EL CAMINO REAL, 1ª parte
“Un
autor espiritual se pregunta, con justa preocupación, si es oportuno, en
nuestros días, insistir exclusivamente
sobre aquel perfeccionamiento humano que el Cristianismo lleva consigo
necesariamente si se vive con profundidad y entrega. Y yo quiero decirte, amigo mío, recogiendo
este grito de alarma, que acaso lo que más caracterice al mundo de hoy sea su
carencia de sentido teológico.
Ahora
que estás a solas con Dios para meditar, bajo su mirada, vuelve a pensar en tu
personal experiencia, en tu vida con los demás, en las reacciones de los demás
–y en las tuyas propias-, en sus actividades –yen las tuyas- ante los valores
espirituales y ante las inevitables pruebas de la vida, y ante tantos
acontecimientos como interesan a la Iglesia y en los cuales se están jugando
problemas que ponen en serio peligro el bien de las almas. ¿No te parece que
muchos cristianos –y que acaso también tú- no consideran la grandeza de Dios y
de su Iglesia? ¿No te parece que en muchas inteligencias cristianas se van
apagando el sentido teológico? ¿No es
verdad que en el modo de obrar y de hablar de muchos cristianos se llega
incluso a menospreciar ese “sentido de la cruz” que tan íntimamente unido va
siempre al sentido teológico?
Tú
y yo sabemos bien que para ver a Dios hace falta morir: Deum nemo vidit unquam, a
Dios nadie lo vio nunca. Algo semejante ocurre en nuestra vida interior. Para
ver a Jesús y para conocerlo en la oscuridad luminosa de la fe, para vivir con
El en intimidad cada vez mayor, hace falta que aprendamos a morir para nosotros
mismos. Tenemos necesidad de sentido teológico, tenemos necesidad del “sentido
de la cruz”: ubi crux ibi Christus, donde está la cruz, allí está Cristo.
El
mismo Jesús, que nos dijo, revelándonos un secreto: Regnum Dei intra vos est,
el reino de Dios está dentro de vosotros –añadió, mostrándonos un camino: Regnum
caelorum vim patitur, el reino de los cielos se toma a la fuerza. Si
nos falta el sentido teológico, si no tenemos el “sentido de la cruz”, nuestra
vida corre el riesgo de ser solamente humana: cesamos de vivir como cristianos
para vivir como paganos, todo lo más como buenos paganos.
La
cruz es nuestra única esperanza. Exalta la cruz, la cruz de Cristo: en tu
inteligencia, para que comprendas su valor y su necesidad, y para que no sea
pagana en sus juicios y en sus razonamientos; en tu voluntad, para que la ames
y la aceptes, no con resignación, sino con amor; en tus obras, para que tengas un poco de la
eficacia redentora de la Cruz.
La
santidad se consuma sobre la cruz, porque la cruz es la muerte del pecado, y el
pecado es el único enemigo de la santidad. Escuchemos la voz del Maestro:, Si
quis vult post Me venire abneget semetipsum, tollat crucem suam quotidie et
sequatur me, si alguien quiere venir tras de Mí, niéguese a sí mismo,
coja cada día su cruz y sígame. Para el cristiano no hay otro camino: el suyo
es el camino real de la santa Cruz.
Esta
cruz, la cruz de Cristo, la santa Cruz, debemos cogerla –para caminar abrazados
con ella- todos los días: quotidie. El día que no sintamos
sobre la espalda el peso de la cruz y no sepamos, con nuestra inteligencia,
reconocer su valor, ese día no viviremos como discípulos de Cristo”.
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Del libro Ascética
meditada, Salvador Canals, Colección Patmos, p. 45-47)
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