VIDAS EJEMPLARES (5) Pablo de Tarso
San Pablo (Tarso 5-Roma 67), nace en Cilicia-Tarso (actual Anatolia turca)
de padres judíos nacionalizados romanos, educado en la tradición farisaica de Gamaliel, nieto del rabino Hillet. Llamado Saulo por pertenecer a la tribu del primer rey de Israel Saúl, judío fogoso en su actividad persecutoria a los cristianos antes de su conversión. Bautizado, recobra la vista, comienza a
predicar en las sinagogas y tres años después es presentado a Pedro y
Santiago en Jerusalén. Marchó a la ciudad de Tarso, donde recibe en
encargo de evangelizar a los gentiles, colabora con Bernabé en Antioquía
(actual Antakya turca) durante un año y a partir de entonces, inicia sus
12 años de viajes apostólicos. En el primero (45) va a Chipe. En Listra
(actual Zoldera) son apedreados y finalizado el viaje, acude al concilio de Jerusalén. El segundo viaje (50) llega a Corinto y le acompañan Silas, Timoteo
y tal vez Lucas. San Pablo optó por escribir directamente en griego las cartas dirigidas a las comunidades cristianas.
El escrito más antiguo del Nuevo Testamento es posiblemente una carta suya,
la Primera a los Tesalonicenses, redactadas hacia el 51-52. La doctrina
anunciada queda expuesta en sus 14 Epístolas. En Jerusalén está a punto a
morir apedreado, apela al César y es llevado a Roma bajo custodia militar (60), probablemente decapitado. “El arresto de Pablo. Después de ser absuelto en Roma en 63, Pablo se dirigió probablemente a Hispania. Sólo una antigua tradición evoca un segundo cautiverio en Roma que acabó con su martirio
en 64”. (Larousse, Historia del mundo, vol. 2)
“Apóstol de los gentiles, dotado de una inteligencia aguda y estructurada,
y de un gran sentido práctico, sabe animar y reprender con autoridad,
sin perder la simpatía. Expone con claridad tanto los dogmas fundamentales
como los pormenores de la moral cristiana, iluminando la doctrina con los
datos entresacados del Antiguo Testamento. El núcleo de su predicación
es la llamada de todos los hombres a la santidad, fruto del sacrificio
voluntario del Redentor, y la comunión de vida de los hombres con Dios,
que se realiza en el seno de la Iglesia, merced a la acción del Espíritu Santo.
Pablo gana a los hombres para Dios con su perseverancia, su oración y su mortificación, y es precisamente en la debilidad y en la Cruz, que acentúan
su sentido de filiación divina, donde encuentra la fuerza para realizar su apostolado. No pocos consideran la visión de Damasco básica en la teología paulina, explicando el fuerte relieve que tiene su enseñanza la doctrina de la Gracia, concedida por pura benevolencia de Dios al hombre pecador”
(Ediciones Rialp, Biografías, 5ª edición, p. 33-34)
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