viernes, 24 de febrero de 2023

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS,
EL PERDÓN DE LOS PECADOS
El Símbolo de los Apóstoles. Artículo 10

      “El tercer sacramento es la Eucaristía. Del mismo modo que en la vida del cuerpo el hombre que ha nacido con suficiente vigor, necesita alimentos que lo sostengan y conserven, así también en la vida del espíritu, después de coger fuerzas, necesita un alimento espiritual. Este alimento es el cuerpo de Cristo. “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6, 54). Por este motivo un mandamiento de la Iglesia ordena que todo cristiano reciba una vez al año el cuerpo de Cristo (Concilio IV de Letrán 1215, Codex Iuris Canonici, canon 859), pero con dignidad y alma limpia, porque “quien lo come y bebe indignamente (es decir, consciente de haber cometido un pecado mortal que aún no ha confesado o del que no tiene intención de abstenerse), como y bebe su propia condenación” (1 Cor 11, 29).

      El cuarto sacramento es la penitencia. En la vida del cuerpo sucede a veces que uno enferma, y si no se le administra la medicina conveniente, muere. En la vida del espíritu se enferma por el pecado, y es necesaria también una medicina para recobrar la salud. Este remedio es la gracia que se recibe en el sacramento de la penitencia. “Él perdona todas las maldades, sana todas tus enfermedades” (Ps 102, 3)
En la penitencia deben recurrir tres elementos: contrición, que es un pesar de haber pecado unido al propósito de no volver a hacerlo; confesión de los pecados íntegra, y satisfacción, que se lleva a cabo con obras buenas.

      El quinto sacramento es la extremaunción. Es esta vida hay muchos impedimentos para que el hombre pueda conseguir una limpieza perfecta de sus pecados. Pero, como nadie puede entrar en la vida eterna si no está limpio de todo, era necesario otro sacramento que limpiase de sus pecados al hombre, lo librara de la enfermedad, y lo preparara para su entrada en el reino celestial. Este sacramento es la extremaunción.

(hoy denominado: Unción de los enfermos, es la consagración de la muerte, perdona directamente los pecados veniales y libra de las reliquias de pecados ya perdonados. Indirectamente -si no hubiera sido posible recibir el sacramento de la penitencia- también perdona los pecados mortales, siempre que la persona se encuentre en estado de conversión a Dios, al menos con contrición imperfecta o atrición).

      Si no siempre cura el cuerpo, ello se debe a que quizá no conviene a la salud del alma el seguir viviendo. “¿Alguno de vosotros está enfermo? Mande llamar a los presbíteros de la Iglesia, y oren 
sobre él, y lo unjan con óleo en el nombre del Señor, y la oración de la fe salvará al enfermo, y el 
Señor lo aliviará, y los pecados que hubiera cometido, le serán perdonados” (Iac 5, 14-15).

      Con estos cinco sacramentos se consigue, como hemos explicado, la perfección de la vida. Y como es preciso que sean administrados por ministros apropiados, fue necesario el sacramento del Orden, cuyos miembros los administran. En esta administración no hay que mirar a la vida de los ministros, si es que a veces se dejan arrastrar por el mal, sino a la virtud de Cristo, de la que reciben su eficacia los sacramentos que aquéllos dispensan: “Que nos tengan los hombres por ministros de Cristo y dispensadores de los ministerios de Dios” (1 Cor 4, 1). Este es el sexto sacramento, el del Orden.

       (S. Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 10, segunda parte, p. 101-103)

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