jueves, 4 de enero de 2024

 HISTORIA DE PALESTINA
En los alborees del tiempo (III)
 
DE LOS PATRIARCAS A LOS JUEVES (1850 – 1020 A. C.)
      Período de los Patriarcas. Comprende, desde la salida de Abrahán de Ur de los Caldeos (1850 a.C.), hasta el Éxodo (1250 a.C.), la historia de Abrahán, de Isaac, de Jacob y la bajada de éste con sus hijos a Egipto (Gn 12-50), a mediados de la Era de Bronce (Gn 11-25).
      Período del Éxodo (1250 a.C.). Abarca la salida de Moisés de Egipto y la peregrinación por el desierto (Libro del Éxodo y Números).
      Período de Asentamiento (1220 – 1200 a.C.). A lo largo del siglo XIII a.C. el pueblo se asiente en la Tierra Prometida, conquistando parte de Canaán, (Libro de Josué y Jueces). Se corresponde con la decadencia de los imperios Egipto, Babilónico, Mitani e Hitita y la llegada de los pueblos del Mar. Aunque coincide ya con el Edad de Hierro, éste, no aparece de manera manifiesta extendido, el Palestina, hasta el siglo X (1S 13, 19-23).
      Período de los Jueces (1200 a.C.). Durante casi 200 años los israelitas fueron gobernados por personalidades investidas del favor divino y dotados de habilidades políticas y militares con que se ganaban la confianza del pueblo. Otoniel, Ehud, Samgar, Débora, Gedeón, Jefté, Tolá, Yair, Ibsan, Elou, Abadón, Sansón. (Libro de los Jueces).
 
LA MONARQUÍA (1020 – 587 A.C.)
      Saúl. Su primer rey (1020-1010 a.C.), logra arrojar a los filisteos de las zonas montañosas y hacerles retroceder a la Filistea (1S 10-31; 1Cr 10), Pero la unidad del reino (1010-930 a.C.) se lleva a cabo con David y Salomón (2S 2-24; 1R 1-2, 1C 11-29).
      David (1010-970 a.C) funda una dinastía que perdura 400 años hasta la conquista babilónica. Tiene a Jerusalén como capital y alcanza su máxima extensión llegando hasta el Éufrates. Salomón, que llegará a convertir su sabiduría en proverbial (970-931 a.C.), edificó el primer templo y los palacios reales. Funda y fortifica numerosas ciudades, como Hazor, Meguido, Gezer o Etzion-Geber en el Mar Rojo. Y el pueblo ve complacido cómo Jerusalén se transforma hasta alcanzar la categoría de una gran metrópoli donde afluye la riqueza y el comercio.
      A la muerte de Salomón, 931, se divide el reino en dos monarquías. Diez tribus norteñas, siguiendo a Jeroboán, forman el Reino de Israel con capital sucesivamente en Siquém, Tirsá y Samaría, y el reinado de 20 monarcas. Cae el año 721, cuando irrumpe en todo el Oriente el imperio asirio con Sargón II, quien deporta a su población a Nínive y sustituye por colonos extranjeros (1R 12-22, 2R 1-25, 2C 10-36).
      Las tribus de Judá y Benjamín permanecen fieles a la dinastía davídica y forman el Reino de Judá, gobernado por 21 reyes, que perdura hasta el 587 a.C., fecha en que Nabucodonosor, rey de Babilonia, destruye el Templo y deporta a sus ciudadanos al desierto.
      Durante ambos reinados actuaron con atrevido denuedo y fervoroso ahínco los profetas que se afanaron por avisar al pueblo elegido de su comprometida obligación para con Dios. Y a lo largo de tres siglos, denunciaron la corrupción e infidelidades de monarcas y pueblo, que conllevaría la caída de ambos reinos, al igual que la de otros imperios. La presencia del profetismo perdurará hasta el siglo después de la destrucción de Jerusalén.
             (Teodoro López, Carlos Sáez, Ángel Martín, Peregrinación a Tierra Santa, p. 29-30, relato n. 10)

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