VIDA
DEL CRISTIANO
CÓMO
AYUDA UNA BUENA FORMACIÓN
Hoy muchos no
cuentan en sus vidas el conocimiento y la cercanía de Dios. No saben quién es
Jesucristo, verdadero Dios, hombre verdadero, lo que lleva entre otras consigo:
la carencia del esplendor de la fe, el
valor del amor y la seguridad de la esperanza.
“El hombre es por naturaleza y por vocación
un ser religioso. Viniendo de Dios y yendo hacia Dios, el hombre no vive una vida
plenamente humana si no vive libremente su vínculo con Dios” (Catecismo de
la Iglesia Católica, n. 44)
“El amor a Cristo no es un simple
sentimiento. Detengámonos un momento en este punto. Desde luego, los
sentimientos pueden estar involucrados, pero también pueden estar ausentes. Este
amor es esencialmente un acto de la voluntad que implica conocimiento: es un
acto-conocimiento. Para amar a Cristo es preciso conocerle y, a su vez, el amor
hace más penetrante y vivo el conocimiento. No es el amor de un siervo que “no
sabe lo que hace su señor” (Evangelio de s. Juan 15, 15) y se limita a
cumplir lo que le manda sin preocuparse de conocer los motivos y, por tanto,
sin poner en juego plenamente su inteligencia y su voluntad. “A vosotros os he
llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15). El amor a
Cristo es un amor de amistad, el amor del amigo que conoce y hace propios los
pensamientos y deseos más íntimos […]. A su vez el amor lleva a profundizar en
el conocimiento. Cuando se ama a una persona se desean saber hasta los
más mínimos detalles de su existencia, de su carácter, para así identificarse
con ella. Por eso hemos de meditar la historia de Cristo, desde su nacimiento
en un pesebre, hasta su muerte y su resurrección. Con este mutuo
alimentarse del conocimiento y del amor se va estableciendo y radicando el reinado
de Cristo en el alma.
En este marco se entiende mejor que san
Josemaría hable de etapas clarísimas en la vida cristiana: “Que
busques a Cristo: Que encuentres a Cristo: Que ames a Cristo” (Es Cristo que
pasa, n. 107).
No se trata de etapas sucesivas, porque buscar a Cristo es ya haberle
encontrado y comenzar a amarle”. (Ernst
Burkhart-Javier López, Vida cotidiana y santidad, vol. I. p. 379)
Derecho a una
educación cristiana.
“Todos los cristianos que, transformados en una nueva criatura por la
regeneración del agua y del Espíritu Santo [Bautismo], se llaman y son hijos de
Dios, tienen derecho a una educación cristiana. La cual no sólo busca la
madurez de la persona humana, como queda expuesto, sino que mira principalmente
que los bautizados, a medida que van siendo introducidos gradualmente en el
conocimiento del misterio de la salvación, vayan dándose cuenta cada vez más
del don de la fe que han recibido; que aprendan a adorar a Dios Padre en
espíritu y verdad”
Los responsables
de la educación.
“ Los padres, que han dado la vida a sus hijos, tienen la gravísima obligación
de educar a la prole, y por eso se han de considerar sus primeros y principales
educadores. Esta responsabilidad es de tanto peso, que, si falta, difícilmente
puede suplirse. Tienen, pues, los padres, que crear un tal ambiente familiar
-animado por el amor y la piedad hacia Dios y hacia los hombres- que favorezca
la educación entera, personal y social de los hijos. La familia es, por
consiguiente, la primera escuela de las virtudes sociales que necesita toda sociedad”.
(Concilio Vaticano II, Declaración “Sobre la
educación cristiana”, n. 2 y 3)
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