LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS,
EL PERDÓN DE LOS PECADOS
El Símbolo de los Apóstoles. Artículo 10
El cuarto sacramento es la penitencia. En la vida del cuerpo sucede a veces que uno enferma, y si no se le administra la medicina conveniente, muere. En la vida del espíritu se enferma por el pecado, y es necesaria también una medicina para recobrar la salud. Este remedio es la gracia que se recibe en el sacramento de la penitencia. “Él perdona todas las maldades, sana todas tus enfermedades” (Ps 102, 3)
En la penitencia deben recurrir tres elementos: contrición, que es un pesar de haber pecado unido al propósito de no volver a hacerlo; confesión de los pecados íntegra, y satisfacción, que se lleva a cabo con obras buenas.
El quinto sacramento es la extremaunción. Es esta vida hay muchos impedimentos para que el hombre pueda conseguir una limpieza perfecta de sus pecados. Pero, como nadie puede entrar en la vida eterna si no está limpio de todo, era necesario otro sacramento que limpiase de sus pecados al hombre, lo librara de la enfermedad, y lo preparara para su entrada en el reino celestial. Este sacramento es la extremaunción.
(hoy denominado: Unción de los enfermos, es la consagración de la muerte, perdona directamente los pecados veniales y libra de las reliquias de pecados ya perdonados. Indirectamente -si no hubiera sido posible recibir el sacramento de la penitencia- también perdona los pecados mortales, siempre que la persona se encuentre en estado de conversión a Dios, al menos con contrición imperfecta o atrición).
Si no siempre cura el cuerpo, ello se debe a que quizá no conviene a la salud del alma el seguir viviendo. “¿Alguno de vosotros está enfermo? Mande llamar a los presbíteros de la Iglesia, y oren
sobre él, y lo unjan con óleo en el nombre del Señor, y la oración de la fe salvará al enfermo, y el
Señor lo aliviará, y los pecados que hubiera cometido, le serán perdonados” (Iac 5, 14-15).
Con estos cinco sacramentos se consigue, como hemos explicado, la perfección de la vida. Y como es preciso que sean administrados por ministros apropiados, fue necesario el sacramento del Orden, cuyos miembros los administran. En esta administración no hay que mirar a la vida de los ministros, si es que a veces se dejan arrastrar por el mal, sino a la virtud de Cristo, de la que reciben su eficacia los sacramentos que aquéllos dispensan: “Que nos tengan los hombres por ministros de Cristo y dispensadores de los ministerios de Dios” (1 Cor 4, 1). Este es el sexto sacramento, el del Orden.
(S. Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 10, segunda parte, p. 101-103)
Con estos cinco sacramentos se consigue, como hemos explicado, la perfección de la vida. Y como es preciso que sean administrados por ministros apropiados, fue necesario el sacramento del Orden, cuyos miembros los administran. En esta administración no hay que mirar a la vida de los ministros, si es que a veces se dejan arrastrar por el mal, sino a la virtud de Cristo, de la que reciben su eficacia los sacramentos que aquéllos dispensan: “Que nos tengan los hombres por ministros de Cristo y dispensadores de los ministerios de Dios” (1 Cor 4, 1). Este es el sexto sacramento, el del Orden.
(S. Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 10, segunda parte, p. 101-103)
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