“Sabemos bien que la fe es adhesión a
Dios, en el claroscuro del misterio, pero es también búsqueda, deseo de conocer
más y mejor la verdad revelada. Ahora bien, tal impulso interior nos viene del
Espíritu, que con la fe concede, precisamente, este don especial del
Entendimiento y casi de intuición de la verdad divina. La palabra intelecto
procede del latín intus legere, que significa leer dentro, penetra,
comprender a fondo. Mediante este don, el Espíritu Santo, que escruta la
profundidad de Dios (1
Cor 2, 10),
comunica al creyente un chispazo de esta capacidad de penetración, abriéndole
el corazón a la gozosa percepción del designio amoroso de Dios. Se renueva
entonces la experiencia de los discípulos de Emaús, quienes, después de haber
conocido al Resucitado en la fracción del pan, se decían el uno al otro: ¿Acaso
no nos ardía el corazón en el pecho, mientras conversaba con nosotros en el
camino y nos explicaba las Escrituras? (San Lucas 24,32)”
(Juan Pablo II, Regina Coeli, 9. IV.
1989, en L`Osservatore Romano, 10/11.IV.1989)
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