viernes, 1 de abril de 2022

                                                       LA CRÍTICA   tercera y última

    “Saberse defender de la crítica injusta y mala es normalmente una virtud y casi siempre un deber; saber recibir y aceptar la crítica buena, además de ser virtud cristiana, es prueba de sabiduría. Signo cierto de grandeza espiritual es saber dejarse decir las cosas: recibirlas con alegría y agradecimiento.

     El que aprende a escuchar y a preguntar llegará muy lejos en el uso de los talentos que recibiera de Dios. Desgraciado en cambio el que no tolera que se le digan las cosas; el que de mil modos -los del amor propio herido- trata de herir y de vengarse contra el que ha tenido la atención y la caridad de hacerle una crítica honesta y buena.
     Nunca debemos olvidar tú y yo que todas las cosas que hacemos mal se deben hacer bien y que todas las cosas que hacemos bien se pueden hacer mejor; y para esto, además de contar con nuestra voluntad, hemos de poder contar con la crítica.
     Pero tampoco has de vivir excesivamente preocupado de la crítica, del “qué dirán”. Porque esta preocupación excesiva y pusilánime podría cortarse las alas y llevarte a no hacer nada. La crítica ligera y envidiosa, la crítica chismosa y superficial, vale más ignorarla.
     Querría decirte a este propósito que el que no hace nada no recibe ninguna crítica, porque la gente -ignora la razón- raramente critica al no hacer. En cambio, el que hace y hace mucho es siempre criticado y lo es por todos: lo critican los que no hacen nada, porque su vida y su trabajo parecen una acusación contra ellos; lo critican los que obran de modo contrario; y lo critican también, cuando no son buenos, los que hacen las mismas o parecidas cosas, porque están celosos de él.
     Alguna vez, se dará en tu vida, la paradoja de que deberás hacerte perdonar lo que hayas hecho de bueno y lo que hayas realizado con tu trabajo, por aquellos que nada bueno hicieron y por aquellos que jamás trabajaron. Otras veces te verás injustamente atacado y maltratado por lo que no conciben que se pueda hacer nada bueno sin pedir su ayuda. Sonríe entonces con elegancia y sigue trabajando.
     No te olvides de dar gracias a Dios por estas cosas; y, sobre todo, por la crítica honesta y buena, amiga y cristiana, no ceses de dar gracias a Dios y a aquel que te la haga”

         (Salvador Canals, Ascética meditada, p. 119-121, Colección Patmos nº 110, Ediciones Rialp)

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