jueves, 2 de febrero de 2023

                                    PREPARACIÓN PARA LA CELEBLACIÓN
                                                         DE LA SANTA MISA

                               El recogimiento y la participación. Romano Guardiani, capítulo 5

      “La Misa comienza como Liturgia de la Palabra y se extiende como tal desde la Antífona de Entrada hasta el Credo, y luego reaparece al final, desde la oración de postcomunión hasta el saludo final del sacerdote. Pero entre ambos momentos, está la acción propiamente dicha, la Liturgia de la Eucaristía, que comienza con el ofertorio, se lleva a cabo realmente en el misterio de la consagración y culmina con la comunión. Por eso el deber del creyente no consiste sólo en rezar y escucha los textos de la misa, sino también en participar en la acción sagrada. Pero esta participación presupone, una vez más, aquello de lo cual hablamos precisamente el recogimiento interior.

      No es fácil hablar hoy de una participación efectiva en la Santa Misa, debido al desarrollo que ha experimentado la liturgia de la conmemoración del Señor. La primera comunidad estaba constituida por el círculo de los discípulos reunidos alrededor de una mesa. Esta forma de reunión de los comensales se mantuvo durante un breve tiempo, mientras las comunidades eran pequeñas. De esto da testimonio el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando dice: “Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas…  Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquéllos que debían salvarse” (2, 46-47)

      La participación significa un obrar que toma parte en el hacer de otro. Este otro, en la misa, es el sacerdote. Él no es para sí mismo, es para la comunidad. Por medio de las palabras y acciones que él realiza en virtud de la autoridad ministerial de la que está investido, acontece algo que tiene su origen en Cristo. Pero todos están llamados a participar en ese acontecimiento. ¿Cómo se lleva a cabo esta participación? Los fieles que asisten a la celebración saben verdaderamente qué es lo que se presenta ante su mirada.

      Cuando se celebra el ofertorio y el sacerdote retira el velo que cubre el cáliz, tenemos que decirnos a nosotros mismos: ahora va a ser preparada la ofrenda sobre la cual se celebrará luego el misterio. Se repite lo mismo que ocurrió en un determinado momento, cuando el Señor les encargó a sus discípulos que preparasen la Cena Pascual: se repite lo que la comunidad hacía posteriormente, cuando todos los fieles se reunían y cada uno traía su ofrenda de pan, de vino o de aceite. Hoy todo eso se ha reducido a actos breves, en los que el sacerdote eleva la patena con la hostia y luego la deposita sobre sobre los corporales, recibe el vino y lo vierte en al cáliz mezclándolo con unas gotas de agua, tras lo cual eleva el vaso sagrado y lo deposita sobre el altar. Por eso, los fieles tienen que decirse a sí mismos que estos gestos sobrios sustituyen todo aquello que debía ser realizado y ofrecido, tanto para preparar la Cena del Señor.

      Después del rezo del Santo, cuando comienza la oración principal, el Canon, tenemos que recordar que empieza lo que en el lenguaje de la Iglesia antigua se llama la “actio”, la acción propiamente dicha, hacia la cual se dirige toda nuestra atención. Tan pronto como se hace silencio (qué importante sería que hubiese un silencio absoluto), debemos decir que, a partir de este momento, se cumple la última voluntad del Señor. Él ha dicho: “haced esto en conmemoración mía”. Ahora se cumple esto. Ocurre lo mismo que tuvo lugar una vez, en el Cenáculo: Cristo viene. Él se hace presente en su amor redentor y con él el destino que ha cargado sobre sí por amor a nosotros. El sacerdote obra, pero nosotros debemos cooperar con él, por cuanto estamos allí interiormente presentes, nos contemplamos en el altar y nos identificamos con lo que ocurre allí. Estoy íntimamente convencido de que la simple actualización puede convertirse inmediatamente en acontecimiento, de tal modo que yo mismo puedo hacerme presente y recibir el alimento sagrado”. Continúa

                    (Romano Guardini, Celebración de la Santa Misa / El recogimiento y la participación, 

                                    capítulo 5, primera parte, p. 29-33. Editorial Edibesa)

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