NUESTRA VIDA
PRECISA LA ASISTENCIA Y
LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO
Capítulo 3
10, (Catecismo 703, 704) En la Creación. Es justo que
el Espíritu Santo reine, santifique y anime la creación porque es Dios
consubstancial al Padre y al Hijo. A Él se le da el poder sobre la vida, porque
siendo Dios guarda la creación en el Padre por el Hijo (Oficio Bizantino
de las Horas. Tropacio de maitines)
“En cuanto al hombre, es con sus propias manos [es decir, el Hijo y el
Espíritu Santo] como Dios lo hizo… y El dibujó sobre la carne moldeada su
propia forma, de modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina”
(San
Ireneo de Lyon, Demostratio praedicationes apostolicae, 11)
11, (Catecismo 705, 706) El Espíritu y
la promesa. Desfigurado
por el pecado y por la muerte, el hombre continúa siendo “a imagen de Dios”, a
imagen del Hijo, pero “privado de la Gloria de Dios” (Romanos 3, 23).
Contra
toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como fruto de
la fe y del poder del Espíritu Santo (cf Génesis 18, 1-15; Lucas 1, 26-38)
12, (Catecismo 711-716) La espera de
Mesías y de su Espíritu. “He aquí que yo lo renuevo” (Isaías 43,19); dos líneas
proféticas se van a perfilar, una se refiere a la espera del Mesías, la otra al
anuncio de un Espíritu nuevo, y dos convergen en el pequeño Resto, el pueblo de
los Pobres (cf
Sofonías 2,3),
que aguardan en la esperanza la “consolación de Israel” y “la redención de
Jerusalén” (cf
Lucas 2, 25-38).
Los textos proféticos que se refieren
directamente al envío del Espíritu Santo son oráculos en los que Dios habla al
corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los acentos del “amor y
de la fidelidad” (cf
Ez. 11, 19-; 36,25-28; Jr. 31, 31-34), cuyo cumplimiento proclamará San Pedro
la mañana de Pentecostés, Hch,
2, 17-21.
Según
estas promesas en los “últimos tiempos”, el Espíritu Santo renovará el corazón
de los hombres grabando en ellos una Ley nueva, reunirá y reconciliará a los
pueblos dispersos y divididos; transformará la primera creación y Dios habitará
en ella con los hombres en paz.
Los humildes y los mansos, totalmente
entregados a los designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no
de los hombres sino del Mesías, todo esto es, finalmente la gran obra de la
Misión escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de las Promesas para
preparar la venida de Cristo.
13, (Catecismo 717,720) El Espíritu de
Cristo en la plenitud de los tiempos. “Hubo un hombre, enviado por Dios que
se llamaba Juan (Juan
1,6). Juan
fue “lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre” (Lucas 1,15-41) por obra del
mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo.
En fin, con Juan Bautista, el Espíritu
Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar
al hombre la “semejanza” divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento,
el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento. (cf Juan 3, 5).
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2ª edición, capítulo
3. Comprenden los números (703 al 720)
del Catecismo)
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