ESCRITOS DE CATEQUESIS
LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE
El Símbolo de los Apóstoles. Artículo 11
“B) Acerca de lo segundo, es
decir, de las condiciones en que resucitarán todos los cuerpos en general, se
puede considerar cuatro aspectos.
Primero, la identidad del
cuerpo resucitado. El mismo cuerpo que ahora existe, tanto en su carne como en
sus huesos, será el que resucitará, por más que algunos hayan afirmado que no
resucitará este cuerpo que ahora se corrompe. Esto es contrario a la enseñanza
del Apóstol: “Es preciso que esto corruptible se revista de incorruptibilidad” (1 Cor
15, 53). Y la Sagrada Escritura atestigua que el cuerpo que por el poder
de Dios volverá a la vida, será el mismo: “De nuevo me veré recubierto de mi
piel, y con mi carne contemplaré a Dios” (Iob 19, 26).
Segundo, su calidad. Los
cuerpos resucitados serán de distinta calidad que ahora: tanto los de los
bienaventurados como los réprobos serán incorruptibles, puesto que los buenos
permanecerán para siempre en la gloria, y los malos para siempre en el
tormento. “Es preciso que esto corruptible se revista de incorruptibilidad, y
que esto mortal se revista de inmortalidad” (1 Cor 15, 53). Como
los cuerpos serán incorruptibles e inmortales, no habrá empleo de alimentos ni
del sexo: “En la resurrección ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que
serán como ángeles de Dios en el cielo” (Mt 22, 30). Esto,
contra la opinión de judíos y sarracenos. “No regresará de nuevo a su casa” (Iob 7,
10).
Tercero, la integridad. Todos,
buenos y malos, resucitarán con toda la integridad que corresponde a la
perfección del hombre: no habrá ciego ni cojo, ni defecto alguno. “Los muertos
resucitarán incorruptibles” (1 Cor 15, 52), es
decir, exentos de las corrupciones de la vida presente.
Cuarto, la edad.
Todos resucitarán en la edad perfecta, a saber, de treinta y dos o treinta y
tres años. La razón de ello es que los que aún no llegaron a ese tiempo, no
tienen la edad perfecta, y los viejos ya la han perdido; por consiguiente, a
los niños y jóvenes se les otorgarán lo que les falta, y a los ancianos les
será devuelto. “Hasta que lleguemos todos a varón perfecto, según la medida de
la edad de madurez de Cristo” (Eph 4, 13)
C) La tercera consideración versa sobre los cuerpos de los
justos. Para los buenos serán motivo especial de gloria el hecho de tener sus
cuerpos gloriosos, adornados de 4 dotes.
La primera es la
claridad: “Brillarán los justos como el sol en el reino de su Padre” (Mt 13,
43).
La segunda es la
impasibilidad: “Es sembrado en vileza, resucitarán en gloria”
(1 Cor 15, 43); “Secará Dios toda lágrima de sus ojos,
y no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni lamentos ni dolores, porque lo de
antes pasó “. (Apc 21, 4).
La tercera es la
agilidad: “Brillarán los justos, y avanzarán como chispa en cañaveral” (Sap 3,
7).
La cuarta es la
sutileza: “Es sembrado un cuerpo animal, resucitará un cuerpo espiritual” (1 Cor
15, 44); no quiere decir que sea por completo espíritu, sino que estará
totalmente a éste.
D) La última consideración trata de los cuerpos de los
condenados. El castigo eterno producirá en ellos cuatro taras contrarias
a las dotes de los cuerpos gloriosos. Serán oscuros: “Sus rostros, caras
chamuscadas” (Is 13, 8). Pasibles, si bien nunca llegarán a descomponerse, puesto que
constantemente arderán en el fuego, pero jamás se consumirán: “Su gusano no
morirá, y su fuego no se extinguirá”
(Is 66, 24). Pesados
y torpes, porque el alma estará allí como encadenada: “Para aprisionar
con grillos a sus reyes” (Ps 149, 8). Finalmente,
serán en cierto modo carnales tanto el alma como el cuerpo:
“Se
corrompieron los asnos en su propio estiércol” (Ioel, 17)
(S. Tomás de Aquino, Escritos
de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 11, última,
p. 107-109)
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