viernes, 24 de marzo de 2023

 VIDA DEL CRISTIANO
CÓMO AYUDA UNA BUENA FORMACIÓN
 
Hoy muchos no cuentan en sus vidas el conocimiento y la cercanía de Dios. No saben quién es Jesucristo, verdadero Dios, hombre verdadero, lo que lleva entre otras consigo:  la carencia del esplendor de la fe, el valor del amor y la seguridad de la esperanza.

      El hombre es por naturaleza y por vocación un ser religioso. Viniendo de Dios y yendo hacia Dios, el hombre no vive una vida plenamente humana si no vive libremente su vínculo con Dios(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 44)
 
      “El amor a Cristo no es un simple sentimiento. Detengámonos un momento en este punto. Desde luego, los sentimientos pueden estar involucrados, pero también pueden estar ausentes. Este amor es esencialmente un acto de la voluntad que implica conocimiento: es un acto-conocimiento. Para amar a Cristo es preciso conocerle y, a su vez, el amor hace más penetrante y vivo el conocimiento. No es el amor de un siervo que “no sabe lo que hace su señor” (Evangelio de s. Juan 15, 15) y se limita a cumplir lo que le manda sin preocuparse de conocer los motivos y, por tanto, sin poner en juego plenamente su inteligencia y su voluntad. “A vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15). El amor a Cristo es un amor de amistad, el amor del amigo que conoce y hace propios los pensamientos y deseos más íntimos […]. A su vez el amor lleva a profundizar en el conocimiento. Cuando se ama a una persona se desean saber hasta los más mínimos detalles de su existencia, de su carácter, para así identificarse con ella. Por eso hemos de meditar la historia de Cristo, desde su nacimiento en un pesebre, hasta su muerte y su resurrección. Con este mutuo alimentarse del conocimiento y del amor se va estableciendo y radicando el reinado de Cristo en el alma.
      En este marco se entiende mejor que san Josemaría hable de etapas clarísimas en la vida cristiana: “Que busques a Cristo: Que encuentres a Cristo: Que ames a Cristo” (Es Cristo que pasa, n. 107). No se trata de etapas sucesivas, porque buscar a Cristo es ya haberle encontrado y comenzar a amarle”.        (Ernst Burkhart-Javier López, Vida cotidiana y santidad, vol. I. p. 379)
 
Derecho a una educación cristiana. “Todos los cristianos que, transformados en una nueva criatura por la regeneración del agua y del Espíritu Santo [Bautismo], se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a una educación cristiana. La cual no sólo busca la madurez de la persona humana, como queda expuesto, sino que mira principalmente que los bautizados, a medida que van siendo introducidos gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación, vayan dándose cuenta cada vez más del don de la fe que han recibido; que aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y verdad”
 
Los responsables de la educación. “ Los padres, que han dado la vida a sus hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por eso se han de considerar sus primeros y principales educadores. Esta responsabilidad es de tanto peso, que, si falta, difícilmente puede suplirse. Tienen, pues, los padres, que crear un tal ambiente familiar -animado por el amor y la piedad hacia Dios y hacia los hombres- que favorezca la educación entera, personal y social de los hijos. La familia es, por consiguiente, la primera escuela de las virtudes sociales que necesita toda sociedad”.
                                                           (Concilio Vaticano II, Declaración “Sobre la educación cristiana”, n. 2 y 3)

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