miércoles, 7 de diciembre de 2022

CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
El Símbolo de los Apóstoles. Artículo 8

     “Dos errores quedan refutados con estas palabras: el de los maniqueos, que sostuvieronque al Antiguo Testamento no procedía de Dios, cosa que es falsa, pues por los Profetas hablóel Espíritu Santo; el de Priscila y Montano (Montano, cristiano convertido en Frigia, divulgó desde 170 la herejía eclesiológica llamada montanismo), que afirmaron que los Profetas hablaban poseídos no del Espíritu Santo, sino de frenesí. Muchos frutos producen en nosotros el Espíritu Santo.

 Primero: nos limpia de los pecados. La razón es, que el mismo que construye, repara. El alma es creada por medio del Espíritu Santo, puesto que por medio de Él hace Dios todas las cosas: en efecto, Dios por el amor de su propia bondad las produce: “Amas todo lo que existe, y nada aborreces de cuanto has hecho” (Sap 11, 25). Dionisio (Aeropagita, autor de varios escritos cristianos entre 425 y 532), en el capítulo 4 De divinis Nominibus: “El amor divino no soportó quedar sin fruto”. Por consiguiente, es natural que los corazones de los hombres, destruidos por el pecado, sean restaurados por el Espíritu Santo. “Envía tu Espíritu y serán creados, y renovarás la faz de la tierra” (Ps 103, 30). No es extraño que el Espíritu limpie, puesto que todos los pecados son perdonados a causa del amor: “Le han sido perdonados muchos pecados porque amó mucho” (Lc 7, 47). “El amor cubre todas las faltas” (Prv 10, 12). “El amor cubre los pecados en bloque” (1 Pet 4, 8).

 Segundo: ilumina el entendimiento. Pues todo lo que sabemos, del Espíritu Santo nos viene: El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os enseñe todo, y os recuerde de todo lo que os hay dicho” (Jn 14, 26). “La Unción os instruirá acerca de todas las cosas”. (1 Jn 2, 27).

 Tercero: ayuda y, en cierto modo, coacciona a guardar los mandamientos. Nadie es capaz de guardar los mandamientos de Dios si no ama a Dios: “Quien me ame, guardará mis palabras” (Jn 14, 23). Pero el Espíritu Santo hace amar a Dios y de esta manera ayuda. “Os daré un corazón nuevo, pondré un espíritu nuevo en medio de vosotros: arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, os daré corazón de carne; pondré en medio de vosotros mi espíritu, y haré que caminéis en mis preceptos, y que guardaréis y practiquéis mis normas” (Ez 36, 26).

 Cuarto: corrobora la esperanza de la vida eterna, porque es como una prenda de que la heredaremos: “Habéis sido marcado con el Espíritu Santo de la promesa, el cual es prenda de nuestra herencia” (Eph 1, 13-14). Es como las arras de la vida eterna. La razón es la siguiente: la vida eterna se debe al hombre en cuanto que éste se constituye en hijo de Dios, lo cual tiene lugar por una asimilación a Cristo; ahora bien, se asemeja a Cristo uno en la media en que tiene el Espíritu de Cristo, que es el Espíritu Santo. “No habéis recibido un espíritu de esclavitud, para caer de nuevo en el temor, sino un Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: Abba (Padre). Este mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rom 8, 15-16). “Como sois hijos de Dios, envió Dios a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Abba (Padre)”. (Gal 4, 6).

 Quinto: aconseja en las dudas, y nos da a conocer la voluntad de Dios. “El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Apc 2, 7). “Lo escucharé como a un maestro” (Is 1, 4).

(Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 8, segunda y última, p. 90-93)

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