“Jesús,
tras ser arrestado, compareció ante el consejo de los judíos, el sanedrín,
convocado por el sumo sacerdote. No se trata de un proceso, pues el sanedrín no
tenía ya competencia jurídica, sino de un interrogatorio para obtener la
confesión de blasfemia. En el proceso romano ante el procurador Poncio Pilato,
el único que podría decretar pena capital, la acusación se basó en los cargos
de agitación y subversión, los únicos que contaban para la legislación romana
que no contempla ni los delitos de opinión ni los delitos religiosos. A Jesús
se le condenó y ejecutó como “rey de los judíos”, es decir, por aspirar a la
realeza, y culpable de lesa majestad. El hecho de asociarlo en el patíbulo a
dos malhechores, incide aún más en el aspecto político de la cuestión.
El modo de ejecución en la época era la crucifixión, utilizada por los romanos como castigo ejemplar en las revueltas populares y en la de esclavos. Jesús, como todos los condenados, llevó el madero transversal de la cruz hasta el lugar de la ejecución, así como el rótulo que indicaba en tres lenguas el motivo de su condena. No tardó en morir y se le dio sepultura al atardecer. Era el viernes 7 de abril año 30, vigilia del Sabbat pascual". Editorial Larousse, Historia del Mundo, tomo 2, p. 587)
“Quinto
procurador de Judea. Por su falta de fortaleza como gobernante, entrega a Jesús
a los judíos para que sea crucificado. Era de origen samnita. Procedente de una
familia aristócrata romana. Parece ser que tenía frecuentes roces con los
judíos, quienes le imponían su voluntad fácilmente. Otros historiadores le
presentan como cruel. Jesús condenado a muerte por el Sanedrín, es llevado a
Pilato para que ratifique la sentencia. Los Evangelios aseguran que era
consciente de la inocencia de Jesús y de la envidia de los judíos hacia el
Mesías. Su débil
deseo de liberarle no contribuye sino a aumentar su sufrimiento: tratando de
desprenderse de Él le remite a Herodes; luego quiere contentarles con el
castigo, la flagelación; les da la opción de liberarle escogiendo entre Él y
Barrabás; le muestra flagelado y coronado de espinas, por ver si se compadecen
de Él. Mas los judíos, acostumbrados ya a ver ceder a su procurador ante
diversas exigencias, le amenazan con hacerle perder la confianza junto al
César. El temor de perder su cargo le decide; aunque se lava las manos
protestando su inocencia, pronuncia la sentencia.
La
presencia del Salvador ante Pilato es motivo para que Él reafirme de modo
particular la doctrina sobre el Reino de Dios. El maestro da en la ocasión
ejemplo vivo de esa enseñanza de renuncia y de fidelidad heroica a los planes
de Dios que había predicado. Cuando el pueblo grita que no tiene otro rey que
el César, el Señor dice ante Pilato que Él es Rey: “Mi reino no es de este
mundo; si de este mundo fuera mi reino, mis ministros habrían luchado para que
no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (san Juan,
18,36). Su reino es el reino de la Verdad, y sólo los son de la Verdad
escucharán su voz, pertenecerán a su Reino (san Juan 18, 33.37). Pilato que enuncia ante Jesús la
pregunta: “¿qué es la verdad?” (san Juan 18,38), dando ejemplo de liviandad y
tibieza, se retira de su presencia ante de escuchar respuesta alguna. Cristo,
entregado al fin por Pilato a los judíos, inicia con majestuosos pasos de Rey
el camino hasta el elevado trono de la Cruz, de donde ascenderá a la cumbre de
su gloria.
Otra doctrina consignada por el Señor, con ocasión del juicio de Pilato, es la de que toda autoridad viene de Dios. “No tendrías poder alguno sobre Mí si no te fuera dado de arriba” (san Juan 19,11), afirma Jesús. Esta sentencia recuerda a quienes gobiernan el alcance de responsabilidad y de obligación grave de ejercerla de acuerdo con el orden establecido por Dios. Depuesto en el año 36, Pilato marcha a Italia, donde muere”. (Ediciones Rialp, Biografías, 5ª edición p. 26/27)
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