUANDO  LAS  ARMAS  SON  LAS LETRAS

Me ha llamado la atención, me ha gustado, el artículo que encabeza el presente, además con el subtítulo: Lenguaje, política y verdad según Orwell, siendo su autor Enrique García-Máiquez, publicado recientemente en Nueva Revista, en su número 174:

“A través de la obra de Orwell se puede asistir a un análisis pormenorizado del potencial político de la palabra y de las consecuentes tentaciones de instrumentalizarla. Más que diferenciar, como los clásicos, las armas y las letras, hoy lo más necesario es alertar de que armas son las letras. Que Orwell lo hiciera explica su relevancia actual en un contexto en el que las tensiones alrededor del lenguaje político no hacen más que crecer. Por fortuna, los antídotos contra la demagogia y la ideologización que él también propuso no han caducado ni perdido su eficacia.

El Poder de la Palabra. La originalidad de Orwell no estriba en sus presupuestos teóricos. La importancia política de la palabra es un clásico de la lingüística, de la política y de la filosofía. El catedrático Alfonso López Quintás la resume, partiendo de un ejemplo elemental, en Cómo formarse en Ética a través de la Literatura (Rialp 2008). “El lenguaje otorga dominio. Merced al lenguaje podemos otorgar perfiles netos y ámbitos de realidad indefinidos, que parecen escapar a nuestro conocimiento y control. Sientes un dolor difuso en un costado, y no sabes  con precisión de qué puede tratarse. […] El médico analiza tu dolencia y te da el diagnóstico, es decir, le pone un nombre el dolor […] Está localizado, definido merced al poder el lenguaje. Poner nombre a las cosas es, desde Adán, señal de soberanía”

Pero las palabras, como el poder, como la soberanía que de ellas se desprende, pueden usarse sabia o torpemente; lo cual tiene consecuencias políticas inmediatas que se retroalimentan en un vertiginoso círculo vicioso. Orwell lo explica en “La política y la lengua inglesa”: Un hombre puede darse a la bebida porque se considere un fracasado, y fracasar entonces aún  más porque se ha dado a la bebida. Algo parecido está ocurriendo con la lengua inglesa. Se vuelve fea e inexacta porque nuestros pensamientos rayan en la estupidez, pero el desaliño de nuestro lenguaje nos facilita caer en esos pensamientos estúpidos”….

La Verdad y la Belleza como antídotos. Como si hubiese estudiado la relación expuesta por Orwell entre un lenguaje acendrado y un pensamiento acertado y un pensamiento acertado, y la contradicción a muerte entre la demagogia política y el sentido prístino del idioma, el filósofo y político francés François-Xavier Bellamy  (París, 1985) resume en su reciente ensayo Permanecer (Encuentro, 2020): “La verdadera urgencia política es resucitar el lenguaje. Tenemos que recuperar junto el sentido de lo real y para eso tenemos que recuperar juntos el sentido de las palabras. Esto es como decir, y no hay nada de abstracto en ello, que la verdadera urgencia es, en realidad, poética”

Orwell no nos trae solo hasta el convencimiento de esta necesidad, sino que da un paso más y nos muestra cómo hay que reconstruir ese lenguaje. Lo hace con inesperada esperanza: “La decadencia del lenguaje es algo que probablemente se puede curar […] gracias a la acción consciente de una minoría”.

En el Congreso, en el Senado, en todos los estamentos políticos, también  en los medios de comunicación, más les valdría,  conocer bien el lenguaje y su correcta aplicación, como antes aludía, aplicando la Verdad y a Belleza de cada uno en sus ponencias, argumentaciones, discursos, etc.

 

 

                          

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