miércoles, 14 de junio de 2023

 ESCRITOS DE CATEQUESIS
LA VIDA ETERNA
El Símbolo de los Apóstoles. Artículo 12
 
“C, En tercer lugar, la vida eterna consiste en una seguridad total. En este mundo no se da la perfecta seguridad, pues cuanto más tiene uno y más sobresale, tanto más recela y más necesita; pero en la vida eterna no existirá la tristeza, ni pasarán trabajos, ni miedo alguno. “Se disfrutará de abundancia sin temor a los males” (Prv 1, 33).
 
 D, En cuarto lugar, consiste en la feliz compañía de todos los bienaventurados, compañía que será de lo más agradable, porque serán de cada uno los bienes de todos. Efectivamente, cada uno amará a los otros como a sí mismo, y por ello disfrutará con el bien de los demás como con el suyo propio. De lo que resultará que se acrecentará la alegría y el goce de cada uno en la misma medida en que gozan todos. “Vivir en ti es júbilo compartido” (Ps 86, 7).
 
      Cuando llevamos dicho, y otras muchas cosas inefables poseerán los santos cuando estén en la Patria. En cambio, los malos, en la muerte eterna, tendrán no menos dolor y pena que alegría y gloria los buenos.
 
      Esa pena será inmensa en primer lugar por la separación de Dios y de los buenos todos. En esto consiste la pena de daño, en la separación, y es mayor que la pena de sentido. “Arrojad al siervo inútil a las tinieblas exteriores” (Mt 25, 30). En la vida actual los malos tienen tinieblas por dentro, las del pecado, pero en la futura las tendrán también fuera.
 
      Será inmensa en segundo lugar por los remordimientos de su conciencia. “Te argüiré, y te pondré ante su misma vista” (Ps 49, 21). “Gimiendo por la angustia de su espíritu” (Sap 5, 3). Sin embargo, tal arrepentimiento y lamentaciones serán inútiles, pues provendrán no del odio de la maldad, sino del dolor del castigo.
 
      En tercer lugar, por la enormidad de la pena sensible, la del fuego del infierno, que atormentará alma y cuerpo. Es ese tormento del fuego el más atroz, al decir de los santos. Se encontrarán como quien se está muriendo siempre y nunca muere ni ha de morir; por eso se le llama a esta situación muerte eterna, porque, como el moribundo se halla en el filo de la agonía, así estarán los condenados. “Como ovejas han sido puestos en el infierno; la muerte los devorará” (Ps 48, 15).
 
      En cuarto lugar, por no tener esperanza alguna de salvación. Si se les diera alguna esperanza de verse libres de sus tormentos, su pena se mitigaría; pero perdida aquélla por completo, su estado se torna insoportable. “Su gusano no morirá, y su fuego no se extinguirá” (Is 66, 24).
 
      Queda así clara la diferencia que existe entre obrar bien y mal; las buenas obras conducen a la vida, las malas arrastran a la muerte; por ello, los hombres deberían recordar todo esto con frecuencia; que los apartaría del mal y los incitaría al bien. Con singular acierto, pues, se dice al fin: “La vida eterna”, para que así se grave en la memoria cada vez mejor. Quien llevarnos a ella el Señor; Jesucristo, Dios bendito por los siglos de los siglos. Amén.
 
                         (S. Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, Artículo 12, segunda y última parte, p. 112-114)

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