TIERRA SANTA. Altiplano Occidental
LAGO DE TIBERIADES Y ALREDEDORES. Relato 39
En el tiempo de
Jesús, el lago y la región circundante ofrecían una vista maravillosa de
campos de olivos, viñas y frutales. La pesca era abundante en sus aguas.
Ciudades bien pobladas lo rodeaban.
Tiberiades, Magdala, Cafarnaún, Corozaín, estas en la ribera noroccidental;
Betsaida Julias, Gérgesa, Gamala, Hippos, en la oriental.
La Biblia lo conoce como Mar de Kinneret (Nm 34,11; Jos
11,2)
de la ciudad antigua cananea Tel Kinneret, donde actualmente se bombea el agua
para el riego de Israel; lago de Genesaret o Genosar (1M 11,67; Lc
5,1),
por el nombre de la llanura contigua en el noroeste (Mt 14,34; Mc
6,35);
Mar de Galilea (Mt
4,18; Mc 1,16),
tomado del distrito; lago de Tiberiades, por la ciudad dedicada a Tiberio (Jn 6,1).
El lago nos hace revivir las más
hermosas páginas del Evangelio del Reino, tomando la ciudad de Cafarnaún como
centro de su apostolado (Mt
4,13).
A medida que se recorre el lago a lo largo de sus márgenes brotan en el alma
nuevos recuerdos que parecen hacer flotar sobre aquellas aguas de manera
misteriosa la ideal figura de Cristo.
En ninguna otra parte pronunció el
Salvador más discursos que aquí, ni en ninguna región manifestó tan alto grado
de omnipotencia, ni dio a conocer tanto a los hombres su bondad y cariño hacia
ellos.
Llamamiento de
los primeros discípulos (Mt 4,18-22).
Pasando Jesús junto al lago de Galilea vio a
dos hermanos, a Simón al que llaman Pedro, y Andrés su hermano, que estaban
echando el copo en el lago, pues eran pescadores.
La pesca
milagrosa
(Lc
5,1-11; Mt 4,18-22; Mc 1,16-20)
Cuando acabó de
hablar dijo a Simón: Rema mar adentro y echad las redes para pescar. Simón
contestó; Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogida nada;
pero por tu palabra, echaré las redes.
La tempestad
calmada
(Mt 8,23, 23-27; Mc 4,35-41; Lc 8, 22-25)
Subió Jesús a la
barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto se levantó un temporal tan
fuerte que la barca desaparecía entre las olas; Él dormía. Se acercaron los
discípulos y lo despertaron gritándole: ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!
Jesús
camina sobre las aguas y Pedro con él (Mt 14,22-23, 22-23; Mc 6,45-52;
Jn 6, 16-21)
De
madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole
andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un
fantasma. Jesús les dijo enseguida: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!
Aquí
comienza el Evangelio de Jesús, desde la elección de sus primeros apóstoles con
autoritaria y gozosa llamada, sin preguntar siquiera.
Junto
a la instrucción directa, Jesús emplea también, en línea con una antiquísima
tradición profética que enlaza con la enseñanza rabínica, el recurso
comparativo de la parábola, más indirecta, pero más plástico y comprensible
cuando se habla a un público multitudinario, predominantemente popular.
(Teodoro
López, Carlos Sáez, Ángel Martín, Peregrinación a Tierra Santa,
relato 39, p.98-99)
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