sábado, 24 de octubre de 2020

                                  EXIGENCIAS DEL AMOR A DIOS

“El amor que Dios nos pide es un amor total, absoluto: ex toto corde, ex tota anima, ex tota virtute, ex tota mente… El carácter absoluto de ese amor no es difícil de entender: deber ser incondicionado, no relativo a algo ajeno a Dios. Esa incondicionalidad implica, por ejemplo, que Dios debe ser amado en cualquier circunstancia: en la prosperidad y en la adversidad; en la salud y en la enfermedad; en la paz y en la guerra; en la alegría y en el dolor; cuando las expresiones externas de ese amor parecen estar de moda, y cuando conllevan la persecución y la misma muerte; cuando amar a Dios supone incluso un desgarrón doloroso en el querer íntimo del hombre (familia, amistades…).

San Agustín, comentando la totalidad del amor debido a Dios, decía a quienes escuchaban su predicación: “Qué queda de tu corazón, para amarte a ti mismo?, ¿qué de tu alma?, ¿qué de tu mente? “Ex toto” dice. Todo te exige quien te hizo” (Sermones, 34, 4,7). Dios debe ser amado totalmente, no parcialmente; es decir, no como un objeto de amor entre otros, ni siquiera como el más importante. Es amor a Dios debe englobar, comprender –y fundamental- todo otro amor; a nosotros mismos y a los demás: “Jesús no se satisface compartiendo: lo quiere todo” (Josemaría Escrivá, Camino 155).

En esa totalidad del amor a Dios, cabe distinguir algunos aspectos particulares. Amar totalmente a Dios –Padre, Hijo y Espíritu Santo- en primer lugar significa amar también todo lo que a Dios se refiere: La Humanidad Santísima de Jesucristo especialmente; y luego, la Santísima Virgen, Madre de Dios; la Iglesia: “ No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre” , escribía san Cipriano el año 251. No ama verdaderamente a Dios quien no ama a la Iglesia. Y, por lo mismo, no ama totalmente a Dios quien no ama todo lo que Dios ama: a las criaturas todas.

En según lugar, podemos y debemos amar totalmente a Dios, en el sentido –ya antes mencionado- de que ese amor englobe y fundamente todo otro amor. En tercer lugar, amar totalmente a Dios sería amarle todo lo que Él puede ser amado: en realidad, esto no es posible, por ser Dios infinito, no abarcable por capacidad creada alguna!.

En un extracto, del libro de Fernando Ocáriz, Amar con obras: a Dios y a los hombres, p. 75-76)

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