lunes, 26 de junio de 2023

LA PERSONALIDAD DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

Y SU RESPUESTA A LA MISIÓN QUE DIOS LE ENCOMENDÓ

 

1.      Personalidad de san Josemaría en lo humano.

2.      Perfil espiritual como cristiano y como sacerdote.

3.     Su conciencia de fundador.

 1. Personalidad de san Josemaría en lo humano. “Dios nos quiere muy humanos. Que la cabeza toque el cielo, pero que las plantas pisen bien seguras en la tierra. El precio de vivir en cristiano no es dejar de ser hombres o abdicar del esfuerzo por adquirir esas virtudes que algunos tienen, aun sin conocer a Cristo. El precio de cada cristiano es la Sangre redentora de Nuestro Señor, que nos quiere -insisto- muy humanos y muy divi­nos, con el empeño diario de imitarle a Él, que es perfectus Deus, perfectus homo” (Amigos de Dios, n. 75). Así escribió en una de sus homilías, subrayando la importancia del elemento humano como base de la vida cristiana. “Si nuestra vida es deshumana -explicaba en otra ocasión- Dios no edificará nada en ella, porque ordinariamente no construye sobre el desorden, sobre la prepotencia” (Es Cristo que pasa, n. 182) (…)

      Ese desvelo corre peligro con un profundo sentido de la libertad. Precisamente por el clima de confianza del hogar, que luego trasladará a los ambientes donde habrá de moverse, afronta el cumplimiento de las propias obligaciones y consulta voluntariamente a quienes pueden aconsejarle. A la vez, descubre en ese ambiente la necesidad de la sinceridad verdadera, y adquiere el hábito de no dejarse llevar por la crítica o la murmuración, el resentimiento o el rencor. En la medida en que crece en libertad, sabe contagiarla a los demás, sin mostrarse jamás desconfiado. 

2. Perfil espiritual como cristiano y como sacerdote. A las cualidades humanas de san Josemaría fueron potenciadas por la gracia, hasta hacer de él un cristiano ejemplar y un sacerdote santo.

      Entre las actitudes espirituales que se desvelan ya en su infancia y adolescencia, y que conservará y desarrollará a lo largo de los años, destaca un hondo sentido de la filiación divina, manifestado en una confianza inquebrantable en nuestro Padre Dios y en la atención llena de caridad a las necesidades espirituales y materiales del prójimo; una piedad encendida hacia Jesús en el sacramento de la Eucaristía; una devoción tierna a la Virgen nuestra Madre, a san José y a los Ángeles Custodios; una esperanza y un optimismo sobrenaturales, que le impulsaron siempre a descubrir el lado bueno de los sucesos y le empujaron a no desanimarse ante las contrariedades; siempre con un gran amor a la libertad personal de todas las criaturas y un ardiente celo por la salvación de las almas.

      Consideraba el sacerdocio como don excelso. Sus padres le habían educado en el respeto y veneración hacia los presbíteros, representantes de Cristo en la tierra. El joven Josemaría tenía el convencimiento de que ese camino requería una llamada expresa de Dios y reclamaba una correspondencia plena y total olvido de sí, para dedicarse por entero al ejercicio del ministerio. Pero no pensaba que ésa fuera su senda. Sin embargo, aunque no lo esperaba, no dudó en seguir esa llamada con prontitud y alegría, en cuanto comprendió que era lo que Dios quería de su persona. (…) 

3.  Su conciencia de fundador. Desde el 2 de octubre de 1928, fecha de fundación del Opus Dei, la biografía de san Josemaría se identifica con la historia de la institución que ese día nació en el seno de la Iglesia. Si hasta entonces su oración había discurrido por los cauces marcados por dos jaculatorias -Domine, ¡ut videam!, Domina, ¡ut sit! -, una vez conocida la voluntad de Dios, sus ansias se resumen en otras frases: Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!, Regnare Christus volumus!, ¡Deo omnis gloria! A esas tres aspiraciones se refiere el papa Juan Pablo II en las Litterae Decretales para la canonización del fundador del Opus Dei, donde escribió: “Su ardiente celo por las almas iba unido a una firme voluntad de servicio a la Iglesia y una profunda devoción a la Virgen María. Regnare Christum volumus!: estas palabras resumen su constante preocupación pastoral por difundir, entre todos los hombres y mujeres, la llamada a participar, en Cristo, de la dignidad de los hijos de Dios. Hijos que viven sólo para servirle: ¡Deo omnis gloria! Y todo esto en el contexto de las ocupaciones normales de cada día, por lo que con razón se le puede definir como “el santo de la vida ordinaria”. (…) 

           (Extracto de la redacción de Javier Echevarría, de Instrucciones, Diccionario de san Josemaría Escrivá de Balaguer. 29. ss, publicado por Editorial Monte Carmelo, Burgos 2013)

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