Político
Palestina deja de ser un país
independiente al ocuparla Pompeyo en el 63 a.C., y queda anexionada a la
provincia romana de Siria. El estado asmoneo quedaba liquidado, aunque la
familia asmonea pervivía aún en la continuidad del Sumo Sacerdote Hircano. Su
autoridad se redujo a las cuestiones y práctica religiosas, desde el año 57, en
que Pompeyo le quita el título de rey y Gabinio retiene para sí el poder
político.
Seguirán años de constante tensión entre
los sucesores de Hircano y los gobernadores de Siria. En el 54, Licinio Craso
despoja el Templo de Jerusalén de sus tesoros y objetos de arte. Julio César,
en el año 47, concede a Hircano y a sus descendientes el título de “aliados” de
Roma, y a la comunidad religiosa de Jerusalén la facultad de jurisdicción sobre
sus propios asuntos. A la vez, a Antípatro, padre de Herodes el Grande, se le
elimina por su intervención en una conjura en que participa también Hircano.
Pero cambia radicalmente el panorama con el asesinato de Julio César en el 44,
al convertirse Casio Longino en gobernador de la provincia de Siria (44-42),
quien muy pronto se haría impopular por la exploración de sus súbditos.
En el 42, los asesinos de César fueron
derrotados en la batalla de Filipos por Marco Antonio y Augusto. El gobierno de
Oriente pasa entonces a manos de Marco Antonio, de quien el hábil Herodes el
Grande sabrá ganarse la amistad. Pero le surge un contrincante en Antígono,
quien se proclama rey de Judea con la ayuda de los partos (40-37). Herodes,
dejando su familia en Masad, acude a Roma con el objetivo de inclinar a su
favor al emperador Augusto. Era fácil lograrlo, porque Roma no veía con buenos
ojos que Antígono reinara con el apoyo de los partos. Así es como el año 40, el
Senado nombra monarca a Herodes, quien procede de inmediato a conquistar
Palestina. Siguen años de éxito militar, y en el 37, mientras el gobernador
Sosio toma Jerusalén, Herodes puede hacerse cargo del reino. Antígono fue
ejecutado en Antioquía.
El reinado de Herodes el Grande, bien
conocido gracias a su historiador Nicolás de Damasco, se extiende del 37 al 4
a.C. Como fue un fiel “monarca aliado”, dependiente siempre del gobernador de
Siria, en el año 30, Octavio le entrega todos los territorios palestinos, a
excepción de las ciudades de la Decápolis romana, con lo que llega a tener un
reino tan grande como el del rey David.
Herodes emprende entonces la construcción
de grandes obras: antigua ciudad de Samaría con el nombre Augusto (Sebaste),
Cesarea Marítima con su puerto y templo en honor del emperador. En Jerusalén:
el palacio real, el Templo y ensanche de su explanada, la Torre Antonia, en el
ángulo del noroeste del Templo, y las murallas de la ciudad. En Hebrón, el
edificio sobre las tumbas de los Patriarcas y el santuario de Mambré. Para su
seguridad, una serie de fortalezas: Masada, en la orilla occidental del mar Muerto,
frente a la península de Lisán; el castillo reformado de Maqueronte; el
Herodión, para su propia sepultura, cerca de Belén; el palacio de invierno en
Jericó, y castillo con el nombre de su madre “Kipros”, en las alturas del
lugar. El año 4 a.C. murió en Jericó, haciéndose enterrar con gran pompa en el
Herodión. A su muerte, los romanos distribuyen el reino entre sus hijos:
Arquelao, nombrado Etnarca, recibió Judea, Idumea, Samaría; Antipas y Filipe,
como Tetrarcas, reciben el primero Galilea y Perea. Y el segundo Traconítide,
Batanea, Auranítide e Iturea; Salomé, hermana de Herodes, las ciudades de Asdod
y Jamnia, y los palacios de Ascalón y de Fasaelis
(Teodoro
López, Carlos Sáez, Ángel Martín, Peregrinación a Tierra Santa, p. 18-21,
relato n. 4)
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