La
Iglesia ya en tiempos apostólicos (cf. 1 Co 10, 6-11; Hb 10, 1-; 1 P 3,21), y
después constantemente en su tradición, esclareció la unidad del plan divino en
los dos Testamentos gracias a la tipología. Esta reconoce en las obras de Dios
en la Antigua Alianza prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud de
los tiempos en la persona de su Hijo encarnado. (Catecismo de la Iglesia
Católica n. 128)
El Antiguo Testamento contiene algo más que la simple historia de
Israel. En cualquier pasaje del Antiguo Testamento descubrimos cosas que nos
hacen pensar en el Nuevo Testamento.
Todo el Antiguo Testamento fue escrito antes de la venida de Cristo.
Pero Dios es el verdadero autor de los libros del Antiguo Testamento y puede contemplar
toda la historia simultáneamente. Dios es también el autor de la historia. De
hecho, Dios escribe la historia como nosotros escribimos los libros. Dios ve -y
crea- toda la historia como una unidad. Sin embargo, nosotros, al estar
limitados por el tiempo, entendemos la historia como una serie de periodos
distintos con diversos personajes. Pero Dios, que es inmutable, actúa de la
misma manera a lo largo de la historia, por lo que su plan de salvación no
cambia nunca.
Por eso, cuando nosotros los cristianos leemos el Antiguo Testamento,
vemos muchas cosas que apuntan al Nuevo o a otros acontecimientos del Antiguo.
Algunas de ellas son simples anuncios. Por ej. podemos ver que los profetas del
Antiguo Testamento preanunciaron la llegada de Cristo y los sufrimientos que
tenía que padecer por nuestra salvación.
Pero, como Dios es el autor de la historia, ciertos acontecimientos en
la historia también apuntan a otros acontecimientos. Por ej. podemos ver que el
sacrificio que se dispuso a hacer Abrahán de su hijo Isaac anticipa el
sacrificio del Hijo único de Dios en la cruz.
Esto no quiere decir que la historia del Antiguo Testamento no tenga un
significado en sí misma. Al contrario: primero debemos tratar de comprender los
acontecimientos tal y como los comprendieron los lectores inmediatos. Pero
podemos usar cada acontecimiento como una analogía que nos ayude a comprender
la figura de Cristo. Y como Dios es el autor de la historia, la analogía es más
que algo accidental. Nos enseña que Dios actúa del mismo modo a lo largo de la
historia, descubriendo gradualmente su plan maestro para salvar a su pueblo.
Cuando algún suceso o persona de la historia apunta hacia otro futuro,
llamamos al primero “tipo” del segundo. Así pues, decimos, por ej. que Isaac
fue “tipo” de Cristo.
Al estudio de los “tipos” del Antiguo Testamento se le llama “tipología”.
La tipología es una de nuestras herramientas más importantes para entender el Antiguo
Testamento. Con tantos libros escritos a lo largo de tanto tiempo, el Antiguo
Testamento puede parecer enormemente complejo. Pero cuando vemos cómo Dios
actúa del mismo modo una y otra vez, llevando su plan a su punto culminante con
la muerte y resurrección de Jesucristo, entonces la unidad del Antiguo
Testamento cobra mayor sentido.
La tipología no es sólo un oscuro recurso técnico. Es simplemente un modo de enseñar por analogía, explicando la nuevo en función de lo antiguo. Dios nos presenta nuevas ideas de manera que podamos entenderlas.
(Scott Hahn, Ph. D. MEDWEST THEOLOGICAL
FORUM/Editorial Edibesa,
Curso
para el estudio de la Biblia, capitulo 2/9, p. 38)
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