LA CRÍTICA tercera y última
El que aprende a escuchar y a preguntar
llegará muy lejos en el uso de los talentos que recibiera de Dios. Desgraciado
en cambio el que no tolera que se le digan las cosas; el que de mil modos -los
del amor propio herido- trata de herir y de vengarse contra el que ha tenido la
atención y la caridad de hacerle una crítica honesta y buena.
Nunca debemos olvidar tú y yo que todas
las cosas que hacemos mal se deben hacer bien y que todas las cosas que hacemos
bien se pueden hacer mejor; y para esto, además de contar con nuestra voluntad,
hemos de poder contar con la crítica.
Pero tampoco has de vivir excesivamente
preocupado de la crítica, del “qué dirán”. Porque esta preocupación excesiva y
pusilánime podría cortarse las alas y llevarte a no hacer nada. La crítica
ligera y envidiosa, la crítica chismosa y superficial, vale más ignorarla.
Querría decirte a este propósito que el
que no hace nada no recibe ninguna crítica, porque la gente -ignora la razón-
raramente critica al no hacer. En cambio, el que hace y hace mucho es siempre
criticado y lo es por todos: lo critican los que no hacen nada, porque su vida
y su trabajo parecen una acusación contra ellos; lo critican los que obran de
modo contrario; y lo critican también, cuando no son buenos, los que hacen las
mismas o parecidas cosas, porque están celosos de él.
Alguna vez, se dará en tu vida, la
paradoja de que deberás hacerte perdonar lo que hayas hecho de bueno y lo que
hayas realizado con tu trabajo, por aquellos que nada bueno hicieron y por
aquellos que jamás trabajaron. Otras veces te verás injustamente atacado y
maltratado por lo que no conciben que se pueda hacer nada bueno sin pedir su
ayuda. Sonríe entonces con elegancia y sigue trabajando.
No te olvides de dar gracias a Dios por
estas cosas; y, sobre todo, por la crítica honesta y buena, amiga y cristiana,
no ceses de dar gracias a Dios y a aquel que te la haga”
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