jueves, 10 de marzo de 2022

 

                     SAGRADA BIBLIA: DEUTERONOMIO, segunda y última parte

     4, Enseñanza.  La enseñanza teológica básica del Deuteronomio se podría resumir en las siguientes características: un Dios, un pueblo, un templo, una tierra, una ley.

   La unicidad de Dios es proclamada solemnemente en Dt 6,4: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es uno”. Ese “uno” no sólo se opone a la existencia de varios dioses, sino que proclama la íntima unidad de Dios: Dios no está dividido. Por eso el amor a Él ha de ser también indiviso, no compartido con otros dioses ni con otros amores en el corazón que no conduzcan a Él. “Amarás, pues, al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.
     Puesto que sólo hay un Dios, el culto también ha de estar unificado en un solo santuario: el Templo de Jerusalén.
     Ese único Dios ha elegido y hecho su Alianza con un pueblo, que ha de ser uno, sin divisiones por razón de cultos, ni de clases sociales, ni de ningún tipo de discriminaciones. A diferencia de la tradición “sacerdotal”, el Deuteronomio no distingue en el pueblo tribus y familias. El ideal consiste en que todo el pueblo, desde el primero hasta el último, sean hermanos. No es un pueblo cualquiera, sino el Pueblo de Dios.
     La tierra de Israel es un don de Dios a su pueblo, un espléndido obsequio, pero que encierra dentro de sí un indudable peligro: la tendencia a disfrutar de sus bienes como si fueran propios, olvidando que son un don del que Dios ha encomendado a los hombres su correcta administración.
     La ley, finalmente, es la expresión de la voluntad de Dios que muestra a su pueblo los caminos por lo que le conviene marchar.
   Cuando se compone el Deuteronomio la situación de la sociedad israelita no es, ciertamente, ésa. Pero éste es el ideal que Dios propone: hay que esforzarse por cambiar la situación presente para que se adapte a ese modelo, que ilumina las condiciones del momento histórico concreto y a la vez marca unas pautas de valor permanente.

     5, Composición del Deuteronomio desde el Nuevo Testamento. El gran tema del Deuteronomio, que es la unidad, encuentra su plenitud en Cristo, el Hijo Único de Dios que llama a todos los hombres a participar de la naturaleza divina por la gracia: “Que todos sean uno, como tú Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros”
     El modelo de comportamiento que Jesús propone a sus discípulos se puede reducir a una sola ley: la del amor, que engloba en sí misma los dos preceptos fundamentales: “El primero es: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
     En la nueva Alianza hay un solo acto supremo de culto: el sacrificio redentor de Jesús en la Cruz, que tiene un valor universal y que se actualiza constantemente en la Iglesia de modo sacramental. Este sacrificio ha rato la enemistad y ha hecho de todos los hombres un solo pueblo, el pueblo de Dios. Cada uno de los miembros de ese pueblo ha de peregrinar por esta tierra, en el mundo que ha recibido como un de Dios, desprendido de los bienes terrenos, en camino hacia la tierra definitiva”.

        (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Sagrada Biblia, Comentario (selección) p. 164-198)

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