“Dominus meus
et Deus meus. ¡Señor
mío y Dios mío! Toda la decisión y toda la firmeza de estas palabras de apóstol
Tomas deberemos ponerlas en nuestro empeño de buscar la santidad sobre
cualquier otra cosa. Debes estar firmemente decidido a ser santo y a ir hacia
adelante a toda cosa. ¡Qué ejemplo tan luminoso el de Santa Teresa de Ávila! Ir
adelante por su camino desafiando el cansancio y la desconfianza y la debilidad
y la muerte: …aunque me canse, aunque no
pueda, aunque reviente, aunque me muera.
Y
no olvides que lo que nos demora en nuestro camino no son las dificultades y
los obstáculos que realmente se presentan: lo que nos demora es nuestra falta
de decisión. Non quia impossibilia sunt
non audemus, sed quia non audemus impossibilia sunt. No es que no nos
atrevamos porque las cosas son imposibles, sino que las cosas son imposibles
porque no nos atrevemos. La falta de decisión es el único verdadero obstáculo:
una vez vencido, ya no hay otros, o, mejor, los superamos con gran facilidad.
Que nuestro “sí” a Dios sea un “sí” decidido y que con su gracia, sea cada vez
más audaz, total e indiscutido.
Decía
Lacordaire que: “La elocuencia es hija de la pasión: dadme un hombre con una
gran pasión –añadía- y os haré de él un orador”. Dadme un hombre decidido
–podría decirte yo- , un hombre que sienta la pasión de la santidad y os daré
un santo.
Que
nadie nos supere en desear la santidad. Aprendamos, con la ayuda de Dios, a ser
hombres de grandes deseos, a desear la santidad con todas las fuerzas de
nuestra convicción y con todas las fibras de nuestro corazón: sicut Cervus desiderat ad fontes aquarum,
como el ciervo ansía las aguas de los frescos manantiales.´
Si
tú, amigo, que lees estas líneas, eres joven, piensa en tu juventud, en esa
juventud que es la hora de la generosidad: ¿qué uso haces de ella? ¿Sabes ser
generoso? ¿Sabes hacerla fructificar en una eficaz y fecunda busca de la
santidad? ¿Sabes enardecerte con estas ideas grandes… y convencerte… y
decidirte.
Todas
las edades son buenas, y te repito que cualquiera que sea tu condición, tu
situación actual y tu ambiente tienes que convencerte, que decidirte y que
desear la santidad. De sobra sabes que la santidad no consiste en gracias
extraordinarias de oración, ni en mortificaciones y penitencias insostenibles,
y que ni siquiera es patrimonio exclusivo de las soledades lejanas del mundo.
La santidad consiste en el cumplimiento amoroso y fiel de los propios deberes,
en la gozosa y humilde aceptación de la voluntad de Dios, en la unión con Él en el trabajo de cada día, en saber fundir
la religión y la vida en armoniosa y fecunda unidad, y en tantas otras cosas
pequeñas y ordinarias que tú conoces.
Haec via quae
videtur.
Este camino que parece… El camino es sencillo y claro. ¡Convéncete, decídete,
desea! Concreta tu esfuerzo y tu lucha, y persevera con amor y con fe. La
Santísima Virgen, Reina de todos los Santos, si le pides luz y protección, te
servirá de apoyo y de consuelo en la lucha.
Del libro Ascética meditada, autor, Salvador Canals, Colección Patmos, p.
29-31)
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