“Yo creo” ¿creo y vivo como hijo de Dios?
El mundo cambiaría a mucho mejor, si gran parte de todos nosotros estuviéramos persuadidos y viviésemos como hijos de Dios: que lo somos
Toda la vida del cristiano, lo humano y lo virtuoso está enraizado en ser hijo de Dios, de haber
recibido el Bautismo (El Bautismo es la fuente de vida nueva en Cristo, de la cual brota
toda la vida cristiana. (Catecismo de la Iglesia n. 1253). Qué importante conocer esta verdad, la que
sin duda lleva a un conocimiento certero, serio, humano, que enriquece y mejora el modo de vivir. Puede ser que por falta de formación, de la ausencia de sacramentos, etc., no se alcance esta realidad.
Los bautizados “por su nuevo nacimiento como hijos de Dios están obligados a confesar
delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia
(Catecismo de la Iglesia n. 1270).
Cuando se dice modo de vivir, se trata de una racionalidad, apoyada por una vida de fe que
trasluce y se manifiesta en su entorno. Lo contrario, simplificando queda en una vida pobre,
de total carencia de trascendencia.
Dios quiere que le tratemos y respondamos como buenos hijos, con amor, abandono y
confianza. De modo claro lo expresa la primera enseñanza de Jesucristo en el Padrenuestro:
Él les respondió: Cuando oréis, decir: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino
(Evangelio san Lucas 11,2)
En el plano religioso, este ser hijos, se conoce como la filiación divina, raíz y plenitud que
(Evangelio san Lucas 11,2)
En el plano religioso, este ser hijos, se conoce como la filiación divina, raíz y plenitud que
eleva al hombre a un plano y un sentido sobrenatural, fundamento de la verdadera libertad,
también la seguridad y la alegría, que es el mejor modo de vivir como hijos de Dios.
Esto comporta y debe seguir una actitud filial, el de ser buenos hijos y saber agradecer, comportarse y corresponder, no para vivir en momentos aislados, sino en todos los momentos de nuestra existencia. No es algo que pesa, por el contrario, libera y da seguridad el responder por nuestra parte amorosamente, pues se trata de un gran regalo recibido por el Espíritu Santo, el don de piedad.
No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima,
Esto comporta y debe seguir una actitud filial, el de ser buenos hijos y saber agradecer, comportarse y corresponder, no para vivir en momentos aislados, sino en todos los momentos de nuestra existencia. No es algo que pesa, por el contrario, libera y da seguridad el responder por nuestra parte amorosamente, pues se trata de un gran regalo recibido por el Espíritu Santo, el don de piedad.
No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima,
y carece en su actuación del dominio y del señorío propio de los que aman al Señor
por encima de todas las cosas (Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 26)
Si la Sagrada Escritura es Palabra de Dios, que nos da certeza y seguridad de su contenido, a continuación se citan algunas referencias que sin duda, ilustran todo lo antes expuesto:
Pero a cuantos le recibieron les dio la potestad de ser hijos de Dios, a los que creen en
su nombre (Evangelio san Juan 1, 12)
Porque no recibisteis un espíritu de esclavitud para estar de nuevo bajo el temor,
Porque no recibisteis un espíritu de esclavitud para estar de nuevo bajo el temor,
sino que recibisteis un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: “¡Abbá, Padre!”
(Carta de san Pablo, Romanos 8,15)
Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido a mi Padre, pero vete donde están mis
Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido a mi Padre, pero vete donde están mis
hermanos y diles: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios
(Evangelio san Juan 20,17)
Si en el Padrenuestro, Jesucristo nos enseña a rezar, tratar y hablar con Dios Nuestro Padre,
Si en el Padrenuestro, Jesucristo nos enseña a rezar, tratar y hablar con Dios Nuestro Padre,
el Credo (Símbolo de los Apóstoles, Nicea-Constantinopla) es una buena enseñanza para
vivir en cristiano; rezarlo con pausa y atención, puede ser como un hacer un máster.
(Ref. Catecismo de la Iglesia Católica, p. 185 y siguientes)
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