LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS,
EL PERDÓN DE LOS PECADOS
Símbolo de los Apóstoles. Artículo 10
“De la misma manera que en un cuerpo natural la actividad de cada miembro repercute en beneficio de todo el conjunto, así también ocurre en el cuerpo espiritual que es la Iglesia: como todos los fieles forman un solo cuerpo, el bien producido por uno se comunica a los demás: “Cada uno somos miembros los unos de los otros” (Rom 12, 5). Por este motivo, entre las verdades de fe que trasmitieron los Apóstoles, se encuentra la de que en la Iglesia existe una comunicación de bienes; es lo que el Símbolo quiere expresar con la “comunión de los santos”.
Entre los miembros de la Iglesia el principal es Cristo, que es la cabeza: “Lo puso por cabeza sobre toda la Iglesia, la cual es su cuerpo” (Eph 1, 22-23). Por consiguiente, el bien producido por Cristo se comunica a todos los cristianos, como la energía de la cabeza a todos los miembros. Esta comunicación se lleva a cabo por medio de los sacramentos de la Iglesia, en los que opera la potencia de la Pasión de Cristo, que actúa dando gracia para el perdón de los pecados.
Los sacramentos de la Iglesia son siete:
El primero es el bautismo que es una regeneración espiritual. Como no puede darse vida carnal si el hombre no nace carnalmente, tampoco puede darse vida espiritual, o vida de la gracia, si el hombre no renace espiritualmente. Esta regeneración tiene lugar en el bautismo: “Quien no renazca de agua y Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3, 5).
Conviene notar que, de la misma manera que un hombre no nace más que una vez, igualmente sólo una vez es bautizado. Por ello los santos añadieron: “Reconozco un solo bautismo”.
La eficacia del bautismo está en que limpia de todos los pecados en cuanto a la culpa y en cuanto al castigo merecido. Por este motivo a los bautizados no se les impone penitencia alguna por muy pecadores que hayan sido, y si en recibiendo el sacramento mueren, entran inmediatamente en la vida eterna. Por este motivo también, aunque sólo a los sacerdotes compete de este oficio el bautizar, en caso de necesidad puede hacerlo lícitamente cualquiera, con tal que emplee la forma del bautismo, que es: “Yo te bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Recibe este sacramento su eficacia de la Pasión de Cristo: “Todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte” (Rom 6, 3). Por eso, del mismo modo que Cristo estuve tres días en el sepulcro, tres son las inmersiones que se realizan en el agua.
El segundo sacramento es la confirmación. Como los que nacen a la vida corporal, necesitan fuerzas para el ejercicio de sus funciones, los que renacen a la vida espiritual, necesitan el vigor del Espíritu Santo. Por ello recibieron el Espíritu Santo los Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, para que fueran vigorosos: “Vosotros quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto”
Conviene notar que, de la misma manera que un hombre no nace más que una vez, igualmente sólo una vez es bautizado. Por ello los santos añadieron: “Reconozco un solo bautismo”.
La eficacia del bautismo está en que limpia de todos los pecados en cuanto a la culpa y en cuanto al castigo merecido. Por este motivo a los bautizados no se les impone penitencia alguna por muy pecadores que hayan sido, y si en recibiendo el sacramento mueren, entran inmediatamente en la vida eterna. Por este motivo también, aunque sólo a los sacerdotes compete de este oficio el bautizar, en caso de necesidad puede hacerlo lícitamente cualquiera, con tal que emplee la forma del bautismo, que es: “Yo te bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Recibe este sacramento su eficacia de la Pasión de Cristo: “Todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte” (Rom 6, 3). Por eso, del mismo modo que Cristo estuve tres días en el sepulcro, tres son las inmersiones que se realizan en el agua.
El segundo sacramento es la confirmación. Como los que nacen a la vida corporal, necesitan fuerzas para el ejercicio de sus funciones, los que renacen a la vida espiritual, necesitan el vigor del Espíritu Santo. Por ello recibieron el Espíritu Santo los Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, para que fueran vigorosos: “Vosotros quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto”
(Lc 24, 49).
Este vigor se confiere en el sacramento de la confirmación; por tanto, los que tienen niños a su cargo, han de ocuparse diligentemente de que sean confirmados, porque es grande la gracia que proporciona este sacramento. Si mueren, tendrán mayor gloria el confirmado que el que no lo ha sido, porque aquél recibió más gracia”.
(Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 10, primera parte, p. 98-100)
Este vigor se confiere en el sacramento de la confirmación; por tanto, los que tienen niños a su cargo, han de ocuparse diligentemente de que sean confirmados, porque es grande la gracia que proporciona este sacramento. Si mueren, tendrán mayor gloria el confirmado que el que no lo ha sido, porque aquél recibió más gracia”.
(Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 10, primera parte, p. 98-100)
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