viernes, 24 de noviembre de 2023

TIERRA SANTA – GEOGRAFÍA DE PALESTINA

      Utilizamos generalmente el término de Palestina para designarlo, si bien a lo largo de la historia ha recibido otros nombres: Canaán, Tierra de Israel, Palestina, desde la época greco-romana, y en la actualidad compartida por Israel, Jordania y Autonomía Palestina.

      Palestina forma parte del “Fértil Creciente”, comprendido entre los ríos Éufrates-Tigris y Nilo, y es el más pequeño de todos los países incluidos en la costa oriental del Mediterráneo. A pesar de su estrechez y límites, presenta una variedad orográfica notable: llanura costera altiplano occidental -o cadena de montañas centrales-, depresión del Ghor o jordánica, y altiplano oriental o Transjordania. Y a la vez, cada región está subdividida en otras que determinan fauna y flora, cultivos y población.

      Limita al norte con el Líbano, al este con el desierto siro-arábigo, al sur con el desierto del Négueb y al oeste con el mar Mediterráneo.

      De los 117.000 km. Cuadrados, corresponden a la Transjordania 90.000 y a la Cisjordania 27.000, que comparten el actual Estado de Israel con el Négueb y la Autonomía Palestina.

      La Biblia usa la expresión “desde Dan a Berseba” (Jc 20,1; 1S 3,20), para indicar sus dimensiones de norte a sur, con una distancia de 240 km. De este a oeste, es decir, del valle del Jordán al Mediterráneo, se puede aplicar una media de 90 km.

      Sus antiguos moradores tenían una clara noción de las características topográficas de las diferentes regiones: “Ea, levantad el campamento: Id a las montañas de los amorreos y de todos sus habitantes. Al Arabá, a las costas del mar, a la tierra de los cananeos y al Líbano hasta el gran río Éufrates(Dt 1,7).

      En la variedad y contraste entre regiones y su situación entre el desierto y el mar explican la peculiar climatología: mediterránea, continental y tropical, cada una con su propio tipo de cultivos. Más que de cuatro estaciones hay que hablar de dos, determinadas por las lluvias que comienzan en octubre y terminan en abril. Extrema en su pluviometría (1000 m3   en Galilea y 20 m. en el Négueb) como lo son las temperaturas (entre los -2 grados en invierno y los +45 del verano en la fosa del Jordán) y el contraste entre el día y la noche, a veces de 20 grados.

      Frente a las lluvias torrenciales que han abierto los profundos wadis que erosionan la tierra, es muy importante el rocío: en los meses de la estación seca es suficiente para mantener la vegetación y los cultivos. De ahí que sea considerado en la Biblia como una bendición de Dios (Gn 27,28).

      Para comprender la fertilidad de esta tierra basta leer la descripción que hace de ella el Deuteronomio: “…tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y hontanares que manan en los valles y en las montañas, tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares, de aceite y miel…” (8,7-9).

             (Teodoro López, Carlos Sáez, Ángel Martín, Peregrinación a Tierra Santa, p. 21-23, relato n. 6)

 

 

 

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