lunes, 3 de junio de 2024

 DESPIERTA Y COMBATE A LOS
BÁRBAROS QUE ARRUINAN TU VIDA
                                                16. El experimento de la conformidad
 Lo opuesto a la valentía en nuestra sociedad no es la cobardía, 
                                              sino la conformidad”   Rollo May

      Los bárbaros han comprobado que el individuo aislado es muy vulnerable, y con la debida presión pueden lograr que cambie sus ideas preconcebidas o sus carencias más profundas, simplemente con hacerle creer que la mayoría de su entorno opina lo contrario. A ese ciudadano se le transmite que su posición no es respetable; que nadie en la tribu piensa como él, y que debe cambiar su ideario si no quiere arriesgarse a ser expulsado de la misma.

      ¿Funciona? Funciona. Además, con un porcentaje cualitativamente respetable.

      Un psicólogo social, Solomon Asch, demostró en 1951 que una persona puede cambiar de opinión ante un hecho evidente y palpable, si socialmente es presionado por un grupo.

      Su experimento consistía en encerrar en una habitación a ocho personas, siete de los cuales estaban preparados para interactuar. Solo uno de los ocho era completamente inocente. Los ocho tenían que dar respuesta a una pregunta que cualquier niño de párvulo hubiera acertado. Simplemente tenían que confirmar qué línea era igual a otra. La respuesta era de Perogrullo. Intervenían primero los siete actores que afirmaban todos y cada uno de ellos, con seguridad y aplomo, que la solución era la C. La contestación era a todas luces incorrecta. El último interviniente, que era el invitado inocente, y ante las apabullantes argumentaciones de sus siete compañeros, en un 37% de los experimentos se dejaba guiar por la opinión mayoritaria y abandonaba su creencia cierta de la respuesta correcta, para confirmar las respuestas de sus compañeros.

      Una vez terminado el experimento, Solomon Asch preguntaba al invitado el sentido de su respuesta. Le manifestaba que sabía la contestación correcta, pero había cambiado su veredicto por miedo a destacar o ante el temor a ser ridiculizado por el grupo al tener una opinión diferente de ellos.

      Asch le dio otra vuelta de tuerca al experimento, e introdujo una nueva variante. A seis de los siete actores infiltrados les pidió que siguieran ofreciendo una respuesta incorrecta, pero al séptimo le indicó que debía dar una contestación discrepante con sus compañeros. El resultado: romper la unanimidad del grupo con este elemento discrepante “daba permiso” al invitado inocente para no seguir la opinión mayoritaria del grupo, y sentirse así libre para dar la respuesta correcta. De esta manera la conformidad se descabalgaba en un porcentaje muy alto.

      Moraleja: los bárbaros quieren unanimidad. Si se mantiene y no hay discrepantes, el porcentaje de éxito se dispara, pero si hay un díscolo que logra colocar su argumentación en la opinión pública, y ese ejemplo arrastra a otros a levantar la voz, la conformidad grupal decae.

          (autor Álex Rosal, LIBROSLIBRES, con el título que encabeza, capítulo 16, p. 42-44)

No hay comentarios:

Publicar un comentario