ARTE MOZÁRABE, DERIVACIONES DEL ARTE ISLÁMICO
“Cuando los conquistadores árabes llegaron a la Península Ibérica en la España visigoda –cristiana- se venía desarrollando una arquitectura seria, de piedra de sillería, que, en general, era una simplificación provinciana de la del Imperio Romano. Pero esta arquitectura visigoda tenía la característica, específica y muy aparente, que le dada el uso habitual de los arcos de herradura. Es verdad que los romanos los habían empleado alguna vez –muy pocas- como elementos meramente decorativos o de enmarcamiento; pero son los visigodos españoles quienes por primera vez los emplearon de una manera sistemática en la construcción. Esta forma ultrasemicircular inicialmente visigótica, tuvo una gran aceptación y desarrollo posterior en todo el Islam, y también en la arquitectura que hicieron los mozárabes, que eran los cristianos españoles que vivían y actuaban bajo el dominio musulmán.
Los visigodos, que habían hecho sus iglesias cristianas a la manera de las basílicas romanas, llevaron la forma de herradura, incluso, a la planta de ábside. La arquitectura mozárabe, bajo el dominio musulmán, se desarrolló con pobreza de medios: emplearon ladrillo o mampostería, y hubieron de abandonar la construcción visigótica de sillería. El mejor arte de los mozárabes es el que hicieron en tierras cristianas, por emigración o por conquista, pero tanto en la estética, como en la construcción, su arte se fue desarrollando a la par que el de los árabes. Unos y otros se sintieron atraídos por el arco visigótico de herradura; pero, al no estar la sillería en su construcción habitual, intentaron una interesante versión en ladrillo que después, enriqueciéndose y complicándose, dio lugar a las fabulosas arquerías que se extendieron por todo el mundo islámico.
En los primeros siglos de la Reconquista, el ardor bélico era un matiz muy fuerte de la espiritualidad española. De ahí el gran auge de las órdenes militares, y las figuras de San Millán o de Santiago reforzando los ejércitos cristianos. Entre los libros sagrados del Nuevo Testamento, adquiere una primacía el Apocalipsis por la viveza con que expresa la lucha del Bien contra el Mal.
Un monje del siglo IX, al que conocemos por “el beato de Liébana”, escribió un libro de comentarios al Apocalipsis en el que incluyó una selección antológica de textos de los santos Padres de la Iglesia. Su obra tuvo una aceptación impresionante: era el libro obligado y principal en todos los medios religiosos, y se le conoce, antonomásicamente, por el sobrenombre de su autor: “Beato de Liébana”. Debido a su difusión, se conservan muchos ejemplares distintos. Esos distintos “Beatos” se valoran por la calidad artística de sus ilustraciones”.
(Del libro de Luis Borobio, HISTORIA SENCILLA DEL ARTE, p. 143 s)
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