viernes, 22 de septiembre de 2023

NUESTRA VIDA PRECISA LA ASISTENCIA Y

      LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo y la Iglesia en los últimos tiempos

Capítulo 4

      Pentecostés

24, (Catecismo 731) El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: después su plenitud, Cristo, el Señor (cf Hch 2, 36), derrama profusamente el Espíritu.

 

25, (Catecismo 732) En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en El: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en la Comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los “últimos tiempos”, el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado:

      Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos

      encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella

      nos ha salvado (Liturgia bizantina, Tropario de Vísperas de Pentecostés)

 

      El Espíritu Santo, El Don de Dios

26, (Catecismo 733) “Dios es Amor” (1 Juan 4, 8.16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor “Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Romanos 5,5)

 

27, (Catecismo 734) Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo (2 Colosenses 13,13) es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.

 

28, (Catecismo 735) El nos da entonces las “arras” o las “primicias” de nuestra herencia (cf Rm 8, 23; 2 Co 1, 21): la Vida misma de la Santísima Trinidad que es amar “como él no ha amado” (cf 1 Jn 4, 11-12). Este amor (la caridad de 1 Corintios 13) es el principio de la vida nueva en Cristo, hecha posible porque hemos “recibido una fuerza la del Espíritu Santo” (Hechos 1, 8).

 

29, (Catecismo 736) Gracias a ese poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos “el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5, 22-23). “El Espíritu es nuestra Vida”: cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf Mt 16, 24-26), más “obramos también según el Espíritu” (Gálatas 5, 25):

  Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece

  en el Paraíso, nos lleva al Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da la

  confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia de Cristo, de ser

 llamados hijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna.

                                                              (San Basilio, Tratado del Espíritu Santo 15, 16)

 

          (Catecismo de la Iglesia Católica, 2ª edición, capítulo 4.  Comprenden los números (731 al 736)

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