UN IDEAL PARA TODA LA VIDA
“Una sola cosa es necesaria”
“Si me lo permites, amigo mío, querría continúan reflexionando contigo sobre el mismo tema. Creo que ha llegado el momento de dar gracias humildemente a Dios: Laqueus contritus est nos liberati sumus, las ligaduras se han desatado y por fin somos libres, según las palabras del Salmista. Se han desatado la ligaduras de los prejuicios, de las ideas faltas, y estamos ahora convencidos de que la idea de la santidad tiene que abrirse paso en nuestra mente y en todas las mentes cristianas. Hemos empezado el camino: la perla preciosa ha brillado ante nuestros ojos, las riquezas del tesoro escondido han alegrado nuestro corazón. Sin embargo, hermano mío, he conocido almas, muchas almas, que llegadas a este punto, por un motivo o por otros (las “razones” y las excusas nunca faltan), no supieron ir más adelante. Una experiencia dolorosa, ¿no es verdad? Pero fecunda. Almas que habían visto pero que cerraron los ojos o ser adormecieron: almas que habían empezado y no continuaron, que hubieran podido hacer mucho y no hicieron nada.
Hace falta, como vos, pasar de la idea a la convicción, y de la convicción a la decisión. Debemos convencernos muy profundamente de que la santidad es para nosotros, de que la santidad es lo que el Señor nos pide antes de cualquier otra cosa. Porro unum est necessarium: Una sola cosa es necesaria (Evangelio San Lucas, 10, 42). Que nunca te falte una fe solidísima en estas palabras divinas: la única derrota que se puede concebir en una vida cristiana –en tu vida- es la de demorarse en el camino que lleva a la santidad, la de desistir de apuntar a la meta. Hermano mío, la vida y el mundo carecerían de sentido si no fuese por Dios y por las almas. Esta vida nuestra no valdría la pena de vivirla si no estuviese iluminada en todo momento por una viva y amorosa búsqueda de Dios.
Escucha: Quid prodest homini si mundum universum lucretur, animae vero suae detrimentum patiatur? ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si luego pierde su alma? ¿Para qué pensar en tantas cosas, si luego olvidamos la única que cuenta? ¿Qué importa resolver tantos problemas nuestros y de los demás, si luego no resolvemos el problema más importante? ¿Qué sentido tiene nuestros triunfos, nuestros éxitos –nuestro “subir”- en la vida, en la sociedad, en la profesión, si luego naufragamos en la ruta de la santidad, de la vida eterna? ¿Qué ganancias y qué negocios son los tuyos, si no te ganas el Paraíso y pierdes el negocio de tu santidad? ¿A qué miras con tu estudio y con tu ciencia, si luego ignoras el significado de la vida y te es desconocida la ciencia de Dios? ¿Qué son tus placeres, si te privan para siempre del placer de Dios? Si no buscar verdadera, ardientemente, la santidad, nada posees; si buscas la cantidad lo posees todo: Quaerite primun regnum Dei et iustitiam eius et omnia adiicientur vobis! Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura.
Medita, amigo mío, estas consideraciones y haz tú, por tu cuenta, otras muchas: consideraciones concretas y actuales para tu vida de ahora, para tu condición presente y para los peligros que amenazan tu alma; consideraciones que refuercen la profunda convicción que debes tener acerca de la santidad, porque ella es el único camino de felicidad temporal y eterna”.
Del libro Ascética meditada, Salvador Canals, Colección Patmos, p. 27-28 (1ª parte)
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