viernes, 16 de febrero de 2024


PREPARACIÓN PARA LA CELEBLACIÓN DE LA
SANTA MISA: El altar como mesa
Romano Guardiani, capítulo 8

      “El altar es el umbral para el arrobamiento divino. Por Cristo, Dios ha dejado de ser desconocido e inaccesible, ha orientado su mirada hacia nosotros, ha venido a nosotros y se hizo uno de nosotros, para que podamos ir hacia él y pertenecerle. Pero el altar es la frontera donde se produce el tránsito de Dios hacia nosotros y de nosotros hacia él.

      Aquí debemos decir algo sobre las imágenes con las que solemos expresar los misterios divinos. Ellas revelan la plenitud de éstos y extraen rasgos particulares, para que podemos captarlos más fácilmente. En tanto vemos el altar como umbral, pensamos en algo determinado y dejamos de lado otros aspectos, por ejemplo, aquéllos a los cuales hace referencia el término “mesa”. Las imágenes proceden también del mundo terrenal. En sí, entre los ámbitos humanos y divinos no hay ninguna puerta, tal como existe entre la calle y el interior de una casa o entre un cuarto y otro. En consecuencia, las formas de representar nuestra existencia son trasladades a la vida divina por medio de imágenes. Pero no conviene insistir demasiado sobre lo inapropiado de estas imágenes, a no ser que queremos dejar de lado lo importantes.

      De ninguna manera son simples recursos, buenos para los niños y para el pueblo, mientras que el hombre “culto” debería expresar lo que piensa en forma pura, es decir, a través de meros conceptos. Es por eso que Jacob, el nieto de Abraham, cuando se despertó de su sueño profundo, exclamó: “¡Qué terrible este lugar! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo! (Gn 28,17). Y san Juan escribió en el Apocalipsis: Después tuve la siguiente visión: Había una puerta abierta en el cielo, y la voz que había escuchado antes, hablándome como una trompeta, me dijo: “Sube aquí, y te mostraré las cosas que deben suceder en seguida” (Apoc 4,1). Si dijéramos que en este pasaje el término “puerta”, en realidad, es “una imagen”, que utilizamos para significar que Dios está próximo, aun cuando es invisible, ya que ningún hombre puede alcanzarlo, aunque él sí puede elevarnos hacía sí, esto sería correcto pero mezquino. Aquí se habla de una puerta, y la puerta es justamente eso. Nuestro pensamiento puede intentar expresar su significado recurriendo a conceptos y a principios, pero éstos son simplemente un auxilio o una ayuda, y nada más que eso.

      En consecuencia, se invierten los términos, ya que lo específico es la imagen, y los pensamientos sólo pretenden hacer patente su profundidad. La imagen dice más que el pensamiento. La contemplación, el acto por el cual captamos la imagen, es más vital, más plana, más profunda y más variada que el pensamiento. Si se permite la expresión, diría que los hombres modernos somos completamente conceptualistas, ya que hemos perdido la capacidad para contemplar imágenes, oír parábolas y realizar acciones simbólicas. Pero podemos aprender nuevamente algo de eso, en tanto estimulemos y ejercitemos la capacidad para ver y percibir, la que hasta ahora ha sido despreciada y minusvalorada. El misterio del altar contiene más que  lo que expresa la imagen del umbral, ya que también es mesa.

      En las religiones de todos los pueblos, se vislumbra que, en torno a la mesa sagrada, no sólo se hace presente el hombre, sino también la divinidad. En todas partes, el hombre piadoso deposita ofrendas sobre el altar, para que la divinidad las reciba. Que estos dones no deben pertenecer más al hombre, sino a la divinidad, se enfatiza inclusive en el hecho de que son destruidos o, en todo caso, se impide su utilización por parte del hombre, ya que se quema el cuerpo de la ofrenda y se derrama la bebida”. continúa

         (Romano Guardini, Celebración de la Santa Misa / El altar como umbral capítulo 8, primera parte, p. 42-44)

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