martes, 5 de septiembre de 2023

NUESTRA VIDA PRECISA LA ASISTENCIA Y

      LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO

Capítulo 3

 

10, (Catecismo 703, 704) En la Creación. Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y anime la creación porque es Dios consubstancial al Padre y al Hijo. A Él se le da el poder sobre la vida, porque siendo Dios guarda la creación en el Padre por el Hijo (Oficio Bizantino de las Horas. Tropacio de maitines)

 

      “En cuanto al hombre, es con sus propias manos [es decir, el Hijo y el Espíritu Santo] como Dios lo hizo… y El dibujó sobre la carne moldeada su propia forma, de modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina”

                                                  (San Ireneo de Lyon, Demostratio praedicationes apostolicae, 11)

 

11, (Catecismo 705, 706) El Espíritu y la promesa. Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continúa siendo “a imagen de Dios”, a imagen del Hijo, pero “privado de la Gloria de Dios” (Romanos 3, 23).

      Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo (cf Génesis 18, 1-15; Lucas 1, 26-38)

 

12, (Catecismo 711-716) La espera de Mesías y de su Espíritu. “He aquí que yo lo renuevo” (Isaías 43,19); dos líneas proféticas se van a perfilar, una se refiere a la espera del Mesías, la otra al anuncio de un Espíritu nuevo, y dos convergen en el pequeño Resto, el pueblo de los Pobres (cf Sofonías 2,3), que aguardan en la esperanza la “consolación de Israel” y “la redención de Jerusalén” (cf Lucas 2, 25-38).

 

Los textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu Santo son oráculos en los que Dios habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los acentos del “amor y de la fidelidad” (cf Ez. 11, 19-; 36,25-28; Jr. 31, 31-34), cuyo cumplimiento proclamará San Pedro la mañana de Pentecostés, Hch, 2, 17-21.

 

 Según estas promesas en los “últimos tiempos”, el Espíritu Santo renovará el corazón de los hombres grabando en ellos una Ley nueva, reunirá y reconciliará a los pueblos dispersos y divididos; transformará la primera creación y Dios habitará en ella con los hombres en paz.

 

Los humildes y los mansos, totalmente entregados a los designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no de los hombres sino del Mesías, todo esto es, finalmente la gran obra de la Misión escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de las Promesas para preparar la venida de Cristo.

 

13, (Catecismo 717,720) El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. “Hubo un hombre, enviado por Dios que se llamaba Juan (Juan 1,6). Juan fue “lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre” (Lucas 1,15-41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo.

 

En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la “semejanza” divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento. (cf Juan 3, 5).

 

      (Catecismo de la Iglesia Católica, 2ª edición, capítulo 3.  Comprenden los números (703 al 720) del Catecismo)

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